viernes, 2 de septiembre de 2016

Capítulo N° 16: Verdad Desagradable



Cruzó la gran puerta de vidrio con rapidez antes que la lluvia siguiera mojando su abrigo. Caminó hacia la recepción, mostró lo que parecía ser su credencial de respaldo. La persona detrás de aquel gran mesón observó de manera vaga la credencial, asintió y la dejó pasar por el torniquete. “Años acá y aún no me reconocen”, pensaba Emily mientras ingresaba a uno de los ascensores hasta su oficina.

Lanzó su bolso hacia el sofá una vez atravesado la puerta de la oficina, rodeó el gran escritorio y se sentó en la silla.

“ Soy una imbécil al estar preocupada por alguien a quien yo ya no le intereso”. Esbozó un sonoro suspiro.

-¿Qué tanto piensas?-. Hablaron a sus espaldas haciendo que diera un respingo. Dio vuelta su silla y se encontró con el rostro curioso de Jeremy.
- Hola querido -. Respondió ella en cambio, evadiendo la mirada de aquel hombre parado frente de su escritorio.
- No soy tan tonto como para no saber que algo raro pasa contigo, linda -. acomodó la silla pegada al mueble y se dispuso a sentarse, dejando de lado unos papeles que poseía en brazos. - Se que las cosas no van bien desde que Ma…-.
- Encontré al padre de los niños -. Interrumpió la chica rápidamente. - Más bien, él nos encontró y yo… Yo no puedo seguir ocultando nada -. Tomó su rostro entre sus manos en un gesto desesperado de ocultarse.
- Hey bonita -. Susurró su amigo, estirando su mano. - Ambos sabíamos que algún día esto pasaría -.
- Pero no sin el apoyo de Matthew. No así -. Se quejó ella, tomando la mano del chico. ÉL esbozó una sonrisa.
- ¿Fue por eso que se fue? -.
- Si -. Sonrió amargamente. - Y no tengo idea donde está-. Agachó la mirada ahogando un suspiro.
- En lo que debes concentrarte ahora es en cómo decirle a los niños ésto. Después te enfocas en tu problema con Matt-
- No soy muy buena conviviendo conmigo misma y lo sabes. Tengo miedo que llegue a desilusionar a los chicos-.
- No seas tonta Emily -. Espetó en un pequeño regaño. - Eres mejor madre que muchas otras… y eso incluye a la tuya o a la mía- Ambos rieron por lo bajo
- Gracias-

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Tiró su tercera colilla de cigarro al suelo y lo apagó con ansiedad con el pie. Desde el bolsillo interno de su chaqueta de cuerina sacó una pequeña cajita de tic-tac y saco un par de dulces mentolados. No quería dar una mala impresión a sus hijos.
Esa palabra para él sonaba muy alejada de toda realidad. Los mayores estaban casi al otro lado del país mientras que los pequeños estaban a metros de él. ¿Cómo se lo tomarían sus hijos mayores?, ¿Sería el mejor padre para los pequeños?.
Se sentó sobre un pequeño banquillo, un par de pasos cerca de la entrada del colegio. Emily le había dicho que a las 12:00 salían. Miró su reloj y marcaban las 11:47 de una mañana un tanto más cálida de lo habitual. Volvió a sacar la cajita de dulces y se echó un par más a la boca.

Frente a su auto arrendado se estacionó una camioneta Toyota Avanza de color rojo opaco. Podía reconocer la marca de aquel auto, había sido uno de los tantos pasatiempos de verano que habían tomado Joey y él hace 3 años.

Vió descender desde el vehículo a Emily, algo desorientada como tratando de buscar algo o alguien. La chica lo divisó al instante, colocó la alarma al auto y cruzó la calle hasta él.
- Pensé que iba a llegar primero yo-  Le dijo la chica, sentándose a su lado. - ¿ Cómo te sientes ahora?
- Mejor… mi momento de histeria ya pasó- Respondió Billie asomando media sonrisa curva. La chica movió la cabeza.

No tenía ni idea de que más hablar. Eran como esas veces cuando se veían a escondidas y después de unos agitados alientos nadie decía nada. La chica tomaba sus ropas y se largaba. El sonido del timbre los espantó a ambos, haciendo que giraran sus cabezas hacia la salida del colegio.

Emily se paró desde el banquillo, arregló la cartera por sobre sus hombros, estiró su fino vestido todo con un hilo de nerviosismo que le recorría el cuerpo. Caminó hacia la entrada y detrás de ella por inercia Armstrong la imitó un par de pasos detrás.

Detrás del gran grupo de niños, los gemelos asomaron la cabeza tomados de la mano tal y cual Matthew les había enseñado para no perderse uno del otro. Emily esbozó una gran sonrisa al verlos correr hacia ella. Los niños se le colgaron del cuello y la llenaron de besos en ambas mejillas.
- Como les fue hoy- Preguntó su madre, dejando a ambos niños en el suelo y tomar las manos para caminar hacia Billie.
- Cristine Johnson no para de molestarme- Comentó Nicholas con un deje de asco en su cara.
- Ya te dije que quiere casarse contigo- Rebatió su melliza con gracia.
- Iug- El pequeño se pasó la manga de su chaleco por la boca. Emily rió.
- Les tengo una sorpresa- Dijo la mayor llegando al lado de Billie, quien no paraba con su tic con el pié. La pequeña se le soltó de la mano y abrazó al hombre. Con timidez Nicholas lo saludo.

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- No se como empezar a hablar- Comento en susurro Emily mientras terminaba de recoger el último plato sucio de la mesa.

Habían decidido que el lugar más indicado sería en casa de los pequeños. Habían llegado hacía 1 hora más o menos y por comodidad Emily había dejado que pudieran pizza para almorzar.
Armstrong estaba clavado en el sofá del living-comedor, mirando como la chica se movía de un lado a otro con nerviosismo. De acomodó en su asiento algo Inquieto. Ni el sabía cómo empezar una charla tan importante.
- Si quieres yo puedo hablar- Aquellas palabras salieron con un pequeño ahogo de su garganta. Armstrong carraspeo para aclarar un poco más su voz. - Si estas de acuerdo-
- No te preocupes. Me imaginé tantas veces en ésta situación que nada se le parece ahora- Comentó de forma franca. Agachó levemente la mirada y acomodó un mechón rebelde que se había escapado de su arreglado moño
- ¿Que tiene de diferente?- Emily sonrió amargamente.
- Que en mis imaginaciones en vez de estar tu acá, estaba Matt… y los niños un poco más grandes- Eso había sido una clavada en el pecho para Billie.

La chica siguió su camino hasta la cocina dejando la loza sucia sobre el fregadero. En un pequeño salto desde el sofá, Armstrong la siguió un tanto molesto por aquellas palabras. “¿Que acaso nunca me lo iba a decir?”.
- Que quisiste decir con eso- Dijo desafiante el hombre por sobre el hombro de la chica. Al no haber respuesta alguna tomó su brazo y la hizo girar hacia él. - Emily dímelo- Exigió tratando de controlar sus vagos impulsos de golpear la pared con sus puños.

De forma cansina la chica tiró el paño de cocina sobre los platos aún sucios y se cruzo de brazos, zafándose del leve apretón de Billie. Lo miro a los ojos de la misma forma en la que él lo hacía. la lucha de miradas era algo infantil, pero estaba tratando de encontrar las palabras precisas para no equivocarse.
- Dije que todo sería distinto si Matthew estuviera acá apoyándome y aconsejarme como lo ha echo todos estos años- Rebuscó en la mirada de Billie un atisbo de entendimiento. En cambio el solo se decepcionaba cada vez más por haber estado en alguna oportunidad enamorado de ella, cosa que nunca dijo pero si demostró.
- Y yo que Emily- La tomo de los brazos con la mirada perdida en sus ojos. - Que fui yo para ti- Si, lo había preguntado. La chica lo miró atónita sin saber que responder.
- Va-vamos Billie no vengas con eso ahora- Respondió tratando de esquivar su mirada.
- Responde-
- Y yo que fui para ti Armstrong, ¿ah?... Nos cubrimos el uno con el otro esquivando nuestros problemas- Billie la Soltó del agarré y con impotencia pasó su mano por su cabello. - ¿lo ves?. Lo único importante de lo que pasó entre nosotros fueron esos dos pequeños y que ahora necesitan saber quién eres tú-

Había esquivado de forma gloriosa aquella incómoda pregunta. “Es obvio que fuimos polvo y paja para él, literalmente”, se regañaba internamente por aquello.

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Habían hecho bajar al primer piso a ambos niños. El nerviosismo recorría el cuerpo de ambos adultos, Armstrong luchaba internamente por no salir al patio y prender un cigarro.
- Mami que pasa- Habló Chuck con algo de preocupación. No había momento en esa niña en que no se pareciera a Sophia . La mujer acercó a los mellizos más hacia su cuerpo, sonriendo cálidamente y depositando un suave beso en la cabeza de la niña.
- Les vamos a contar una historia, ¿les gustaría?- Preguntó Emily mirando a cada pequeño y por último a Billie, quien le sonreía con amargura. Era el momento.
- Si es sobre princesas yo no quiero- Comentó Nick arrugando la nariz. Armstrong notó que había sacado ese pequeño mal de su madre.

