domingo, 24 de abril de 2011

Capítulo 7: Un rosal para una rosa.


Sus impulsos solían ser más poderosos, pero por alguna razón se controlo. La sorpresa de encontrarse después de tanto tiempo a Matt lo hizo recapacitar, además que estaban aquellos pequeños que nada tenían la culpa.

Los ojos él lo miraban curioso, tratando de ver alguna reacción por su parte. Respiró hondamente y reflexionó.

Cada término nervioso, cada centímetro de piel de su cuerpo se estremeció en una sola gran onda que se expandió por todo su cuerpo. Escuchar aquel nombre, luego de tantos años lo había tomado por sorpresa

- ¿Matt Begthom?-. Inquirió Billie Joe con un dejo de sorpresa en su voz. Su sonido si que salió a penas…. Más como susurro.

- Así es… ¿Cómo has estado?. ¿Te acuerdas de mí?-. Pregunto por segunda vez, al ver que la otra persona aun no reaccionaba con su nombre. Billie asintió frenéticamente

- Claro que sí. E-eras quien iba a participar en la obra de hace… seis años, creo-. Espeto tratando de contar los años que ya habían pasado.-¿Cómo has estado?-. Agrego luego, tratando de esquivar de su ser cognitivo el recuerdo de Emily.

- Bien, acá pasando la vacaciones con los niños-. Dijo tomando a ambos pequeños de los hombros. La mirada perdida y sin entendimiento de ambos le hizo sonreír

- Veo que ya haz formado una familia, felicidades-. Espetó Billie dándole una pequeña palmadita en la espalda.- ¿Y tu mujer?-.

- De viaje por trabajo-. Le infirmó Matt dejando escapar una pequeña mueca de disgusto. De pronto sintió que algo le removía la remera. Miró por debajo de sus hombros… encontrándose con la mirada inquietante de Chuck.

- ¿Quién es?-. Le preguntó la menor, una vez que Matt estuviera a su misma altura.

- Un amigo de mamá…-. Le respondió el.- ahora si quieres, puedes ir con tu hermano a jugar-. La menor le sonrió ampliamente.

- ¿Vamos Nick?-. Inquirió la chica hacia su hermano quien al igual que ella, no entendía mucho que estaba pasando con ambos adultos. El nombrado asintió una vez y se alejo con su hermana.

- ¿No es fácil… eh?-. Comentó dubitativo Armstrong sin poder despegar la vista de aquellos dos pequeños.

- ¿Qué cosa?-.

- Esto de ser padre. No es que sea el mejor ejemplo… pero de a poco se aprende-. Le aconsejó el mayor de los dos con cierta sonrisa animosa.

- Nadie nace sabiendo las cosas-. Respondió el otro, encogiéndose levemente de hombros.- No sabes lo que he pasado por querer tener las cosas que quiero-. Agrego luego.- Se arriesgan muchas cosas-.

Billie Joe le miró ceñudo, comenzando a caminar y a esquivar a la gente que se topaba

- No se si sea lo mejor hablarlo… primero debo hablarlo con Emmy-. El corazón de Billie se detuvo en seco al escuchar semejante nombre. ¿Podría ser tanta la suerte?, ¿sería aquella mujer… la misma que una vez tuvo a su lado?. Agitó vagamente la cabeza, tratando de no ser más paranoico con las simples palabras. “No te impacientes”.

- ¿Emmy?-. pregunto sorprendido, exaltándose al escuchar el tono de voz. Carraspeo

- Hay mucho que contar y poco tiempo, ¿eh?-. Fue el momento de Matt para tirar un sarcasmo. Billie sonrió vacíamente.

- Así parece-.

El avión comenzaba a descender y lo único que atinaba a hacer era sujetares del brazo de su amigo, quien estaba su costado entregándole confianza. Llevaban mas de dos o tres horas -ni si quiera se había tomado la molestia de tomar el tiempo- dentro del avión y lo único que deseaba era que todo saliera como ella planeaba al pisar suelo. Sacar las malditas fotos de George, esperar uno o dos días más y largarse de nuevo a su hogar. Sonaba tan perfecto que se lo creía. Se aferraba a eso.

