domingo, 17 de abril de 2011

Capítulo 4: ¿Broken Heart?



Se paró del sofá, dejando escapar un sonoro suspiro y caminó en círculos tratando de encontrar que hacer en casa. “Si que soy una extraña acá”, pensó con disgusto. Avanzó por el pasillo hasta la cocina, abrió la nevera con la intención de sacar algo para comer, pero algo le hizo llamar poderosamente la atención. Un pequeño papelito pegado en ésta con la letra de Matt en ella. Lo tomó mientras cerraba la puerta y lo leyó en voz alta. Era una lista de compras. Se sonrió al darse cuenta lo organizado que llegaba la casa Matt.

Una idea fugaz pasó por su mente, “Algo para distraerme, ¿no?”, pensó ya decidida con lo que iba a hacer.

Se miró al ver que tal estaba –llevaba una tenida deportiva- y viendo que no estaba mal tomó las llaves del auto y con la lista aún en la mano salió de la casa.

Las calles de Nueva York eran nuevas para Emily. Por lo mismo, trataba de manejar lo más cuidadosamente posible por las avenidas que escasamente reconocía.

Miró el reloj de su muñeca. 13:38 de la tarde. “Aún los chicos no salen de clases”, pensó al mismo tiempo que doblaba en la 5ª avenida.

¿Quién podía pensar siquiera en que ya pasarían los años y que vería a sus hijos ir a la escuela?, ¿Cuándo había sido el día en que dieron el estirón de su vida, dejando atrás los pañales y los biberones?. Pues al parecer nadie… ni siquiera Emily podía hacerse la idea de que sus hijos estaban creciendo, que en algún momento de sus vidas quieran ir a casas de sus amiguitos o que ya más mayores, poder salir con sus respectivas parejas. Pero no fue eso lo que realmente la preocupaba. Le daba miedo cuando, por tan solo curiosidad de alguno de los dos, preguntaran por su padre.

Al tan solo pensar en esa posibilidad, se le formó un hondo nudo en la garganta.

Por que era la mismísima realidad: Sus hijos debían saber quien era su padre y este mismo debía saber que existían. “No, nunca… por que nunca lo volveré a ver”. Pensó regañándose al tan solo recordar que podía hacerlo.

Diez minutos después, pudo dar al fin con el dichoso supermercado. Estacionó lo más cerca posible del establecimiento y descendió desde el auto. En una mano llevaba la lista con la letra toda desprolija de Matt, mientras que en la otra las llaves del auto.

Releyó la lista de alimentos y tomó un carrito para la búsqueda de estos.

Sal, azúcar, fideos, arroz, 450gr. de carne, variedad de sopas y jugos, salsa de tomate. Etc. Todo muy bien escrito según la sección en donde se encontraban, lo que le hizo el trabajo más fácil a Emily. Ya una vez obtenido todo lo de la lista, se acercó a la caja para pagar.

La fila era un tanto larga, por lo que no le quedo de otra más que esperar. Mientras lo hacía, era inevitable para ella ver lo que la demás gente realizaba.

Una pareja por un costado, revisando una y otra vez el carrito. Más allá un hombre de facha robusta colocando paquetes tras paquetes de cervezas. Eso la hizo sonreír.

Por último un menudo hombre a la misma distancia que ella de la fila, mirando de un lado a otro como ella lo hacía. Sus lentes negros no dejaban entrever su rostro, pero se veía que estaba muy intranquilo ya que no paraba de mover su pie izquierdo. Su vestimenta era para llamar mucho más la atención a Emmy: Jeans negros, una posible polera blanca –desde la posición de Emmy era imposible ver bien- y una chaqueta negra por sobre la polera.

No sabía por que razón no podía dejar de verlo… ¿era cierto misterio que de él emanaba?. No lo sabía.

Con ambas manos sujetaba la manilla del carrito, que si hubiera sido más fuerte, la hubiera roto.

Billie estaba en la fila para pagar luego sus compras. Trataba de hacerse notar lo menos posible, pero su ansiedad de querer salir de ahí lo podría delatar. Por lo mismo, de vez en cuando inhalaba y exhalaba bocanadas de aire para calmarse.