Mientras los adultos trataban de explicar de la forma más infantil y mágica la relación algo tormentosa que hubo en el pasado, Charlotte en su interior sentía que se avecinaba la mejor sorpresa de su vida. Sabía que desde el primer día en el Central Park aquel hombre que la había encontrado sería para ella ahora, la persona más importante, después de su Hermano y Matthew.
- ¡LO SABÍA!- Gritó con alegría la pequeña saltando desde el sofá, mirando a su mellizo quien no entendía aún que pasaba. Chuck saltó a brazos de Armstrong.
- Hija tranquila- Le habló su madre con cierto recelo. Nunca había pensado aquella reacción.
- Nick… papá regresó- Dijo la pequeña sin tomar mucho parecer lo que su mamá hablaba. El rostro del pequeño en cambio se transformó en una horrible morisqueta.
- ¿Es verdad eso mami?- Le reprochó el menor. Armstrong no podía no comparar aquella reacción con la personalidad de Emily.
- Si amor… Billie es su padre- Esbozó una tierna sonrisa, mientras acariciaba el rostro de Nick. En un giro rápido de pies, el pequeño quedó mirando a ambos cuerpos abrazados.
- Por que nunca llamaste… por tu culpa Matt se fue- Gritó alarido el menor mirando con desprecio a quien ahora debía llamar papá.
- No corazón no fue eso…- Dijo Emily hincándose tratando de quedar a la altura de su hijo. Podía sentir como su corazón se removía con solo observar los ojos del pequeño, ojalá ella pudiera sentir por él. Repasó su mano por el desmarañado castaño claro de Nick, controlando las ganas de llorar.
- Tu echaste a Matt entonces- Lo acosó Nick mirando ahora con rencor a su madre.

Antes de poder decir algo más en su defensa el menor corrió tras las escaleras y subió a su cuarto, dando un estruendoso portazo. Emily cayó sobre sus rodillas cansada y agobiada, como había pensado ella, ojalá ella pudiera sentir por su hijo y que no pasara por todo eso.
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SE QUE NADIE LO LEE PERO ÑHEP

sábado, 12 de septiembre de 2015

Capítulo 15: Morderse la lengua.



Se despertó desorientado y con un dolor de cabeza de los mil demonios. "Porque siempre digo que no tomaré tan exageradamente, y terminó haciéndolo igual", decía hacia sus adentros mientras que con dificultad para pararse se apoyó de la cabecera de la cama y trató de mantener el equilibrio unos segundos.
Buscó en sus bolsillos el celular y en cambio encontró unas boletas, Chicle, las llaves del departamento pero el celular no aparecía por ningún lado.
-  A la mierda, lo perdí - Dijo mientras se sobaba uno de sus ojos. "Debo ser un maldito zombie".
Se dirigió hacia el baño mientras se despojaba de sus ropas. "Qué demonios hice anoche". Abrió la llave de agua fría y sin pensarlo dos veces se introdujo bajo los hilos de agua que corrían en la ducha. Esbozó un quejido pero que a la vez lo hizo reaccionar y darse cuenta en donde estaba. "Como podría ser posible que me ocultara algo tan... tan importante" Pensaba mientras los chorros de agua recorrían su cuerpo sin movimiento.
Luego de estar más de media hora sólo bajo el agua fría digno en salir y vestirse con las primeras prendas que encontró en el armario.
Al fondo de la pieza comenzó a sonar un tono de teléfono muy particular para él. "Veamos que mierda hice”, pensó mientras entre toda la basura (latas de cerveza, papeles de envoltorio de comida rápida) y ropa tirada en el suelo encontró  su celular. Las iniciales MIKE resultaban en la pantalla del celular y sin más contestó.
- ¡Por los diez mil infiernos, al fin eres capaz de contestar el maldito teléfono! - Gritó su amigo desde la otra línea
- No grites por favor mi cabeza está a punto de explotar - Le pidió con voz rasposa Armstrong.
- Me importa bien poco tu dolor de cabeza- Contraataco Mike con cierto despecho. - Que mierda te pasa-.
- Mike querido, si pudiera lograr acordarme algo de lo que hice anoche. ...-
- Te cuento si lo deseas…. Me llamaste a las 2:30 de la madrugada llorando y...- Se escuchó a lo lejos como unos pasos se marcaban y una puerta terminaba de cerrarse por completo, un silencio y luego un largo suspiro. - Me dijiste que te habían mentido todo este tiempo. Que no sé cuantos años han pasado de no sé qué cosa y que cómo era posible separar a unos niños de su verdadero padre - Espetó  entre susurros bruscos. -¿Qué has hecho? -. Un escalofrío comenzó a recorrerle el cuerpo desde sus cabellos hasta la punta del pie haciéndolo tambalear.
-  Yo... No se Mike es... complicado explicarlo- Dijo Tratando de zafarse de las acusaciones  bruscas de su amigo.
- Vas a tratar de explicarme ¡AHORA! - Prosiguió con el mismo tono de agresividad. Conocía tanto a Armstrong que tenía miedo de que su amigo, hermano prácticamente de vida hubiera cometido algo que después se pudiera arrepentir. Sabía también que su amigo era esquivo de todo problema y prefería correr ( o tomar) antes de afrontarlos.
Entre silencios y miles de suspiros entre los dos Bj tomó una gran bocanada de aire y se ánimo a hablar.
- Pasó hace ya 6 años... – Comenzaba así su relato. Mientras articulaba palabra por palabra su historia algo brusca e intensa con aquella chica de cabellos finos y dorados; y que en la actualidad era toda una mujer, aquel molestoso escalofrío revivió en él haciéndolo caer en una realidad que antes no había pensado (Bueno, cuando se toma tampoco se piensa mucho que digamos), cómo afectaría su relación con sus ya hijos mayores, que pasaría con su madre que aunque se viera firme como un roble a sus ya tantos años se sentiría decepcionado de él, que pasaría con su matrimonio con Addie, etc etc etc.
- ¿Addie lo sabe? -. Dijo su amigo desde la otra línea después de minutos de reflexionar lo que Billie le había confesado.
- Espero haberte llamado a ti nada mas en la noche- Sonrió por lo bajo, sentándose sobre la cama - Perdón por las molestias. Sé que aun cometo estupideces Mike, pero… el corazón era más fuerte-
- No pidas perdón por llamarme. Lo que no voy a perdonarte es que no hayas sido capaz de confiar en mí. Soy tu hermano -
-Lo sé-. Dijo Bj en un ahogado  grito.  - Créeme que me ha costado superarla y esta nueva noticia es... es.... Cambiará mi mundo de ahora adelante -.
- No te juzgo pero tampoco valido tu solución. Solo, trata de no volver a cometer tonterías- Le rogó su amigo ya más calmado
- Gracias por todo. Pude haberte ocasionado problemas con Britt - Desde el otro lado del teléfono se escuchó una risa a carcajada.
- Justo había ido a acostar a los niños porque se quedaron viendo películas - Dijo de mejor humor. - Fui al baño cuando te escuché llorar -
- Como una viuda en velorio -
- Así es - Ambos rieron algo más relajados. -¡PAPÁ DONDE ESTAS! - De pronto de escuchó desde la casa de Mike. - Debo ir a cumplir con mi deber-
-  No te preocupes. Mándales Saludos a los chicos-
-  Está bien. Cuídate por favor
-  No creas que volveré a llorarte-
-  Ya lo creo.  Nos vemos -
Tiró el celula
r en una pequeña mesita y junto con todo lo que tenía en su cabeza se acostó sobre su espalda." Soy un verdadero desastre", pensaba una y otra vez mientras su mirada vaga rebuscaba alguna respuesta en el techo del departamento.
"Mike tiene razón, no pude ser más irresponsable que ahora. Debo pensar bien que hacer en estos momentos, no puedo seguir escapando de mis problemas" Se recriminaba mentalmente mientras recordaba las veces que escapaba de casa cuando tenía problemas con Addie, dejándola sola con sus preocupaciones y rabia.
De pronto el sonido del celular vibrando sobre la mesa lo hizo perder sus pensamiento y con pereza se incorporó a la cama y estiró su brazo hacia el aparato.
"Número desconocido" aparecía en la pantalla.
- ¿Alo?- Dijo al contestar la llamada
- Hasta que das señales de vida- Escuchó desde la otra línea que le retaban
- ¿Quién es?- preguntó en cambio Armstrong juntando ambas cejas
- Está bien que haya cambiado tanto, pero no creo que mi voz haya sufrido - le respondieron con una risita
- ¿E-Emily?- Peguntó sorprendido. - ¿Cómo?-
- Como debía de imaginarse no recuerdas nada-. Comentó la chica soltando un suspiro.
- Que más hice anoche por el amor de dios-
-¡Hey tranquilo!, no hiciste nada más que llamarme anoche. Te pasaste con las copas esa vez Armstrong-. Podía imaginarse a la chica apuntándolo con el dedo.
- ¿Quién eres para estar recriminándome cosas?-
- Para un poco con tu veneno-. Gritó desde el otro lado de la línea Emily. - Soy... soy... Soy la madre de dos de tus hijos-. Si que le costó pronunciar esas palabras. -Me dejaste muy preocupada cuando me fui de la cafetería, no hablaste más. Sé que fue muy fuerte como todo pasó pero debes entenderme, traté de hacer lo mejor para ambos-. Billie no sabía que decir. -Me llamaste anoche porque te sentías sólo y mal, Billie. No sabía qué hacer. Me diste a malas tu dirección y fui a verte-.
- Por eso amanecí acostado y tapado -
-Así es- Se escuchó un largo suspiro...