Escucho que por los parlantes avisaban que podían deshacerse de sus cinturones y que en unos cuantos segundos la puerta se abriría. Resopló con gratitud mientras dejaba en completa libertad el brazo de Jeremy.

- ¿Estás mareada?-. Inquirió de inmediato él al verla un tanto pálida. Negó con la cabeza.

- No… solo… solo déjame respirar por un minuto, ¿sí?-. Dijo ella, levantando el rostro hacia su amigo, tratando de mostrarle una pequeña sonrisa. Este le miro ceñudo.

- Te espero abajo-. Discrepó Jeremy, revoloteando los ojos para luego acercarse a la chica y darle un sutil beso en la frente.

No se sentía de ese modo desde que había abandonado aquel lugar. Las piernas le tiritaban haciendo casi colisionar sus rodillas. Las manos le sudaban frío y por más que trataba de respirar bien, lo único que conseguía eran pequeños espasmos.

Se sentía una completa paranoica, pero era la realidad. No le gustaba estar ahí, otra vez.

Miró por la ventanilla del avión y divisó un pequeño paisaje, repleto de arboles y de un sol que iluminaba todo el cielo. Alejó la mirada del ventanal y con un movimiento algo torpe se cambio al asiendo contiguo para echar un vistazo al pasillo. No había nadie. Apesadumbrada, se levantó del asiento y recorrió el pasillo hasta las escaleras, descendiendo de ellas sujetándose fuertemente del barrote.

Cruzó la ventanilla de cristal y con la mirada semi levantada comenzó a buscar a su compañero. No le fue difícil hallarlo ya que en unos escasos segundos Jeremy estaba a su lado, con ambas manos ocupadas por las maletas.

- ¿Qué hacemos ahora?-. Preguntó inquietamente Jeremy. Emily esbozó una sonrisa cansina.

- No lo sé… creo que sería mejor ir a descansar al hotel-. Dijo encogiéndose de hombros.- Recuerda que vinimos a trabajar Jery-. Prosiguió ella con un tono de autoridad que hizo que él esbozara una carcajada.

- Sabes que no acataré tus órdenes, mi querida Emy-. Le advirtió él, comenzando a caminar arrastrando las maletas detrás de sí.- Pero si me lo permites, quiero salir por aun que sea una noche. Vamos muñeca que hay que disfrutar este viaje-.

- No te prometo nada-.

- Eso ya es un paso-.

- Dije que no lo sé-. Reafirmó ella, tratando de hacerle entender a Jeremy. Pero sabía que era imposible luchar contra la voluntad de él.

- No podrás contra mí-. Le advirtió él acercándose lo suficiente como para susurrarle.

Antes de escuchar algún otro reclamo de la chica, Jeremy avanzo a paso mas rápido dejándola por unos instantes sola, atrás.

Sentir el viento por sobre su rostro al salir, hizo que exhalara una gran bocanada de aire. Era como sentir que estaba en casa. No sabía el por que, pero es raro decir que el aire es distinto, que huele diferente que otro lugar. Eso le pasaba con frecuencia a Emily ya que cada vez que viajaba no lograba encontrarle el mismo aroma. Solo su hogar se lo proporcionaba. Y esta vez no fue la excepción.

Jeremy le abrió la puerta trasera de la camioneta que los había ido a recoger, se sentó en el asiento hacia la ventana y observó con un ímpeto cargado de emociones. La van comenzó a avanzar por el camino y el estómago de Emily se retorció en un solo gran apretón.

Entre el viaje, Jeremy trató de hacerla olvidar por completo en donde estaba conversándole de diferentes cosas, todas relacionadas al trabajo. Era la única forma de poder sacarla de su mundo. Pero no pudo sacarla de su mundo, las respuesta a todas sus preguntas eran meros monosílabos o sonidos guturales.