De pronto, una mirada dirigida a él lo hizo colocarse tenso. Cierta mujer, acentuada casi a su misma posición lo miraba distraídamente. “cagué”, pensó de inmediato. ¿Qué nunca podría ser alguien normal, que va a comprar en forma normal y que como toda persona, pueda salir normalmente a la calle?, pues sabía que la respuesta era un simple… no.

Trató de controlarse y verse relajado. Aquella chica lo había puesto mal… quizás pudiera ser alguien conocido y que por casualidad lo haya reconocido, quizás sea una fanática que al reconocerlo, mejor lo dejaba tranquilo. No, definitivamente la opción uno era la más lógica que podría él elegir.

Como si lo encontrara lo más divertido, comenzó a mirar por el rabillo del ojo hacia aquella mujer. No debía de tener más de 25 años, 26 a lo máximo. Su contextura delgada la hacia ver débil, pero su mirada… su mirada algo señalaba que era todo lo contrario. Pero su postura le hizo llamar más aún su atención. Su pié cruzado con el otro y el cuerpo levemente inclinado hacia atrás le hizo alusión a como solía pararse Emily cuando ella miraba como tanto él y Sofía jugaban… “Soy tan idiota”, pensó regañándose por si quiera pensar en ella. No podía serlo…. Ella estaba viviendo ya muy lejos de él.

No entendía ni una m.erda de lo de la carta. Caí de sopetón al sofá, sin siquiera cerrar la puerta. Ya la había leído, pero estaba tan centrado en otra cosa que tuve que releerla. ¿ Qué era eso de si es que de verdad piensas hacerlo?, acaso… ¿acaso me estaba dejando?.

Una sensación abrumadora me recorrió el cuerpo, pensando en que podría ser una broma y que en escasos segundos ella podría cruzar el umbral, tirarse sobre mi y poder sentir al fin su compañía. Me engañaba por que sabía como era Emily. Lo que no me cabía en la cabeza era el por que.

Miré la hora en mi celular… 13:34 de la tarde. Aún podría alcanzar a preguntarle a su amiga que idiotez era esa.

La sola idea de verla en la escuela fue mi motivación para pararme, tomar las llaves del auto desde la mesita de recepción y correr escaleras abajo.

Tomé el volante del auto, pero no podía hacer nada. Los nervios me mataban.

Me concentré y respiré hondamente, tratando de controlar mis impulsos y poder manejar hasta el colegio, llegando sano y salvo.

Estacioné a las afueras del recinto –ni siquiera me di el lujo de escuchar la voz del portero que estaba a las fueras de este- y caminé apresuradamente, empujando la puerta de vidrio y entrando a los corredores principales.

Por suerte aún estaban el receso. Suerte por que no estaba con ánimos de entrar a su sala y verificar si estaba ahí, no quería cometer ninguna locura. Busqué por sobre la cabeza de la demás gente, tratando de dar con la amiga de Emmy. “esta es mi suerte”, pensé disgustado al ver que no aparecía. Hasta que ¡bingo!, la divisé en uno de los asientos de la gradería, comiendo una manzana y mirando distraídamente hacia el patio central.

Me recordé que debía ser discreto y avancé hasta ella.

- ¿Te molesta que me siente?-. Pregunté estando a su lado. Me miró con los ojos levemente abiertos, dejando a medio morder la manzana.

- N-no-. Respondió ella, casi perpleja al verme.

Le sonreí

- Ne-necesito hacerte una pequeña pregunta-. Dije tras minutos de balbuceos… no sabía que m.erda decir.

Se quedó observándome durante un buen tiempo, con los ojos semi cerrados y con un misterio que me hizo poner más nervioso aún. ¡Era solo preguntar!.

- Dime-. Dijo luego.- para que soy buena-.

- Bueno… lo que pasa es que, es que estoy tratando de localizar a Emily-. Solté ya después de trastabillarme la lengua.- Es sobre lo de la obra…-.

La chica asintió afirmativamente.

- Me dijo que podría ser que la buscaras por eso-. ¿Podría?, ¡jo!.- Ella se fue-.

La punzada que me dio en el mismísimo corazón fue sorpresiva. ¿Cómo era que se había ido?, al parecer, la carta no era broma.

- ¿Se fue?-. Repetí en voz alta, recalcándomelo.- ¿A-a donde?-. Dije perdiendo un poco la paciencia. No podía ser

- No tengo idea… solo me dijo que su padre había tenido problemas acá con su trabajo y eso… -. Dijo ella, encogiéndose de hombros.- Me parece que se iba a Europa-.