Jeremy me había dado el día libre así que después del incómodo momento en aquella cafetería con Armstrong fui a casa. Necesitaba estar con los niños.
Cuando llegue a la casa los pequeños se encontraban jugando en el patio de atrás. Charlotte sentada en una mesita de té con sus muñecos y Nicholas jugando con Manchas.
- ¡Mami! - Gritaron al verme cruzar la puerta del patio mientras me deshacía de la bufanda de mi cuello.
- Veo que la Señora Robinson los dejó jugando- Dije mientras me acercaba a saludarlos. - ¿Cómo están?-.
- Nick no quiso jugar conmigo- Acusó de inmediato Chuck con el ceño fruncido. Sonreí al ver que mi hijo se encogía de hombros mientras sostenía la pelota de manchas.
- Odio el té - Dijo tratando de defenderse. Reí
- Ya, está bien-. Dije al ver que Chuck le sacaba la lengua. - Iremos adentro a ver una película. Y tú...- Apunté a Nicholas. - Estas aún convaleciente. No deberías estar tanto tiempo en el frío-.
- Bueno mami-. Soltó la pelota de manchas y corrió a darme un abrazo.
- Vamos adentro. Les traje palomitas de maíz-. Ambos niños abrieron sus ojos de forma exagerada lo que me hizo sonreír y de inmediato entraron a la casa.
La tarde fue como nunca lo mejor. Muy pocas veces podía estar con ellos así, acostados los tres en mi cama mientras comíamos golosinas, veíamos películas y escuchábamos como la nieve caía sobre el techo.
No recuerdo que hora era exactamente pero ya la noche había caído y el sonido de mi celular me hizo despertar y dar un pequeño salto. Me senté en la cama con cuidado mientras observaba como Nick dormía abrazado a su hermana.
Tomé el celular y vi la pantalla del aparato. "Número desconocido" decía. Antes que siguiera haciendo más ruido salí de la habitación y contesté.
- ¿Alo?- Susurre mientras terminaba de cerrar la puerta.
- ¿Preciosa eres tú?- Una voz algo peculiar y conocida había hablado desde el otro lado de la Línea pero... algo rara. -Soy yo... El hombre de tu vida- Río
- Perdón. No sé quien es- Dije algo confusa.
-Emily... No cuelgues- El tono de su voz cambió de forma brusca. Creo que estaba... ¿Borracho? - No vuelvas a dejarme solo-. Dios mío, como tan tonta claro que sabía quién era.
- Billie-. Un pequeño escalofrío recorrió mi cuerpo. -¿Qué has hecho?-.
- Celebrando que cada vez me hundo más- Volví a escuchar esa risita burlona.
- Estas asquerosamente borracho- Espete con enojo. -¿Dónde estás?-
- En mi... departamento, nena-. La sensación de culpa invadió mi cabeza. De cierta manera yo era la responsable de su estupidez.
- ¿Estas sólo?- Aquella risita burlona volvió a nacer.
- Y que si estoy con putas. ¿Estarías celosa?- Podía imaginar su cara con aquella morisqueta coqueta. Odioso y arrogante.
- No vengas con tonterías Armstrong- Cada vez me estaba haciendo enojar más. - Dame la dirección de tu departamento. Estas muy tomado y puedes cometer...-
- ¿Tonterías?- Dijo interrumpiéndome. - He hecho más tonterías estando... sobrio-
- Dame la maldita dirección- Insistí. De verdad q me sentía culpable.
Después de tanto pedir que me diera su dirección accedió.
Llamé a la señora Robinson antes de salir para que se quedara con los niños mientras salía a ver a Billie. En un momento pensé que no iba a acceder ya que eran pasadas las 2 de la madrugada, pero nada que con un poco de dinero extra a fin de mes se pudiera negar.
Tomé el auto y me dirigí al centro. Me costó un tanto encontrar el edificio pues la mayoría se parecía y la numeración con tanta nieve que caía era imposible distinguir. Estacione cerca del que parecía era el edificio correcto y me acerqué. Entre por una puerta de vidrio pesada y me aproxime al ascensor.
1...2...3....4...12.
Busqué el departamento 1206 y me Di el valor de tocar la puerta. "Como odio la maldita culpa" pensé hacia mis adentros mientras esperaba a que se dignaran en abrir. Volví a tocar el timbre... nada.
-Armstrong soy yo- Toqué la puerta con los nudillos. -Abre, se que estas ahí- Grité.
De pronto un sin fin de ruido se pudo escuchar desde el otro lado de la puerta, como si alguien estuviera chocando con todos los muebles posibles.
- Sabía que vendrías- Dijo al abrir la puerta. Me espante al ver como estaba de demacrado. ¿Seguía siendo el mismo con que alguna vez me había enamorado? Se notaba triste y cansado. Me daba pena.
- Mira como estas- Tape mi boca con ambas manos. Debí haber puesto la peor cara posible ya que al verme abrió los ojos.
- Yo... Me encuentro bien-. Bufó con... ese acento de borracho.
- Entra ya- Lo tomé de los hombros y le hice caminar hacia el interior del departamento. Un hilo de recuerdo llegó a mí.  Esas tardes en aquel departamento de… Dios, porque pienso tonterías a veces.
- ¿Quieres?- Se acercó a la mesita de centro y me ofreció una botella.
- ¡Estás loco!- Le quité la botella de las manos. Caminé hasta lo que parecía ser era la habitación y entre al baño exclusivamente a botar el licor por el lavamanos.
- ! QUE HACES!- Gritó Billie en cambio corriendo tambaleante hasta donde me encontraba yo.
- ¿Acaso no lo ves?- Le mostré la botella vacía.
- Era un licor finísimo- Reclamó fulminándome con sus ojos.
- Que pena por ti-
- Dame eso- Sin pensarlo, se abalanzó sobre mí para quitarme la botella. Al tratar de zafarme de aquel ataque, di un par de pasos hacia atrás. Ya cuando me había dado cuenta estaba dentro de la tina del baño con la cortinilla entre mis manos y a Armstrong sobre mí.
-Eres un estúpido- Bufé enojada mientras le daba empujones tratando que se quitara -No se para que vine-.
-Yo si se- Levantó su rostro quedando a centímetros del mío con aquella sonrisa que a cualquiera derretiría. Con un ademan algo bruto tomo mi rostro y me besó con pasión. Esa combinación de alcohol con recuerdos anteriores era una tortura, ya me había olvidado lo que era estar con aquel hombre. Cuando ya había reaccionado comencé a empujarlo hacia atrás para que me dejara respirar.
- Estás loco- Dije con el rostro agachado, lo sentía arder.
- Y borracho- sonrió de oreja a oreja dejando entre ver esos dientes imperfectos.
- ¡Quítate ya, me estas ahogando!- Reclamé en cambio.
Con algo de dificultad Billie se levantó dentro de la tina y salió con uno que otro tropezón. Suspiré largamente y me dispuse a parar. La cabeza me dolía un poco. Era tan insoportable.
- Eso pasa cuando me quitas lo que es mío- Dijo amenazante apuntándome con un dedo mientras en la otra mano sostenía una nueva botella de licor.
- Vamos por favor no seas infantil- Me acerqué a él con la disposición de volver a quitarle la botella. -No hagas esto más patético-
- ¿Tú me encuentras patético?- Habló con la boca llena de alcohol mientras tragaba el sorbo de aquella botella. -Llegas y cambias mi vida no una... Si no que dos veces Emily. Como crees tú que puedo sentirme si de un día para otro mi vida se complica más-. Como dolió eso.
- ¿Estás diciendo que MIS hijos son un problema para ti?- Dije apretando los puños firmemente. Una que otra lágrima comenzó a caer sobre mi mejilla. -Porque crees tú entonces que no quise contarte nada. Soy y somos un maldito problema para ti- Si que me había hecho enojar.- No quería que mis hijos sufrieran y vieran lo patético que podría ser su padre- apreté los dientes con tanta fuerza que llegué a pensar que me sacaría la lengua si seguía así. El rostro de Billie se desfiguro en una horrible morisqueta de tristeza. -Tu vida es tan perfecta que hubiéramos sido una piedra más en tus zapatos-
-Emily no... No quise- espetó él en cambio dejando la maldita botella a un lado y dando un par den pasos hacia mí.
- Pero lo hiciste- Lo detuve colocando una mano en su pecho. Podía sentir lo agitado que estaba. Lo miré directo a los ojos con una rabia que cualquiera se hubiera espantado. -Traté de que mis hijos tuvieran una imagen paterna pero no pude-
-Soy un completo imbécil- Se sentó al borde de la cama y tomándose la cabeza y cara repetía una y otra vez aquellas palabras. Una pena inmensa comenzó a recorrer mi cuerpo. Necesitaba abrazarlo, no podía ser tan fría con él. No podía.
Me arrodille frente a él, quité las manos de su rostro y lo abrace.
- Lo siento- Me disculpe con él. -Se que debe ser difícil asimilar todo esto.
- Lo... es- Me apretó contra su pecho.
-!Hey!- Susurre alejándome un poco del abrazo. - Yo escogí hace 6 años con quien estar y con quien entregarme-. El color del rostro volvió a mí, lo sentí. -Yo decidí tener a los niños y no contarte nada por el bien tuyo y de tu familia-. Me miró fijamente con sus ojos verdes envueltos en un mar rojo. - Yo decidí ahora contarte todo y que mis niños puedan tener a su padre verdadero presente-.
El silencio invadió la habitación. Las miradas se cruzaban pero se sentía mejor asi.
-  ¿Estás mejor?- Pregunté. Él afirmó con la cabeza. - ¿Tienes hambre?-.
-  No gracias, ya he molestado mucho-. Me sonrió. - ¿Matt se quedó con los niños?-
-  No-. Le devolví la misma sonrisa ladeada. La cara de Armstrong se desfiguró por completo. – Tranquilo, una señora que me ayuda a cuidarlos está con ellos… Matt, me dejó- La necesidad de llorar al recordar que me había dejado me invadió por completo. No me había dado cuenta que las lagrimas habían salido sin mayor esfuerzo. Sentí como Bj apretaba sus manos por sobre mis hombros. – No es bueno guardar un secreto por mucho tiempo, ¿sabes?-
-  ¿Quieres quedarte a dormir hoy?- Preguntó él a los minutos. La borrachera lo tenía mal. Pude ver a través de su rostro que no le había gustado la forma en que lo había mirado. – Tranquila fiera. No es lo que piensas-.
-  No puedo confiar en ti, aún-. Bufé mientras limpiaba los restos de lagrimas que habían caído por mis mejillas.
-  Dame una oportunidad- Rogó él en cambio.
-  Estás tan tomado que no sabes lo que dices-. Reí burlonamente
-  Vamos… No es TANTO lo que estoy subido en alcohol-.
-  Prométeme que cambiarás-. No sabía que mierda estaba haciendo. Por un lado lloraba por haber perdido contacto alguno con Matt, y mi otro lado… quería quedarse con Armstrong. “Parezco niña de 15 años”, ironice hacia mis internos.
-  Lo juro por lo más sagrado que puede haber entre los dos-. Dijo mientras que con una mano levantada y la otra ubicada en su pecho hizo un ademán de juramento.
-  Está bien-.
Me levanté del suelo, limpié mis medias y me saqué el abrigo que me había colocado para el frío. Todo siendo monitoreado por las miradas perdidas de Armstrong. Controlé mis nervios y traté de ignorar aquellas miradas que me hacían colocar de un color rojo intenso las mejillas.
-  Tu acuéstate- Le dije sin mirar, mientras recogía un poco de basura tirada en el suelo de la habitación.  Arremangué mi blusa hasta los codos y con algo de limpia piso comencé a pasarlo con un trapo y una escoba. – ¡ESPERA!- Grité al ver que Bj se estaba sacando los pantalones. Dios, como era de terco. –Que dijimos-.
-  No creerás que dormiré así- Apuntó hacia su ropa puesta.
-  Ohhh sí, claro que puedes-  Colocó sus ojos blancos y con una morisqueta en su cara se tiró a la cama.
Caminé hasta la cocina y me la pasé un rato tratando de limpiar el poco de loza que Armstrong poseía en su vajilla. Ordené todo como debía estar y apagué las luces. El living era peor aún, “Como puede vivir así” comenté hacia mi misma mientras observaba la cantidad de objetos, basura y ropa tirada sobre los sofás. “No me pasaré toda la noche limpiando todo esto”, gruñé internamente.
Viendo que no había solución alguna en relación al orden del living, me dispuse a caminar hacia el dormitorio.
-  El living es un… - No pude terminar la frase ya que Armstrong se encontraba ya dormido, con ronquidos y toda la cosa. Era muy chistoso verlo dormir. Me acerqué a el y con delicadeza lo tapé con el  edredón de la cama.
Me senté con sumo cuidado por el borde de la cama y me quité los tacones que llevaba. Tacones… quien iba a imaginar que alguien como yo, con unos gustos tan extraños en mi adolescencia iba a pensar andar con falda, blusa y zapatos altos. Si algo aprendí de trabajar con Jeremy era que debía aprender a vestirme “para la ocasión”, no tenía como discutir con él esos temas ya que de inmediato dejaba de hablarte por semanas. Todo un dramático.
Apagué la luz de la lámpara que estaba a un costado de la cama, sobre una mesita de noche. Acomodé la almohada y me recosté tapándome solamente las piernas. Podía sentir la respiración de Armstrong sobre mi nuca. “Sólo esta vez Emily… por el amor de dios”, me recriminé. De pronto sentí como uno de sus brazos me rodeaba el abdomen, “Contrólate, no lo empujes”. Inhalé una gran bocanada de aire y cerré los ojos tratando de conciliar el sueño.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Capítulo 14: Derrumbe.