“Todo estaba pasando tan rápido que me era imposible no comprenderlo. Jeremy se había quedado a mi lado, abandonando su vida en el circo, quedándose alojado en una pensión no muy alejada de la casa de Anna – ese era el nombre de la prima de mi madre-. Cada vez que debía ausentarse de casa o que… simplemente no tenía clases con aquel profesor tan paranoico que Anna me había contratado, invitaba a Jeremy a casa y le daba de comer – se veía que estaba casi en los huesos- ya que no tenía tiempo casi para eso. Las horas que le dedicaba a su trabajo y a un pequeño curso de fotografía que daban en el teatro lo dejaban casi sin aliento. Nunca supe bien cómo fue que el padre lo dejo irse así como así, y de cómo un día para otro había conseguido dinero suficiente como para pagarse aquel cuartito en la pensión. No era el momento tampoco de preguntar.

En cuanto a mi estado, no había cambiado mucho. Mi vientre era una bola gigantesca –y eso que me faltaba mes y medio- y el ombligo ya había cesado, dejando un pequeño botoncito en mí pansa. Era gracioso. Los mareos y demás cosas hacía ya tiempo que habían parado, pero los antojos eran algo fuerte. Había días en que llamaba a la madrugada a Jeremy para que me fuera a comprar algo –por no molestar a Anna- y el pobre iba con su cara de zombie. Una de las tantas cosa que le agradeceré de por vida.

Pero un día en que Anna debía ir al banco por su paga y en donde el Sr. Bouvier no se apareció por toda la mañana por la casa, tomé en auricular del teléfono en el recibidor y marqué a la pensión en donde Jeremy vivía.

Uno… dos pitidos.

- Pensión Hermanas Lovety, ¿en qué puedo ayudarla?-. La voz cansina pero de una amabilidad enorme de parte de Agatha hizo que me sonriera.

- Buenos días Srta. Lovety, soy Emily-. Dije, escuché una risita por el otro lado y luego un suspiró.

- ¿Cómo ha estado?-. Me interrogo, sin dejar de lado su amabilidad.- Me imagino que busca a Jeremy-.

- Muy bien, gracias. Y si, busco a Jery… ¿esta en su habitación?-.

Se escucharon unos ruidos de papeles y llaves removiéndose, para luego volver a escuchar un suspiro.

- No ha salido de su habitación… ¿le llamo?-.

- No, solo dígale que lo espero en la plaza-.

- Muy bien linda-. Espeto Agatha.- ¿algo más?-.

- Nada más… gracias-. Y colgué el teléfono.

Esperé unos minutos más antes de salir de la casa –solo para cerciorarme que el profesor no se apareciera-, tomé un abrigo y cerré la puerta detrás de mí.

El sol comenzaba a asomarse, pero no tan cálidamente como lo era en Los Ángeles. Si el sol salía, era porque pegaría con fuerza… y si no, si el día era nublado… te morías de frío. Una de las tantas cosas que extraño es el clima. Aun que el paisaje es algo indescriptible. Por ejemplo, a la semana de que Jeremy se fuera a vivir a la pensión de las Hermanas Lovety me había invitado a dar un pequeño paseo por una colina. Nunca había visto cielo más limpio o sentir aire más puro que aquel. Estuvimos desde muy temprano en la mañana hasta muy pasado en la noche. Incluso, al día siguiente agarre un resfriado que me tiro a la cama por dos días. Recibí retos de Anna y por primera vez en mucho tiempo escuché la voz de mi madre a través del auricular del teléfono, regañándome por hacer idioteces.

Llegué a la plaza a paso lento, pero me gustó ver que Jeremy ya me esperaba sentado en una de las bancas, entumido por el extremo frío –aun que… no hay que ser muy exagerado. De vez en cuando se colaba un vientecito frío-. Seguí caminando hasta llegar a su lado.

- ¿Tienes frío?-. Inquirí sentándome a su lado. Giró la cabeza hacia mi posición, con una sonrisita burlona.

- Para nada… el sol hoy pega muy fuerte-. Dijo burlonamente.

- No debes ser sarcástico conmigo-.

- Tú haces que yo lo sea-. Reclamó él.