No lograba entender el por que de la sorpresiva huida. Esa no era la Emily a la que conocía. Si tenía un problema conmigo debía decírmelo, aun que en lo más hondo de mi ser no quería que se fuera. Ya me había acostumbrado a su presencia. No lo creía.

- Muchas gracias-. Le dije a ella, con cierta sonrisita torcida.

Minutos después me alejé de las graderías, comenzando a caminar lentamente. Llegar hasta mi auto se me hizo una completa eternidad.

Una vez adentro, no pude controlar los impulsos, vaya que si que los aguante. Golpeé una y otra vez el volante, tratando de desquitarme con algo. Buscándole las respuestas con la simple violencia. ¿Qué m.erda me pasaba?, no lo sabía.

Respiré hondamente, dejando de lado los fuertes pulsos que de mi mano ejercían, por los mismos golpes dados al volante. Me concentré en que debía manejar lo más bien posible, no quería terminar tendido en la acera. Oh no.

No supe que hacer ni donde ir. Ya prácticamente no me importaba nada si a ella ya no le importaba. Era una incógnita escrita en mi memoria. No se como, cuando ni el por qué llegué a las afueras de su casa. Tenía la leve sospecha de que algo pasaba… el presentimiento suele ser la más sabia de las verdades.

Esperé sine entender que hacia ahí. Era un tipo de autodestrucción masiva que yo mismo me provocaba. No debía de sentirme tan agobiado, pero aún así lo sentía… y cada vez; cada segundo, minuto, hora, días, meses, incluso años no dejaría de sentirme así.

Las horas pasaban y yo seguía ahí, con la mínima esperanza de verla aparecer desde su puerta, pero nada. Estuve a punto de darme por vencido y dejar que todo siguiera su rumbo, pero al ver que alguien doblaba hacia la entrada de su casa. El corazón volvió a golpearme fuertemente. Me acomodé en mi asiento para poder ver mejor y observe.

Vi al chico acercarse al timbre y oprimirlo, mirar por ambos lados impaciente por algo y ya… después, después prefiero no recordarlo de un modo muy agradable.

Emily había salido desde el interior de la casa. Se veía tan hermosa que de tan solo pensar que estaba cerca de mío, el impulso de salir del auto y correr para poder estrecharla contra mí me invadió por completo, pero no todo era lindo. La vi acercarse al chico y darle un sutil beso. ¿Corazón roto?, podríamos decirse que si.”

Desvió la mirada de aquella mujer que le inspiraba todos aquellos recuerdos. Se regañó mentalmente por haber siquiera mencionado su mente, ¿es que acaso no podía vivir sin mencionarla?, ¿es que por algún momento de su vida dejaría de pensar en ella?, pues al parecer no.

Avanzó los pocos pasos que le quedaban, tomando así su oportunidad de entregar los productos de su carrito y pagarlos. Le entregó a la cajera – que por lo demás era muy joven- el dinero que le había costado toda la compra, como una forma de poder distraerse leyó la placa que contenía su uniforme “Usted es atendido por Carla”, se sonrió negando débilmente la cabeza, tomó las respectivas bolsas y miró por última vez hacía la chica. Le sonrió amargamente. “Claro, si fuera ella, yo sería Peter Pan”, pensó con cierta gracia ya avanzando hacia el estacionamiento.

No había podido quitarle los ojos de encima a aquel hombre de aspecto misterioso. Presentimiento loco, o absoluta paranoia, no lo sabía. Vio como aquel la observaba desde ya muy lejos de ella. Incluso le dio la sensación de haberle sonreído. “Ya para Emily”, se dijo mentalmente, tratando de controlarse un poco.

Esperó un poco más en la fila, hasta que fue su turno. Colocó los productos en la bandeja movible, esperó a que la cajera pasara las cosas hacia el otro lado y pagó. Tomó las bolsas y caminó hacia el auto.

La sensación que la había dejado aquel hombre la hizo esperar un poco más en el asiento. Tratando de controlar sus pensamientos.

- Eres una completa paranoica-. Se dijo en voz alta. Dándole marcha al motor del auto y dejando atrás todas aquellas sensaciones extrañas… confusas, que no la dejaban pensar con extrema calma.

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