Era la sexta servilleta que moría en manos de Emily. Las ansias de que todo terminara rápido la hacía romper lo primero que tenía a su alrededor, por otro lado las cosas iban mal por casa y un tumulto de ideas la tenían estresada. Ya no iba a trabajar, mejor dijo; había pedido unas pequeñas vacaciones mientras contrataba a alguien para que se hiciera cargo de los pequeños. ¿Por qué?.

Aquella vez en que Nicholas tuvo que ser llevado al hospital para que le trataran una fiebre de alta temperatura y pasados los días ya en casa, Matt sentía que algo no iba bien con Emily. Nunca trataba de meterse en los asuntos de su trabajo – en un principio pensaba que esa era la causante de que estuviera tan alejada de él-, pero después de observarla y notar que mientras estaba pensando en el trabajo se veía mejor que cuando él trataba de estar unos minutos a solas, no pudo más.

- ¿Qué pasa?-. Interrogó Mathew ya arto de que Emily lo volviera a rechazar. La chica lo miró por sobre las gafas de lectura y con un pequeño movimiento posó el libro sobre la mesita de la esquina.
- ¿Sobre qué?, no te entiendo-. Respondió ella, posando por primera vez en casi dos semanas de evasiones.
- A eso me refiero-. Exclamó tratando de controlar un poco la impotencia.- ¿Hace cuanto que no me miras así, como lo haces ahora?-.
- Estas siendo paranoico-. Agregó Emily, mirándolo sorprendida. Nunca, ni en los años que llevaban juntos él le había refregado algo.
- ¿Eso es todo?... ¿tu crees que estoy siendo tan exagerado?-. Replicó Matt.- Las cosas no van bien, ¡Por dios!-.
- Hey… Hey, se que no he podido estar contigo, que me acuesto cansada que te he dejado solo con los niños, pero eso no quiere decirte que no te quiera… por favor, no compliques las cosas-. Dijo ella en cambio, tratando de terminar luego la escena.
- ¡TU ERES LA QUE COMPLICA LAS COSAS!-. Exclamó Matt, mirándola a los ojos, mientras la sujetaba por los hombros.- Te pasa algo y no me quieres decir, sé que hay algo-.
Emily agachó la mirada, tratando de ocultar sus ojos de los de él. No había querido decirlo, pero muy dentro de ella sabía que había algo, y ese algo era la verdad acerca de sus hijos.

Agradecía desde lo más profundo que Mathew nunca se hubiera metido en aquel tema tan privado para ella, y más aún… tratar a los pequeños con tanto amor. Poe un lado sabía que era un derecho de él el saber de aquel hombre, pero por otro, aquel en donde sus temores reflotaban le indicaban que no dijera nada, que así todo se podía acabar y lo que menos podía hacer ella en estos momentos era quedar sola.

Matt le levantó el rostro con delicadeza teniendo un escaso presentimiento de que lo que podía escuchar podía dañarlo y dañarla a ella.

- Prométeme que no me interrumpirás y que dejarás que te explique todo, ¿ok?-. Espetó ella con un nudo repentino en la garganta.
Mathew asintió con lentitud.

Los recuerdos comenzaron a renacer como si fuese una película repetida.
La primera vez que lo vio conversar con su pequeña hermana, el impacto que le provocó verlo a él en el colegio, la extraña amistad que comenzó a fluir entre ellos, las peleas y las risas de todos los días en aquel vago parque, esas tardes juntos y abrazados en su departamento, la llegada de sus extraños celos por la mujer de él, y así… la llegada de los mareos y las ansias de comer cosas.
Solo narró lo esencial, mientras contenía la mirada gacha, tratando de ocultarse de la mirada culpable de Matt. Mencionó una o dos veces el nombre de aquel hombre con aquel desagradable nudo en la garganta que le hacía cortar las palabras y respirar cada tres palabras.

El silencio que se formó en la habitación fue tenso una vez que Emily terminó. Era la primera vez que hablaba de Billie Joe con Matt de aquella forma tan particular.

- ¿Quieres decirme que TODO este tiempo los chicos han estado con su padre y aún así, ninguno de los tres sabía?-. Fue lo primero que pudo articular el hombre, mas con mucha dificultad.- ¡En que piensas!-.
- No me trates así, tenía y tengo razones poderosas para hacerlo-. Comentó ella al ver el desprecio que recibía por parte de su novio.- Él tiene familia, tiene hijos legítimos y una esposa… ¿Cómo crees que nos hubieran tratado a mí y a mis hijos?-.
- No los conoces Emily, no sabes-.
- Y que si lo sé o no. No quiero que se acerque a ellos-. Matt largó una risa sarcástica.
- Es tarde-. Espetó él mientras se paraba de la cama y se encaminó al ropero en donde cogió un par de ropas.- Cuando arregles tus cosas con Armstrong, regresaré… hasta entonces, me jodo-. Y cerró la puerta de un solo golpe detrás de sí.

Desde aquella noche Emily perdió contacto alguno con Mathew y aún así no se atrevió a llamar a Billie Joe para que por ese medio su novio regresara y todo volviera a la normalidad, pero no, incluso llegó a mentirles a sus hijos sobre el paradero de él. Todo por tratar de ocultar más aún su “gran” secreto.

Eran las 20:28, según el reloj de la pared de la cafetería. Llevaba más de media hora esperando que llegara y las esperanzas de que pudiera llegar se agrandaros; claro, era un día más en que podía cubrir todo.

Pidió la cuenta del café que había pedido con anticipación y comenzaba a arreglar sus cosas cuando a no muy lejos de su mesita las campanitas que anunciaban la llegada o la salida de alguien replicó minúsculamente haciendo que vagamente Emily posara su mirada en la puerta “Oh mierda”. Con un paso ligero y sin sacarse las gafas negras por el simple hecho de que se sentía más seguro entró mirando por todos lados de la pequeña cafetería reconociendo al instante a aquella persona que buscaba, a la chica que estaba parada.
Le hizo un gesto de saludo con la mano y tomó paso hacia ella quien no tuvo otra opción que sentarse otra vez en la silla, juntarla contra la mesita y retomar el jueguito nervioso de las servilletas rotas.

- Perdón si te hice esperar, había una fila de carros por la 32 Avenue que me dejó estresado-. Comentó él con una risita nerviosa al final de la frase. Emily solo sonrió escasamente.

Hubo un silencio entre que Billie Joe hizo llamar a un mesero, traerle su café y que Emily arrancara al baño. Cuando regresó se topó delante de su puesto una tasita de otro café y la sonrisa imperfecta del tipo a quien había hecho llamar.

- ¿Cómo está Nicholas?-. Preguntó con amabilidad Billie Joe dándole luego un sorbo a su tasa. Emily lo miró sorprendida. -¿Qué, te molesta que pregunte por tu hijo?-.
- No, para nada. Y está bien, gracias por preguntar-. Comentó la chica haciéndose la desentendida por su reacción.
- Ha pasado mucho tiempo, ¿no?-. Emily entrecerró los ojos y lo miró.
- No son TANTOS años, Billie Joe… no seas exagerado-.
- Para mí si lo son-. Le rectificó él.- ¿Por qué nunca me avisaste?, acaso no confiabas en mi para decirme que era lo que te pasaba-. La chica no dijo nada, solo agachó la mirada hacia la pasa de café.- Al parecer no-.
- Estaba embarazada-. Susurró a penas Emily, pero no bastó para que Billie Joe no la oyera y notara que una pequeña lágrima caía en la taza de café.

Había una escasa posibilidad, pero la había. Desde aquel vago recuerdo de ver a Emily salir del condominio a paso firme y cruzar hacia la plaza y sentir una sensación pura de abandono dentro de sí que todo podía calcular bien. Nicholas y Charlotte tenían la justa edad y por qué no, algunos de sus rasgos. “Que imbécil”.

Su cabeza comenzó a girar progresivamente y la taza de café comenzaba a molestarle en las entrañas.

- E-entonces…-. Titubeó Billie con la garganta carrasposa.
- Sé que no es el momento justo porque estas tratando de arreglar las cosas con tu esposa, pero ya no puedo más-. Sollozó la chica.- Los chicos están grandes y algún día deben saber quién eres realmente-. Calló e inhaló algo más de aire.- Lo siento tanto-.
- ¿Qué lo sientes?. Emily, ¿lo sientes?. Son… ¡son mis hijos!-. Gritoneó exaltado, llamando poderosamente la atención de la gente que aún estaba en horas de colación.
- Habla más despacio, por favor-. Susurró con los dientes apretados Emily para hacer callar a Billie.
- Eres… eres tan despreciable-. Espetó de igual forma que lo había hecho la chica.- ¿Matt lo sabe?-.
Asintió con la mirada baja.
- Supo hace poco y por lo mismo fue quien me animó a contártelo-. El hombre soltó una carcajada irónica
- Ósea, si él no te dice que me lo cuentes, ¿seguirías con tu jueguito?-.
- Para con tu ironía-. Dijo la chica, mirándolo con las cejas entrejuntas.

El silencio invadió el ambiente de los dos. Emily, se sentía más libre por dentro ya que soltar uno de sus grandes secretos la dejaba libre de culpas. Por otro lado, Billie Joe comenzó a sentir cierta repulsión por aquella mujer que se encontraba en sus narices. No la reconocía en lo absoluto y por muy dentro la comenzaba a odiar.

- Si no necesitas nada más, me retiro-. Comentó Emily dejando un par de billetes verdes sobre la mesa y arrastrando su silla hacia atrás.
- Espera, necesito saber más-. La detuvo Armstrong, cogiéndola del brazo.
- Para que… ¿para que sigas con tus sarcasmos?. No, gracias-.
- Te lo pido por favor-. Le rogó.- Ok, paro mis sarcasmos-. Lo miró con desconfianza, pero al final se dejó llevar y tomó asiento.
- Solo lo hago por mis hijos-.
- Está bien… pero estaría bueno señalar que ya no son solo tus hijos…-.
- Ok, ok, ok-. Lo interrumpió.- Nuestros hijos-. Escuchar esa frase de dos palabras le hizo sonreír al unísono. “Y pensar que nunca se me pasó por la mente que pudiera suceder”.
- Prosigue-. Comentó Billie con cierta sonrisita sarcástica que él muy bien sabía que Emily odiaba, pero tan solo verla enojada se sentía triunfador. Colocó los brazos cruzados sobre su pecho y se reclinó en la silla.
- En resumen. Cuando supe que estaba embarazada no supe que hacer. Ni mis amigos, a quienes les deposité mi entera confianza supieron de lo que me pasaba, solo Matt que por casualidad estuvo conmigo en el hospital y que me ayudó a enfrentar a mis padres, sabía.
Las cosas en mi casa cambiaron completamente. Mamá me encerró en casa y no salí hasta cuando me llevaron al aeropuerto. Tomé un avión hacia Italia y no salí de ahí hasta que me mejoré y tuve a los pequeños.

“Aquella mañana me levanté con dificultad ya que la panza era una completa sandía y el ombligo parecía un puntito de flor. Aún así me quité las mantas de encima y busqué por entre la oscuridad las zapatillas de levantarse.

Hacia una semana que me había escapado de casa de mi tía junto con Matt. Más bien, el mismo día que él se me apareció frente a mí con aquel ramillete de flores tomé la decisión de irme de ahí. Vivíamos en la pensión en el cuarto junto al de Jeremy para más precaución en caso de que la panza ya se me reventara y tuviera que ir directo al hospital.

Tanteé las cosas para no chocar con ellas y así llegué al interruptor de la luz. El cuartito era una pequeña habitación en donde entrabas por la puerta principal y te topabas con la cama, un mueble para dejar la ropa y una mesita con un florero vacío. En otra lugar más pequeño que el anterior estaba la cocina en donde no podía caer más de dos personas dentro de ella; tenía lo esencial: La cocinilla de dos platillos conectada a un galón de gas mugriento, un pequeño refrigerador del año en que las manifestaciones pacíficas en los EE.UU cobró vida propia, y una estantería blanca en donde no había mucha loza pero que la puerta había que sujetarla con un alambre para que no callera. Y el baño, que se encontraba al otro lado de la cama.
Todo sin puertas por lo que una vez que nos entregaron el cuarto Matt se encargó de colocar una cortinita en cada acceso de la habitación.

No recuerdo que horas serían pero era temprano porque aún la luz del sol no se colaba por la cortina de visillos.
Caminé con los pies arrastrados hacia la cocina y saqué desde la estantería una taza. No era de esas que les daba por comer cosas extravagantes, sino más bien era tan sencilla para mis gustos que más de algún reto de Jeremy recibí al no llamarlo por las noches y pedirle que me trajera algo. A veces me daba miedo su reacción, pero a las finales terminaba con un ataque de risa.

Abrí el refrigerador y saqué la caja de leche que aún existía en casa. Me serví un poco en la taza y el resto lo devolví al refrigerador para que en la mañana Mathew tuviera algo que comer antes de ir a trabajar con Don Giorgio en su puesto de diariero.
Absorbí con gusto aquel líquido hasta que me lo serví todo, pero algo dentro de mí comenzó a dolerme.

- Matt…-. Susurré sujetando firmemente mi vientre haciendo que la taza hiciera contacto con la cerámica rústica. No me había escuchado ni el golpe de los vidrios rotos.

Caminé con las piernas juntas cruzando con dificultad la cortinita que separaba la cocina de la habitación.
Matt ni se inmutaba en levantarse. Desde que había entrado a trabajar con Don Giorgio no tuvo descanso alguno y algo de pena me dio al tener que molestarlo con aquel estúpido dolor.

- Matt… ayuda-. Repetí más fuerte aún asiendo que esta vez si me escuchara.

Miró largamente frente suyo y cuando volvió en si posó su mirada en mí. Abrió los ojos como platos y de un solo salto se destapo y salió de la cama.

- ¿Qué pasó?-. Me preguntó alarmado mientras me ayudaba a sentar en la orilla de la cama.
- No lo sé. Me levanté a tomar algo de leche y de repente…-. No pude seguir hablando porque sentí un desgarro en mi interior que me forzó a expulsar un quejido agudo.
- Respira… llamaré a Jeremy. No te desmalles, ¿sí?-. Comentó asustadizo. Asentí efusivamente para que notara que tan mal no estaba. Se acercó rápidamente a mí y me besó la frente.

Los segundos se me pasaron como una eternidad de tortura entre que Matt había salido a buscar a Jery y que éste se pareciera por el cuarto.
Me miró fijamente a los ojos y me decía cosas que no entendía por ponerle más atención a los dolores y al deseo de que sacaran pronto a mis bebes.

La ambulancia no llegó nunca –según Matt- por lo que rápidamente me vistieron con la bata de dormir, los pantalones que exclusivamente había dejado para la ocasión y mis zapatillas de levantarse. Entre los dos me bajaron por la escalera de la pensión, sin dejar de pensar si algo no había echado en el único bolsito de bebé que había podido comprar con el dinero que mi papá me mandaba mensualmente.

Tomamos un taxi hacia la calle principal. Jeremy trataba de orientar en perfecto italiano al chofer del taxi mientras que Matt me susurra al oído que respirara, que después que pasase esto no volveríamos a vivir en aquella pensión porque no habría espacio para los pequeños, que me quería y que no dejara de pensar así no me desmallaría del dolor. Los últimos minutos antes de llegar al pabellón son confusos. Sé que cuando llegamos me recibieron rápidamente, me colocaron en una silla de ruedas y me trasladaron a una habitación en donde me acostaron y esperé hasta que una anciana enfermera vestida de blanco completo me hizo girar de costado y me clavó algo en la espalda. Era tanto el dolor que sentía dentro de mí que no sentí el pinchazo.

- Mi… mis bebes-. Susurraba con lágrimas en la garganta, rogando de que alguien ya los sacara y que parara el dolor que cada vez eran más fuertes.

La entrada al pabellón es un recuerdo confuso. Las luces me pegaban justo al rostro y no pude ver nada, además el desgarró por dentro me cegaba de dolor. Sentí un par de pinchazos en mi mano y la voz ronca de un hombre con la boca tapada por una mascarilla.

- Debemos hacer cesárea, son gemelos-. Escuché que decía la voz de una mujer.
- Es muy joven-. Le oí decir a otro en completo italiano.
- No importa, se recuperará-.

Después la cabeza me giró y caí en un completo sueño.


- Vamos amor, abre los ojos-. Escuché que susurraban dulcemente en mi oído. Abrí minuciosamente los ojos y me topé con la cara de Matt envuelta en una sonrisa extensa y los ojos brillantes.
- ¿Do-dónde estoy?-. Dije a penas con la garganta apretada y seca.
- Estas en el hospital-. Me respondió con la misma dulzura anterior mientras me acariciaba los cabellos que tenía sobre la cara.- Los pequeños están bien, no te preocupes-. Dijo antes de que pudiera abrir la boca para preguntar por ellos.
- ¿Y Jeremy?-. Matt me hizo un gesto con la cabeza indicando hacia mis espaldas. Lo vi echado en el sofá del cuarto con las manos cruzadas en su pecho y con una pasividad en su rostro.
- Dormiste casi ocho horas. Ya nos tenías preocupados-. Dijo con buen humor.- Son hermosos-.

Me sonreí al escuchar que había podido verlos. Las ganas de salir de aquella cama y verlos por mis propios ojos me hicieron carcomer las ansias.

Se demoraron un poco en entregármelos porque aún no habían avisado que por fin había despertado de la anestesia. Matt estuvo calmándome cada cinco minutos y cuando Jeremy despertó de su larga siesta fue el encargado de distraerme, olvidándome por un instante de las ansias que tenía de tener a mis bebes en brazos.

Escuché abrir la puerta y el llanto de uno de los bebes. El corazón se me apretó y una que otra lágrima resbaló por mis mejillas mientras la misma enfermera que se encargó de prepararme para el pabellón entraba con dos cunas con ruedas. Llevaban la ropita que había podido comprar con algo de dinero que ahorré mientras vivía con mi Tía; La niña –la reconocí por su gorrita rosa- llevaba un pijama amarillo y aún dormía plácidamente mientras que su hermano –no tenía gorrita- era quien entraba llorando y dando manotazos al aire.

- ¿Cómo está la mami?-. Le entendí a la viejecita quien me sonreía con entusiasmo.
- Bien, gracias-. Le respondí yo sin despegar los ojos de las criaturas que ingresaban a la habitación.

Me senté en la cama y me preparé para recibir a la pequeña quien aún no despertaba y que su pecho subía y bajaba progresivamente, tratando de mandar aire a los pulmones nuevos. Era blanca como la nieve y sus pequeños cabellos rubios no se distinguían tanto en su piel tersa. La acomodé en mi brazo derecho y la dejé descansar mientras recibía al varón que no paraba de llorar y dar manotazos con sus minúsculas manitas. El llanto me desesperó un poco pero en unos segundos tomó la misma actitud de su hermana, solo que trataba de abrir sus pequeños ojos. Era igual a la pequeña, solo el detalle de la gorrita los hacía diferente.

Levanté la mirada hacia Mathew quien no despegaba los ojos desde mis brazos, contemplando a los pequeños con miedo y con amor.

- ¿Cómo se llamaran?-. Oí que decía la enfermera, interrumpiendo mi escaso análisis de la actitud de Matt. Volví la mirada hacia los bultitos que estaban en mis brazos y me sonreí.
- Charlotte y Nicholas-. Dije decidida”


Ambos se quedaron callados por largos minutos. Emily volvió a su extraño tic y comenzaba a destrozar las servilletas de papel. Sabía que había hablado lo que por tantos años se había guardado.
Billie en cambio, no era capaz de levantar la mirada y verla a los ojos. De tan solo verla la mirada de aquella Emily que conoció hacía cinco años se perdía profundamente en la mirada que hoy tenía la chica que estaba frente de él.

El café de ambos se había enfriado y las galletas estaban aún sin tocar, intactas y tal cual como lo había dejado la mesera.

El silencio le carcomía la impaciencia. Ya había dicho todo, no tenía por qué quedarse ni un minuto más sentada frente a aquel tipo que no era capaz de articular palabra alguna.
Tomó su bolso con cuidado y arrastró la silla dejando el espacio suficiente para poder pasar su cuerpo e irse de la cafetería. No se inmutó en mirar por sus hombros ni cuando apretó la palanca y empujó la puerta para salir.

Pasó por la mesa que antes había estado sentada desde el otro lado de la vitrina por y de reojo observó a Billie Joe con ambas manos sobre la cabeza y sus cabellos tirantes entre sus dedos. Negó escasamente y siguió caminando por las calles, que a esa hora ya estaban deshabitadas.



No recuerdo bien cuanto tiempo estuve de más en la cafetería. A lo mejor me había ido cuando los empleados del lugar habían terminado su turno. Han pasado tantos años ya que es poco lo que puedo recordar, pero haré el esfuerzo.

Llegué al departamento que por gracia no quedaba tan lejos de la cafetería donde me había reunido con Emily aquella oportunidad. Me fui caminando y recuerdo que las calles estaban escasamente iluminadas pero yo no me daba cuenta, caminaba como un hombre sin alma… Nunca había recibido tamaña noticia, ni cuando supe que iba a ser padre por primera vez me había puesto tan pálido y libido. Así mismo recuerdo haber pasado a un bar de esos que solo encuentras por mera casualidad y perdí mi conciencia plenamente.

A la mañana siguiente desperté como nunca antes lo había hecho. La boca me sabía a completa basura y la cabeza no dejaba de doler y darme punzadas que me impedían volver a cerrar los ojos. El sonido del teléfono agravó más aun mi estado obligándome a parar rápidamente y coger en tubo para que cesara el maldito ruido.

Había sido Mike quien insistentemente había estado llamando a mi celular y luego al departamento. Se oía preocupado, pero una vez que logre decir algo se pudo calmar un tanto.

La conversación no fue muy larga, pero me sirvió para recordar que la noche anterior y con todas esas copas de más en mi sangre me había puesto a llamar a los chicos y colocarme a llorar como nena por teléfono contándoles lo que me había pasado no solo aquel día sino el porqué, luego de cinco años una chica había renacido de la tierra, trayendo consigo unos bebes que hasta ese entonces no tenía idea.

Las cosas se estaban complicando más de lo que esperaba y con la llegada de los pequeños a mi vida, la cosa giraba completamente y se trasmutaba a ellos.

lunes, 31 de octubre de 2011

Capítulo 13: No me lo esperaba.


Se afirmó de la baranda de la escalera, bajando cada escalón del avión con sumo cuidado. No paraba de mirar a su alrededor, y pensar que hace unos días estaba en Los Ángeles disfrutando de aquel encuentro tan extraño con su hermana. Ahora, solo le quedaba la esperanza de que en alguna oportunidad cuando ya no tuviera clases y que si su padre se lo permitía, darse una pequeña vuelta por Nueva York y que sus hijos pudieran conocer a Sofía.

Pisó el último escalón y calló en la idea de que había llegado a la ciudad en donde su familia estaba. A lo mejor estaría Chuck y Nick detrás del ventanal de recepción esperándola o a lo mejor solo Matt o más bien… ¿Sería posible que aquella persona estuviera esperándola, ahí?. Rápidamente agitó la cabeza para quitarse aquella idea.

- Vamos-. Escuchó a sus espaldas y una mano se posó sobre su hombro. Giró levemente la cabeza y le sonrió a Jeremy. Asintió con la cabeza retomando el paso hacia la ventanilla de vidrio.

Esperó sentada junto con Jery a que alguien apareciera para que los pudiera llevar a sus respectivas casas. Nada.

Miró la hora desde un viejo reloj de pared colgado sobre la recepcionista. Hacía ya más de una hora que Matt o alguien debía de haber llegado a retirarlos. ¿Le había dado bien la fecha de llegada?; ¡Claro que sí!. Con un suspiro cansino se acomodó en su asiento y volvió a mirar el reloj de la pared.

La recepcionista que estaba debajo de aparatito del tiempo no paraba de masticar el chicle a media boca abierta, absorta completamente de que había gente que la observaba. Ojeaba distraídamente una revista de novias, por curiosidad Emily la quedó mirando y se sorprendió aún más ya que no debía tener más de cinco años menos que ella. Aquella chica pensando en casarse y por otro lado… Emily, reacia a la idea de aquel compromiso solo de papel, como lo llamaba ella. No creía en eso, incluso en más de una oportunidad discutió con Mathew por aquel temita. Él quería casarse con ella, pero Emily con su qué siempre se negaba a aceptarlo. Decía que solo era un jueguito de papel y que casándose no podrían mostrar más amor del que ya tenían, pero Matt reacio a escuchar un no le contrarrestaba diciendo que así el estaría más seguro. Pero nada hacía cambiar a Emily.

Quizás, alguna esperanza oculta en lo más interior le negaba a poder aceptar a Matt.

- ¿Por qué no nos vamos, Emily?-. Preguntó Jeremy sentándose bruscamente a un costado de la chica, aburrido de tanto esperar.

- Porque no tomas tú un taxi, yo lo pago-. Respondió ella.- Me quedaré esperando un poco más-.

- ¿Estás segura?, mira que puedo acompañarte-.

- No Jery. Debes estar cansado y no quiero aburrirte más. Vete que estaré bien-. El chico sonrió y se acercó a Emily dándole un dulce beso en la frente, tomó sus maletas, Emy le acercó algo de dinero y lo vio cruzar la última puerta de vidrio.

Estar en el sillón del departamento acostado con los pies doblados y con la cabeza algo chueca no era una buena idea de dormir, pero el único lugar agradable en donde podía reposar. La cama se le hacía inmensa y tampoco quería hacer mucho más desorden de que ya había dejado. No quería que la señora que hacía el aseo terminara enloquecida con tanto esparramo de cosas en el suelo.

Miró la hora en su pared. 12:34 de la tarde. Con algo más de ánimo se paró del sofá y caminó arrastras hacia el baño. Miró su cara por el espejo y se espantó un poco al ver aquel viejo, con la barba un poco más larga de lo habitual y unos ojos demacrados. Sonrió para ver si de algo le servía pero de la boca tan solo salía una mueca tosca.

Anteanoche había recibido un sobre desde Oakland, al principio se extrañó por aquél paquete, pero después de abrirlo y leer con detenimiento su contenido su cara se desfiguró en una mueca de pena. Sabía que ahora si era lo definitivo. Había recibido los papeles del divorcio definitivo con Addie… SU Eighty. Tomó el sobre y los papeles y con un solo arranque los rompió y estos fueron aparar al basurero. Alcanzó las llaves del departamento y de un golpe certero cerró la puerta detrás de sí.

Alcanzó su cepillo de dientes y con desgana se lavó la boca. Segundos después el sabor amargo había desaparecido pero el rostro seguía tan mal como hacia tres días.

Se quitó la poca ropa que tenía encima y se metió a la ducha. Con algo más de valentía dio el paso del agua fría y con uno que otro gritito por lo frío que estaba el agua se bañó y se afeitó la tosca barba que se había dejado crecer sin querer.

Cerró el paso del agua y se envolvió en una toalla. La cara de algo había cambiado de regreso al espejo, pero esas bolsas negras debajo de los ojos no habían cesado.

Caminó hacia la pieza y tomó lo primero que encontró para vestirse. No tenía panorama así que le dio poca importancia a como lucía. A lo mejor saldría a comprar algo de comida china y un pack de cervezas; a lo mejor llamaría a sus hijos para saber cómo están; a lo mejor sus amigos lo llamarían para saber si aún está vivo; a lo mejor tenía la oportunidad de ver hoy a Emily…

- ¡Emily!-. Espetó en un grito ahogado. Se le había olvidado que justo hoy regresaba desde Los Ángeles. Un temblor repentino le hicieron flaquear las piernas y cayó de sopetón a la cama de colchas blancas.

Segundos después el tono de su celular comenzó a hacer ruido. Con algo de presentimiento empezó a buscar el aparatito. “¡No cuelgues… no cuelgues!”, pensaba mientras deba vuelta el colchón de la cama y revisaba por debajo de la cama. Se tocó los bolsillos de la chaqueta y los del pantalón; “Que imbécil”, se regañó interiormente al sentir que el ruido provenía desde los pantalones. “La Sra. Smith me matará”, pensó mientras recordaba a la pobre viejita que día por medio amablemente le iba a hacer un poco de aseo.

- ¿A-alo?-. Dijo al contestar su celular, algo agitado.

- ¿Hola?... ¿Billie?-. Preguntaron desde la otra línea; con algo de decepción al notar que era la voz de un hombre se relajó un tanto.

- Si, ¿Matt?-.

- ¡Claro!, ¿Cómo estás?-. “Con un poco de dolor de cabeza por la tomatera de hace unos días pero bien”.

- Bien ¿y tú?... ¿Cómo están los chicos?-. Un extraño impulso lo obligó a preguntar por las criaturas.

- Verás, dentro de todo están bien pero Nick está con algo de fiebre y debo ir al hospital con él…-.

- Puedo ayudar si necesitar algún favor-. Lo interrumpió Billie Joe

- ¿Enserio?... ¿Estás ocupado?-. Espetó algo incomodo Matt

- Claro que no, estoy de vacaciones… lo que más tengo es tiempo-. Le respondió en cambio risueño.

- No sé con quién dejar a Charlotte y además debí haber salido hace… quince minutos a por Emily al aeropuerto y no contesta el celular-. Escuchar el nombre de la chica hizo que su corazón comenzara a palpitar tormentosamente.- Que dices, ¿Puedes ir por Emily al aeropuerto con la niña?, te lo agradecería mucho-.

- No hay problema, salgo de inmediato-. Exclamó más que entusiasmado. Se despidió del chico y colgó el celular.

Era el momento que estaba esperando, después de ¿Cuánto?... ¿cinco o seis años?; ya no podía ni contar bien, solo pudo tomar la ropa de la cama que había tirado y la depositó sobre la cama, luego le daría una buena explicación a la Sra. Smith, tomó las llaves del departamento y las del auto –que hace poco se había arrendado porque no podía andar por la calle en taxi o simplemente caminando, cada media cuadra alguna jovencita lo hacía parar y le pedía una foto- y bajó hacia el estacionamiento.

En menos de lo esperado por Matt, Billie llegó a la dirección que le había señalado por teléfono antes de colgar. Le encargó a Chuck quien se sentó en los asientos de atrás con su peluche pegado al pecho, apenada por cómo había visto a su hermano gemelo y arrancó el auto dando vuelta en “U” para poder retomar la carretera y dirigirse ahora donde Emily.

- ¿Estará bien?-. Preguntó con la voz un tanto quebrada Charlotte. Billie la miró por el espejo retrovisor y la vio tan indefensa que algo dentro de sí le apretaba el corazón.

- Por supuesto que si… a muchos cuando están en su edad se enferman así como así-. Trató de tranquilizarla.- Ahora, tú debes estar tranquila porque por lo que sé tú y tu hermanito nacieron el mismo día-. La pequeña asintió efusivamente.- Bien, si estas relajada el estará igual… ¿Ok?-.

- Bien-. Espetó la pequeña entregándole una sonrisa semi perfecta por consecuencia de un dientecito que le faltaba.

Camino al aeropuerto y para que la pequeña se olvidara por un rato el estado de su hermano, Billie Joe le comentó sobre sus hijos y lo mucho que los extrañaba y comenzó a contarle anécdotas con ellos. Todo con la atenta mirada de la menor quien se maravillaba por las cosas que escuchaba.

Tardaron un poco en llegar ya que se había formado una cola de automóviles varados esperando poder pasar. Cuando ya lograron salir de ahí apretó el acelerador y en unos minutos estuvieron frente al aeropuerto. Desabrochó el cinturón a la pequeña y la cargó en sus brazos para no perder más tiempo con los pequeños pasitos que ella daba.

El aeropuerto estaba un poco congestionado de gente y se les hizo un poco difícil atravesar y buscar a la vez a Emily. Chuck, afirmada fuertemente del cuello de aquel señor que de a poco comenzaba a caerle bien y con su osito colgando del brazo estiraba fuertemente su delgado cuello para poder divisar a su madre. Hasta que, en uno de los asientos de al fondo creyó verla, con una chaqueta negra y un gorro de verde muy chillón que llamaba un tanto la atención.

- ¡Ahí esta!-. Le indicó Charlotte a Billie quien al momento de oírla giró rápidamente la cabeza hasta donde apuntaba la pequeña. Ahí estaba, tan perfectamente imperfecta y tal cual como lograba recordarla.

Respiró hondamente y apuró el paso hasta llegar a una distancia en donde bajó a la menor de sus brazos y le resguardó el peluche, mientras ella corría desesperada hacia su madre.

La vio lanzarse hacia ella y asustarla un tanto, vio como se abrazaron y de cómo la pequeña no la soltaba mientras Emily le tocaba su larga cabellera de rizos castaños. La vio preguntarle algo y de cómo la pequeña apuntaba donde él mismo estaba. Sintió que su corazón se había detenido por unos instantes y que sus pulmones no funcionaban en el momento en que Emily posó sus ojos en su persona. La observó con detenimiento mientras ella con unos sus ojos delineados entreabiertos a más no poder tomaba la manito de su hija y se quedaba estática.

Charlotte no entendía en ese entonces que era lo que pasaba entre aquellos adultos, no hasta que se enteró meses después de la historia de ellos.

Apretó la mano de su madre y la hizo avanzar mientras no dejaba de despegar la vista de aquel tipo algo más pasado en años, pero que aún guardaba su tan indiferente mirada que años antes la habían hecho caer. “¡Regresa Emily por todos los santos!”, escuchó desde su interior y en un par de segundos bajó la vista. Le sonrió a su hija y caminaron hacia Billie Joe.

Ninguno de los dos sabía qué hacer. Él por su parte sintió el deseo de abrazarla pero al momento de acercarse ella dio un paso hacia atrás agachando la mirada.

- ¿Por qué viniste tú?-. Interrogó Emily mirándolo con todo el odio del mundo. No podía controlarlo, no aún.

- Es… es algo complicado, deja que Matt te explique. ¿Sí?-. Se defendió él, mientras se pasaba la mano desocupada por la nuca.- Es-estas cambiada-. Añadió sumiso en sus pensamientos, tratando de encontrar aquella Emily de dieciocho años, de pelo liso y negro, risueña por cada tarugada de él mismo hacia y que siempre buscaba una escusa para poder abrazarlo. Ahora, se encontraba a otra… una mujer por todos lados, su corte de cabello era algo tosco y el color había cambiado a un rojizo oscuro, su mirada era de completo rechazo y alejada completamente.

- ¿Dónde están?-. Le preguntó Emily a su hija, viendo que Billie no tenía cabeza para responder.

- Nicholas esta enfermito-. Respondió Chuck.

- Matt lo llevó al hospital, pero…-.

- ¡AL HOSPITAL!... ¡QUE LE PASÓ!-. Exclamó horrorizada ahora mirando al tipo que estaba parado en frente de ella.

- No te preocupes, es solo fiebre… por eso Matt me llamó. No tenía a nadie más-. Espetó haciendo una morisqueta con la boca.

- ¿Cómo quieres que no me preocupe si es MI hijo?-. Preguntó sarcásticamente con obvia furia.

- ¿Cálmate si?, estas poniendo nerviosa a Chuck-. Le tranquilizo Billie acercándose unos pasos a la chica.- Toma-. Le acercó el celular y se lo colocó en las manos-.

- No gracias, tengo el mío-. Dijo fría Emily, sacando el propio aparato

- ¿A si?, deja informarte que tu novio estuvo llamándote y nada que contestabas-.

- No tengo señal-. Dijo ella mientras trataba de hacer algo con el celular algo incomoda por la situación. “Relaja un poco”.

- ¿Lo aceptas?-. Preguntó triunfante Billie mientras le acercaba otra vez su celular. A regañadientes tomó el aparato y marcó el número de Matt mientras se alejaba para poder conversar con él tranquila.

- Quédate aquí, ¿bien?-. Le aconsejó a su hija mientras se alejaba completamente.

- Ven-. Espetó Billie a la menor viendo como Emily se alejaba unos asientos más allá. Tomó por los aires a la menor y la acomodó en sus brazos.

- ¿Qué le pasó a mamá?-. Preguntó sin comprender la situación, con su vocecita chillona y con una inocencia propia de la edad.

- Es una reacción que todo adulto tiene cuando sabe que uno de sus hijos está enfermo, pero se le pasará… no te preocupes-. La pequeña asintió escasamente y volvió a apoyar su cabeza por sobre el hombro de Billie, con su peluche en una mano.

Observó cada movimiento de Emily al momento de poder hablar con Matt. Nunca se esperó poder verla con esa reacción, tan sobre protectora y apegada con sus hijos. Aquella frágil característica lo motivaba a estar a su lado y poder consolarla, pero era de suponer que no esperaría una reacción tan buena.

Sintió; por otro lado, que la pequeña Charlotte se acomodaba entre sus brazos y una sensación de esas que tenía cuando Joseph –a cierta edad- o Joey se sentían mal por algo y él cuando tenía la oportunidad de estar a su lado, los abrazaba hasta que se quedaban dormidos.

Pensó; en cierto grado de desconexión con el mundo, que aquella creatura que ahora estaba sujetada en su cuello podría tener algún parecido a él. Se imaginó que si todo hubiera sido al revés y que sea quien sea que fuera el padre de aquellos pequeños no existiera, los niños serían de él y de aquella mujer que estaba a una distancia que ni él podía escuchar la conversación telefónica.

Agitó vagamente la cabeza al tiempo en que Emily se paraba desde el asiento, con la cabeza semi agachada y con el aparato en una mano. Caminaba hacia ellos.

- ¿Po-podrías llevarme al hospital?-. Espetó al llegar hacia ellos, con algo de vergüenza por cómo había sido con él hacia tan poco tiempo.

- Claro, vamos-. Respondió él en cambio, parándose de un salto y aún sujetando a Chuck entre sus brazos.

No tardaron tanto en llegar al hospital que Matt le había indicado a Emily por teléfono. El tráfico ya se había arreglado por la carretera y la llegada a la ciudad no había sido tan caótica como cuando tuvieron que salir.

Bajaron del auto en completo silencio, siguiendo con la misma actitud hasta cuando tomaron el ascensor y Charlotte, perdida en su mundo comenzaba a preguntar o a comentar, cosa que tanto Emily como Billie Joe se lo celebraban con una tosca sonrisa. Llegaron hasta una sala de paredes blanca, en sus rincones unos sillones de azul que destacaban al momento de entrar y por otro, la recepción del pasillo, en donde Emily llegó a preguntar por su hijo.

- Ahí está Matt-. Indicó la menor, indicando por uno de los pasillos conectados con la recepción del piso. Se veía a alguien sentado en una silla plástica de azul igual al de los sofás, con la cabeza gacha y con algo entre las manos.

Al momento de poder reconocerlo, Emy corrió tras él. La escenita no fue nada agradable para quien no era de la “familia”. Billie Joe se hizo unos pasos más atrás, esperando que alguien pudiera tomar su atención, pero nada.

- ¿Cómo sigue?-. Interrogó Emily a su novio, después de poder soltarse ambos de un fuerte abrazo.

- Igual a como te conté por teléfono. Solo tiene fiebre alta y están tratando de bajarla-. Explicó sin mayor detalles.- Me dijeron que nos iban a llamar en caso de que algo pasara… cálmate-.

- Lo estaré hasta que pueda verlo-. Rugió ella en cambio, sin mayor cambio en el estado de ánimo.

- Bien, yo… creo que debo irme-. Interrumpió Billie Joe, un poco incomodo por la situación. Emily lo fulminó con la mirada. “Espero que no se acuerde que debo…”

- Muchas gracias Billie, de verdad… me salvaste la vida-. Exclamó agradecido Matt, ignorando por completo la mirada que su novia posaba en aquel hombre.

- No hay de qué-. Sonrió efusivamente a ambos y luego posó la mirada a la pequeña que no se separaba de su peluche.- Pórtate bien, ¿sí?-.

- Si-. Espetó ella sin despegar la boca del muñeco.

- Oh, se me olvidaba… me debes una charla-. Agregó antes de dar media vuelta, ignorando por completo la mirada furibunda que Emily le daba.

- Nos salvó hoy, ¿eh?-.

- Ni que me lo esperaba-.Espetó Emily, perdiendo por completo el paso de aquel tipo. Tan cerca y lejano a la vez de su vida.

Quien lo diría.