- ¿Nos levantamos con el pie izquierdo hoy-. Capté de inmediato que algo no iba bien. Debajo de sus ojos se notaban unas sombras negras que me dieron terror. Sus ojos llegaban a cerrarse solos y la expresión completa de su rostro, ¡era todo un desastre!.- ¿Has estado comiendo?-. Agregué luego.

Se echó hacia atrás con las manos en el rostro y ahogó un grito.

- Eso es un no-. Dije respondiéndome a mi misma.- vamos a casa… te aré algo de comida y dormirás en mi cama-. Antes de que pudiera reclamar algo más le interrumpí.- No digas que no… sabes que de igual modo te convenceré-. Me paré como pude y le agarré el brazo para que me siguiera.

- Gracias-. Susurró apenado a un costado mío.

- No lo digas-.

Me devolvió una sonrisa tosca, de esas que te salen solo cuando estás cansado. Pasó su brazo por mi espalda y la dejo en mi cintura, la otra la dejó por sobre mi vientre y comenzamos a caminar de regreso a casa de Anna.

Esta vez trate de apurar el paso y llegamos lo más rápido posible a casa. Hasta en el caminar se le notaba lo cansado. En el camino soltó sus mínimos cinco bostezos enormes.

Abrí la puerta de la casa y lo hice ingresar. Lo primero que hice al pasar por el umbral luego de cerrar la puerta fue ver la hora. Anna se demoraría en llegar –siempre que recibía paga se iba con su grupito de amigas a tomar por quien sabe donde- por lo que se me hizo un alivio grande en el pecho.

Lo lleve hacia la cocina y lo senté en una de las sillas. Llevaba la capucha de su chaqueta por sobre la cabeza, lo que en una primera instancia se me hizo inmutable su estado. Rebusque en la nevera la cena que había quedado de anoche y la calenté en el microondas. En 10 minutos estaría mas que caliente.

Retiré una de las sillas y me senté al lado de Jeremy.

- ¿Por qué no le dices al Sr. Lourd que te baje las horas de trabajo?-. Comente suave y claramente para que me lograra entender. Esbozó una sonrisa torcida.

- Porque me bajará el sueldo-. Me explico.- además ya me estoy acostumbrando.

Eso me hizo hervir la sangre, ¿acaso no se veía al espejo?. Claro que no.

- Jery… pareces un verdadero muerto viviente. Te quedas dormido mientras trabajas para él (me lo han contado), en las mismas clases de fotografía pienso que das cabezazos de somnolencia… incluso ahora que te hablo no captas bien-. Su mandíbula se tensó y sus ojos me estudiaban con completo asombro. Suspiré cancinamente.- Ni por las noches te llamo para que vayas por mi helado de cereza-. Dije esbozando una sonrisa.- Prométeme que le pedirás al Sr. Lourd una rebaja de horas-.

Sus ojos me miraban con completa ternura. Sabía que yo tenía la razón y que por más que diera su ciento por ciento en las cosas que quería, no todo lo podía hacer a diestras y siniestras. Debía pensar en su salud.

- Lo prometo-.

- Muy bien-. Dije sonriéndole ampliamente, parándome luego sin antes pasar por su lado y revolverle el cabello –con la capucha puesta-.

Observé el reloj del microondas. Le faltaban segundo antes de que el timbre sonara. Abrí la puerta y con un guate de látex que alcancé, tomé el plato con la carne y el arroz y lo dejé en frente de Jeremy. Lo quedó observando con determinación, agarró un tenedor y pinchó la carne.

- Solo come-. Dije con la voz cansina.

Se llevó el tenedor a la boca y de ahí no paro de tragar –comer era poco por como devoraba la carne-. Volví a sentarme a su lado y coloqué ambos codos en la mesa, sin dejar de mirarlo. En menos de quince minutos se acabó el plato por completo. Me reí por como su rostro había cambiado, ya no tenía esa coloración blanquina y hasta podría decir que las orejeras ya no se le notaban.

- Ve a mi pieza y recuéstate en mi cama… yo me encargo de ésto-. Dije parándome y quitando el palto de la mesa.

- Está bien mami-. Dijo de mejor humor. Se paró de la silla y antes de abandonar la cocina se acercó y me beso la frente.- Eres la mejor-. Eso me produjo una carcajada.

Se alejó de la cocina y yo me metí a lavar la loza.

Era un completo chiste tratar con Jeremy, el pobre se mataba por salir adelante y por tratar de hacerlo, se dejaba de lado hasta el mismo. Desde que lo había conocido que siempre tuve que frenarlo en situaciones, como el también en las mías. Dejé las lozas secar sobre el lavaplatos y me sequé las manos. Busqué por los muebles un sobre de galletas y me las lleve al living. No quería molestar a Jeremy, por lo que me pasaría el día entero sentada viendo la televisión.

No estuve más de veinte minutos cambiándole al control y sentí el timbre vibrar. “A Anna se le quedaron las llaves”, pensé mientras caminaba al recibidor. Solo que no fue ella quien estaba parado en la puerta con un ramillete de rosas rojas. El corazón se me apretujó y me sentí desvanecer –gracias a quien sea estaba bien aferrada a la manilla de la puerta-. Me llevé la otra mano a la boca y ahogué un grito.

- Creo que me demoré un poco-. Dijo Matt con una completa sonrisa de oreja a oreja. La vista se me nubló por las lágrimas y tuve que recordarme de seguir respirando.-¿No me piensas recibir-.

- ¡MATT!-. Grité sin pensarlo, abalanzándome sobre sus brazos y colgándome de su cuello. Hundí mi rostro en el hueco de su cuello y me dejé llevar.

- Tranquila… tranquila-. Me susurraba al oído acariciándome el cabello con la mano libre.- Ya estoy acá-.

Retiré mi rostro de su cuello y lo observé. Estaba tal cual lo recordaba, incluso pude notar un poco de barba en su barbilla. Al igual que yo, Matt me observaba detenidamente pasando el dorso de su mano quitando los restos de lágrimas. Como si fuera lo último que pudiera hacer, me acerqué y junte mis labios con los de él.

Era todo completamente ilógico, incluso llegue a pensar que me había quedado dormida y que era uno de mis tantos sueños tortuosos. Pero no, el beso me lo corroboró. Nos quedamos un rato más mirándonos, hasta que una parte de mi cerebro me advirtió que estábamos a plena calle.

- Un rosal para una rosa-. Dijo extendiendo el ramillete de rosas. Se los recibí con gusto, dejándolos sobre la mesita de té del living. Ya estaba más controlada

- ¿Cómo diste conmigo?-. Pregunté primero que todo. ¿Cómo era que había podido conseguir la dirección?. Mary era la única que sabía. Mathew esbozó una sonrisa torcida.

- No sé cómo, pero tu padre luego de las muchas insistencias que di, me la ofreció. Tenía la dirección, pero no tenía dinero para viajar… por eso demoré un poco-. Me explicó excusándose. ¡Eso era lo de menos!, él había venido por mí.

- Mary sabe que…-.

- No… no sabe-. Me interrumpió. Silencio.

- Esto es un sueño-. Dije mordiéndome el labio inferior.- Pensé que nunca vendrías-. Agregue luego, reprimiendo un llanto.

- Te lo prometí… prometí que estaría contigo. Nunca más lo pienses, ¿ok?-. Dijo tomándome el mentón, haciendo que lo viera a los ojos. Las manos me tiritaban y me sudaban.

Sin despegar la mirada de mí, me sonrió y posó su mano libre hacia mi estomagó. Una sensación de alivio me recorrió el cuerpo, sintiéndome mucho mejor que ayer… mucho mejor que hacía meses atrás.”

- Llegamos-. Comentó Jeremy, quien estaba sentado en los asientos de frente desde donde Emily estaba. Esperó a que el auto frenara y abrió la puerta de la van con su bolso de manos.- Creo que lloverá-. Dijo en cuanto vio que Emmy sacaba la cabeza.

- Sería bueno que empezáramos mañana-. Espetó la chica cerrando la puerta detrás de sí.- Quiero descansar-.

Su compañero asintió quedadamente. Avanzaron a través de la alfombra roja que estaba ubicada en la puerta principal e ingresaron al hotel.

1 comentario: