lunes, 28 de noviembre de 2011

Capítulo 14: Derrumbe.



Era la sexta servilleta que moría en manos de Emily. Las ansias de que todo terminara rápido la hacía romper lo primero que tenía a su alrededor, por otro lado las cosas iban mal por casa y un tumulto de ideas la tenían estresada. Ya no iba a trabajar, mejor dijo; había pedido unas pequeñas vacaciones mientras contrataba a alguien para que se hiciera cargo de los pequeños. ¿Por qué?.

Aquella vez en que Nicholas tuvo que ser llevado al hospital para que le trataran una fiebre de alta temperatura y pasados los días ya en casa, Matt sentía que algo no iba bien con Emily. Nunca trataba de meterse en los asuntos de su trabajo – en un principio pensaba que esa era la causante de que estuviera tan alejada de él-, pero después de observarla y notar que mientras estaba pensando en el trabajo se veía mejor que cuando él trataba de estar unos minutos a solas, no pudo más.

- ¿Qué pasa?-. Interrogó Mathew ya arto de que Emily lo volviera a rechazar. La chica lo miró por sobre las gafas de lectura y con un pequeño movimiento posó el libro sobre la mesita de la esquina.
- ¿Sobre qué?, no te entiendo-. Respondió ella, posando por primera vez en casi dos semanas de evasiones.
- A eso me refiero-. Exclamó tratando de controlar un poco la impotencia.- ¿Hace cuanto que no me miras así, como lo haces ahora?-.
- Estas siendo paranoico-. Agregó Emily, mirándolo sorprendida. Nunca, ni en los años que llevaban juntos él le había refregado algo.
- ¿Eso es todo?... ¿tu crees que estoy siendo tan exagerado?-. Replicó Matt.- Las cosas no van bien, ¡Por dios!-.
- Hey… Hey, se que no he podido estar contigo, que me acuesto cansada que te he dejado solo con los niños, pero eso no quiere decirte que no te quiera… por favor, no compliques las cosas-. Dijo ella en cambio, tratando de terminar luego la escena.
- ¡TU ERES LA QUE COMPLICA LAS COSAS!-. Exclamó Matt, mirándola a los ojos, mientras la sujetaba por los hombros.- Te pasa algo y no me quieres decir, sé que hay algo-.
Emily agachó la mirada, tratando de ocultar sus ojos de los de él. No había querido decirlo, pero muy dentro de ella sabía que había algo, y ese algo era la verdad acerca de sus hijos.

Agradecía desde lo más profundo que Mathew nunca se hubiera metido en aquel tema tan privado para ella, y más aún… tratar a los pequeños con tanto amor. Poe un lado sabía que era un derecho de él el saber de aquel hombre, pero por otro, aquel en donde sus temores reflotaban le indicaban que no dijera nada, que así todo se podía acabar y lo que menos podía hacer ella en estos momentos era quedar sola.

Matt le levantó el rostro con delicadeza teniendo un escaso presentimiento de que lo que podía escuchar podía dañarlo y dañarla a ella.

- Prométeme que no me interrumpirás y que dejarás que te explique todo, ¿ok?-. Espetó ella con un nudo repentino en la garganta.
Mathew asintió con lentitud.

Los recuerdos comenzaron a renacer como si fuese una película repetida.
La primera vez que lo vio conversar con su pequeña hermana, el impacto que le provocó verlo a él en el colegio, la extraña amistad que comenzó a fluir entre ellos, las peleas y las risas de todos los días en aquel vago parque, esas tardes juntos y abrazados en su departamento, la llegada de sus extraños celos por la mujer de él, y así… la llegada de los mareos y las ansias de comer cosas.
Solo narró lo esencial, mientras contenía la mirada gacha, tratando de ocultarse de la mirada culpable de Matt. Mencionó una o dos veces el nombre de aquel hombre con aquel desagradable nudo en la garganta que le hacía cortar las palabras y respirar cada tres palabras.

El silencio que se formó en la habitación fue tenso una vez que Emily terminó. Era la primera vez que hablaba de Billie Joe con Matt de aquella forma tan particular.

- ¿Quieres decirme que TODO este tiempo los chicos han estado con su padre y aún así, ninguno de los tres sabía?-. Fue lo primero que pudo articular el hombre, mas con mucha dificultad.- ¡En que piensas!-.
- No me trates así, tenía y tengo razones poderosas para hacerlo-. Comentó ella al ver el desprecio que recibía por parte de su novio.- Él tiene familia, tiene hijos legítimos y una esposa… ¿Cómo crees que nos hubieran tratado a mí y a mis hijos?-.
- No los conoces Emily, no sabes-.
- Y que si lo sé o no. No quiero que se acerque a ellos-. Matt largó una risa sarcástica.
- Es tarde-. Espetó él mientras se paraba de la cama y se encaminó al ropero en donde cogió un par de ropas.- Cuando arregles tus cosas con Armstrong, regresaré… hasta entonces, me jodo-. Y cerró la puerta de un solo golpe detrás de sí.

Desde aquella noche Emily perdió contacto alguno con Mathew y aún así no se atrevió a llamar a Billie Joe para que por ese medio su novio regresara y todo volviera a la normalidad, pero no, incluso llegó a mentirles a sus hijos sobre el paradero de él. Todo por tratar de ocultar más aún su “gran” secreto.

Eran las 20:28, según el reloj de la pared de la cafetería. Llevaba más de media hora esperando que llegara y las esperanzas de que pudiera llegar se agrandaros; claro, era un día más en que podía cubrir todo.

Pidió la cuenta del café que había pedido con anticipación y comenzaba a arreglar sus cosas cuando a no muy lejos de su mesita las campanitas que anunciaban la llegada o la salida de alguien replicó minúsculamente haciendo que vagamente Emily posara su mirada en la puerta “Oh mierda”. Con un paso ligero y sin sacarse las gafas negras por el simple hecho de que se sentía más seguro entró mirando por todos lados de la pequeña cafetería reconociendo al instante a aquella persona que buscaba, a la chica que estaba parada.
Le hizo un gesto de saludo con la mano y tomó paso hacia ella quien no tuvo otra opción que sentarse otra vez en la silla, juntarla contra la mesita y retomar el jueguito nervioso de las servilletas rotas.

- Perdón si te hice esperar, había una fila de carros por la 32 Avenue que me dejó estresado-. Comentó él con una risita nerviosa al final de la frase. Emily solo sonrió escasamente.

Hubo un silencio entre que Billie Joe hizo llamar a un mesero, traerle su café y que Emily arrancara al baño. Cuando regresó se topó delante de su puesto una tasita de otro café y la sonrisa imperfecta del tipo a quien había hecho llamar.

- ¿Cómo está Nicholas?-. Preguntó con amabilidad Billie Joe dándole luego un sorbo a su tasa. Emily lo miró sorprendida. -¿Qué, te molesta que pregunte por tu hijo?-.
- No, para nada. Y está bien, gracias por preguntar-. Comentó la chica haciéndose la desentendida por su reacción.
- Ha pasado mucho tiempo, ¿no?-. Emily entrecerró los ojos y lo miró.
- No son TANTOS años, Billie Joe… no seas exagerado-.
- Para mí si lo son-. Le rectificó él.- ¿Por qué nunca me avisaste?, acaso no confiabas en mi para decirme que era lo que te pasaba-. La chica no dijo nada, solo agachó la mirada hacia la pasa de café.- Al parecer no-.
- Estaba embarazada-. Susurró a penas Emily, pero no bastó para que Billie Joe no la oyera y notara que una pequeña lágrima caía en la taza de café.

Había una escasa posibilidad, pero la había. Desde aquel vago recuerdo de ver a Emily salir del condominio a paso firme y cruzar hacia la plaza y sentir una sensación pura de abandono dentro de sí que todo podía calcular bien. Nicholas y Charlotte tenían la justa edad y por qué no, algunos de sus rasgos. “Que imbécil”.

Su cabeza comenzó a girar progresivamente y la taza de café comenzaba a molestarle en las entrañas.

- E-entonces…-. Titubeó Billie con la garganta carrasposa.
- Sé que no es el momento justo porque estas tratando de arreglar las cosas con tu esposa, pero ya no puedo más-. Sollozó la chica.- Los chicos están grandes y algún día deben saber quién eres realmente-. Calló e inhaló algo más de aire.- Lo siento tanto-.
- ¿Qué lo sientes?. Emily, ¿lo sientes?. Son… ¡son mis hijos!-. Gritoneó exaltado, llamando poderosamente la atención de la gente que aún estaba en horas de colación.
- Habla más despacio, por favor-. Susurró con los dientes apretados Emily para hacer callar a Billie.
- Eres… eres tan despreciable-. Espetó de igual forma que lo había hecho la chica.- ¿Matt lo sabe?-.
Asintió con la mirada baja.
- Supo hace poco y por lo mismo fue quien me animó a contártelo-. El hombre soltó una carcajada irónica
- Ósea, si él no te dice que me lo cuentes, ¿seguirías con tu jueguito?-.
- Para con tu ironía-. Dijo la chica, mirándolo con las cejas entrejuntas.

El silencio invadió el ambiente de los dos. Emily, se sentía más libre por dentro ya que soltar uno de sus grandes secretos la dejaba libre de culpas. Por otro lado, Billie Joe comenzó a sentir cierta repulsión por aquella mujer que se encontraba en sus narices. No la reconocía en lo absoluto y por muy dentro la comenzaba a odiar.

- Si no necesitas nada más, me retiro-. Comentó Emily dejando un par de billetes verdes sobre la mesa y arrastrando su silla hacia atrás.
- Espera, necesito saber más-. La detuvo Armstrong, cogiéndola del brazo.
- Para que… ¿para que sigas con tus sarcasmos?. No, gracias-.
- Te lo pido por favor-. Le rogó.- Ok, paro mis sarcasmos-. Lo miró con desconfianza, pero al final se dejó llevar y tomó asiento.
- Solo lo hago por mis hijos-.
- Está bien… pero estaría bueno señalar que ya no son solo tus hijos…-.
- Ok, ok, ok-. Lo interrumpió.- Nuestros hijos-. Escuchar esa frase de dos palabras le hizo sonreír al unísono. “Y pensar que nunca se me pasó por la mente que pudiera suceder”.
- Prosigue-. Comentó Billie con cierta sonrisita sarcástica que él muy bien sabía que Emily odiaba, pero tan solo verla enojada se sentía triunfador. Colocó los brazos cruzados sobre su pecho y se reclinó en la silla.
- En resumen. Cuando supe que estaba embarazada no supe que hacer. Ni mis amigos, a quienes les deposité mi entera confianza supieron de lo que me pasaba, solo Matt que por casualidad estuvo conmigo en el hospital y que me ayudó a enfrentar a mis padres, sabía.
Las cosas en mi casa cambiaron completamente. Mamá me encerró en casa y no salí hasta cuando me llevaron al aeropuerto. Tomé un avión hacia Italia y no salí de ahí hasta que me mejoré y tuve a los pequeños.

“Aquella mañana me levanté con dificultad ya que la panza era una completa sandía y el ombligo parecía un puntito de flor. Aún así me quité las mantas de encima y busqué por entre la oscuridad las zapatillas de levantarse.

Hacia una semana que me había escapado de casa de mi tía junto con Matt. Más bien, el mismo día que él se me apareció frente a mí con aquel ramillete de flores tomé la decisión de irme de ahí. Vivíamos en la pensión en el cuarto junto al de Jeremy para más precaución en caso de que la panza ya se me reventara y tuviera que ir directo al hospital.

Tanteé las cosas para no chocar con ellas y así llegué al interruptor de la luz. El cuartito era una pequeña habitación en donde entrabas por la puerta principal y te topabas con la cama, un mueble para dejar la ropa y una mesita con un florero vacío. En otra lugar más pequeño que el anterior estaba la cocina en donde no podía caer más de dos personas dentro de ella; tenía lo esencial: La cocinilla de dos platillos conectada a un galón de gas mugriento, un pequeño refrigerador del año en que las manifestaciones pacíficas en los EE.UU cobró vida propia, y una estantería blanca en donde no había mucha loza pero que la puerta había que sujetarla con un alambre para que no callera. Y el baño, que se encontraba al otro lado de la cama.
Todo sin puertas por lo que una vez que nos entregaron el cuarto Matt se encargó de colocar una cortinita en cada acceso de la habitación.

No recuerdo que horas serían pero era temprano porque aún la luz del sol no se colaba por la cortina de visillos.
Caminé con los pies arrastrados hacia la cocina y saqué desde la estantería una taza. No era de esas que les daba por comer cosas extravagantes, sino más bien era tan sencilla para mis gustos que más de algún reto de Jeremy recibí al no llamarlo por las noches y pedirle que me trajera algo. A veces me daba miedo su reacción, pero a las finales terminaba con un ataque de risa.

Abrí el refrigerador y saqué la caja de leche que aún existía en casa. Me serví un poco en la taza y el resto lo devolví al refrigerador para que en la mañana Mathew tuviera algo que comer antes de ir a trabajar con Don Giorgio en su puesto de diariero.
Absorbí con gusto aquel líquido hasta que me lo serví todo, pero algo dentro de mí comenzó a dolerme.

- Matt…-. Susurré sujetando firmemente mi vientre haciendo que la taza hiciera contacto con la cerámica rústica. No me había escuchado ni el golpe de los vidrios rotos.

Caminé con las piernas juntas cruzando con dificultad la cortinita que separaba la cocina de la habitación.
Matt ni se inmutaba en levantarse. Desde que había entrado a trabajar con Don Giorgio no tuvo descanso alguno y algo de pena me dio al tener que molestarlo con aquel estúpido dolor.

- Matt… ayuda-. Repetí más fuerte aún asiendo que esta vez si me escuchara.

Miró largamente frente suyo y cuando volvió en si posó su mirada en mí. Abrió los ojos como platos y de un solo salto se destapo y salió de la cama.

- ¿Qué pasó?-. Me preguntó alarmado mientras me ayudaba a sentar en la orilla de la cama.
- No lo sé. Me levanté a tomar algo de leche y de repente…-. No pude seguir hablando porque sentí un desgarro en mi interior que me forzó a expulsar un quejido agudo.
- Respira… llamaré a Jeremy. No te desmalles, ¿sí?-. Comentó asustadizo. Asentí efusivamente para que notara que tan mal no estaba. Se acercó rápidamente a mí y me besó la frente.

Los segundos se me pasaron como una eternidad de tortura entre que Matt había salido a buscar a Jery y que éste se pareciera por el cuarto.
Me miró fijamente a los ojos y me decía cosas que no entendía por ponerle más atención a los dolores y al deseo de que sacaran pronto a mis bebes.

La ambulancia no llegó nunca –según Matt- por lo que rápidamente me vistieron con la bata de dormir, los pantalones que exclusivamente había dejado para la ocasión y mis zapatillas de levantarse. Entre los dos me bajaron por la escalera de la pensión, sin dejar de pensar si algo no había echado en el único bolsito de bebé que había podido comprar con el dinero que mi papá me mandaba mensualmente.

Tomamos un taxi hacia la calle principal. Jeremy trataba de orientar en perfecto italiano al chofer del taxi mientras que Matt me susurra al oído que respirara, que después que pasase esto no volveríamos a vivir en aquella pensión porque no habría espacio para los pequeños, que me quería y que no dejara de pensar así no me desmallaría del dolor. Los últimos minutos antes de llegar al pabellón son confusos. Sé que cuando llegamos me recibieron rápidamente, me colocaron en una silla de ruedas y me trasladaron a una habitación en donde me acostaron y esperé hasta que una anciana enfermera vestida de blanco completo me hizo girar de costado y me clavó algo en la espalda. Era tanto el dolor que sentía dentro de mí que no sentí el pinchazo.

- Mi… mis bebes-. Susurraba con lágrimas en la garganta, rogando de que alguien ya los sacara y que parara el dolor que cada vez eran más fuertes.

La entrada al pabellón es un recuerdo confuso. Las luces me pegaban justo al rostro y no pude ver nada, además el desgarró por dentro me cegaba de dolor. Sentí un par de pinchazos en mi mano y la voz ronca de un hombre con la boca tapada por una mascarilla.

- Debemos hacer cesárea, son gemelos-. Escuché que decía la voz de una mujer.
- Es muy joven-. Le oí decir a otro en completo italiano.
- No importa, se recuperará-.

Después la cabeza me giró y caí en un completo sueño.


- Vamos amor, abre los ojos-. Escuché que susurraban dulcemente en mi oído. Abrí minuciosamente los ojos y me topé con la cara de Matt envuelta en una sonrisa extensa y los ojos brillantes.
- ¿Do-dónde estoy?-. Dije a penas con la garganta apretada y seca.
- Estas en el hospital-. Me respondió con la misma dulzura anterior mientras me acariciaba los cabellos que tenía sobre la cara.- Los pequeños están bien, no te preocupes-. Dijo antes de que pudiera abrir la boca para preguntar por ellos.
- ¿Y Jeremy?-. Matt me hizo un gesto con la cabeza indicando hacia mis espaldas. Lo vi echado en el sofá del cuarto con las manos cruzadas en su pecho y con una pasividad en su rostro.
- Dormiste casi ocho horas. Ya nos tenías preocupados-. Dijo con buen humor.- Son hermosos-.

Me sonreí al escuchar que había podido verlos. Las ganas de salir de aquella cama y verlos por mis propios ojos me hicieron carcomer las ansias.

Se demoraron un poco en entregármelos porque aún no habían avisado que por fin había despertado de la anestesia. Matt estuvo calmándome cada cinco minutos y cuando Jeremy despertó de su larga siesta fue el encargado de distraerme, olvidándome por un instante de las ansias que tenía de tener a mis bebes en brazos.

Escuché abrir la puerta y el llanto de uno de los bebes. El corazón se me apretó y una que otra lágrima resbaló por mis mejillas mientras la misma enfermera que se encargó de prepararme para el pabellón entraba con dos cunas con ruedas. Llevaban la ropita que había podido comprar con algo de dinero que ahorré mientras vivía con mi Tía; La niña –la reconocí por su gorrita rosa- llevaba un pijama amarillo y aún dormía plácidamente mientras que su hermano –no tenía gorrita- era quien entraba llorando y dando manotazos al aire.

- ¿Cómo está la mami?-. Le entendí a la viejecita quien me sonreía con entusiasmo.
- Bien, gracias-. Le respondí yo sin despegar los ojos de las criaturas que ingresaban a la habitación.

Me senté en la cama y me preparé para recibir a la pequeña quien aún no despertaba y que su pecho subía y bajaba progresivamente, tratando de mandar aire a los pulmones nuevos. Era blanca como la nieve y sus pequeños cabellos rubios no se distinguían tanto en su piel tersa. La acomodé en mi brazo derecho y la dejé descansar mientras recibía al varón que no paraba de llorar y dar manotazos con sus minúsculas manitas. El llanto me desesperó un poco pero en unos segundos tomó la misma actitud de su hermana, solo que trataba de abrir sus pequeños ojos. Era igual a la pequeña, solo el detalle de la gorrita los hacía diferente.

Levanté la mirada hacia Mathew quien no despegaba los ojos desde mis brazos, contemplando a los pequeños con miedo y con amor.

- ¿Cómo se llamaran?-. Oí que decía la enfermera, interrumpiendo mi escaso análisis de la actitud de Matt. Volví la mirada hacia los bultitos que estaban en mis brazos y me sonreí.
- Charlotte y Nicholas-. Dije decidida”


Ambos se quedaron callados por largos minutos. Emily volvió a su extraño tic y comenzaba a destrozar las servilletas de papel. Sabía que había hablado lo que por tantos años se había guardado.
Billie en cambio, no era capaz de levantar la mirada y verla a los ojos. De tan solo verla la mirada de aquella Emily que conoció hacía cinco años se perdía profundamente en la mirada que hoy tenía la chica que estaba frente de él.

El café de ambos se había enfriado y las galletas estaban aún sin tocar, intactas y tal cual como lo había dejado la mesera.

El silencio le carcomía la impaciencia. Ya había dicho todo, no tenía por qué quedarse ni un minuto más sentada frente a aquel tipo que no era capaz de articular palabra alguna.
Tomó su bolso con cuidado y arrastró la silla dejando el espacio suficiente para poder pasar su cuerpo e irse de la cafetería. No se inmutó en mirar por sus hombros ni cuando apretó la palanca y empujó la puerta para salir.

Pasó por la mesa que antes había estado sentada desde el otro lado de la vitrina por y de reojo observó a Billie Joe con ambas manos sobre la cabeza y sus cabellos tirantes entre sus dedos. Negó escasamente y siguió caminando por las calles, que a esa hora ya estaban deshabitadas.



No recuerdo bien cuanto tiempo estuve de más en la cafetería. A lo mejor me había ido cuando los empleados del lugar habían terminado su turno. Han pasado tantos años ya que es poco lo que puedo recordar, pero haré el esfuerzo.

Llegué al departamento que por gracia no quedaba tan lejos de la cafetería donde me había reunido con Emily aquella oportunidad. Me fui caminando y recuerdo que las calles estaban escasamente iluminadas pero yo no me daba cuenta, caminaba como un hombre sin alma… Nunca había recibido tamaña noticia, ni cuando supe que iba a ser padre por primera vez me había puesto tan pálido y libido. Así mismo recuerdo haber pasado a un bar de esos que solo encuentras por mera casualidad y perdí mi conciencia plenamente.

A la mañana siguiente desperté como nunca antes lo había hecho. La boca me sabía a completa basura y la cabeza no dejaba de doler y darme punzadas que me impedían volver a cerrar los ojos. El sonido del teléfono agravó más aun mi estado obligándome a parar rápidamente y coger en tubo para que cesara el maldito ruido.

Había sido Mike quien insistentemente había estado llamando a mi celular y luego al departamento. Se oía preocupado, pero una vez que logre decir algo se pudo calmar un tanto.

La conversación no fue muy larga, pero me sirvió para recordar que la noche anterior y con todas esas copas de más en mi sangre me había puesto a llamar a los chicos y colocarme a llorar como nena por teléfono contándoles lo que me había pasado no solo aquel día sino el porqué, luego de cinco años una chica había renacido de la tierra, trayendo consigo unos bebes que hasta ese entonces no tenía idea.

Las cosas se estaban complicando más de lo que esperaba y con la llegada de los pequeños a mi vida, la cosa giraba completamente y se trasmutaba a ellos.

lunes, 31 de octubre de 2011

Capítulo 13: No me lo esperaba.


Se afirmó de la baranda de la escalera, bajando cada escalón del avión con sumo cuidado. No paraba de mirar a su alrededor, y pensar que hace unos días estaba en Los Ángeles disfrutando de aquel encuentro tan extraño con su hermana. Ahora, solo le quedaba la esperanza de que en alguna oportunidad cuando ya no tuviera clases y que si su padre se lo permitía, darse una pequeña vuelta por Nueva York y que sus hijos pudieran conocer a Sofía.

Pisó el último escalón y calló en la idea de que había llegado a la ciudad en donde su familia estaba. A lo mejor estaría Chuck y Nick detrás del ventanal de recepción esperándola o a lo mejor solo Matt o más bien… ¿Sería posible que aquella persona estuviera esperándola, ahí?. Rápidamente agitó la cabeza para quitarse aquella idea.

- Vamos-. Escuchó a sus espaldas y una mano se posó sobre su hombro. Giró levemente la cabeza y le sonrió a Jeremy. Asintió con la cabeza retomando el paso hacia la ventanilla de vidrio.

Esperó sentada junto con Jery a que alguien apareciera para que los pudiera llevar a sus respectivas casas. Nada.

Miró la hora desde un viejo reloj de pared colgado sobre la recepcionista. Hacía ya más de una hora que Matt o alguien debía de haber llegado a retirarlos. ¿Le había dado bien la fecha de llegada?; ¡Claro que sí!. Con un suspiro cansino se acomodó en su asiento y volvió a mirar el reloj de la pared.

La recepcionista que estaba debajo de aparatito del tiempo no paraba de masticar el chicle a media boca abierta, absorta completamente de que había gente que la observaba. Ojeaba distraídamente una revista de novias, por curiosidad Emily la quedó mirando y se sorprendió aún más ya que no debía tener más de cinco años menos que ella. Aquella chica pensando en casarse y por otro lado… Emily, reacia a la idea de aquel compromiso solo de papel, como lo llamaba ella. No creía en eso, incluso en más de una oportunidad discutió con Mathew por aquel temita. Él quería casarse con ella, pero Emily con su qué siempre se negaba a aceptarlo. Decía que solo era un jueguito de papel y que casándose no podrían mostrar más amor del que ya tenían, pero Matt reacio a escuchar un no le contrarrestaba diciendo que así el estaría más seguro. Pero nada hacía cambiar a Emily.

Quizás, alguna esperanza oculta en lo más interior le negaba a poder aceptar a Matt.

- ¿Por qué no nos vamos, Emily?-. Preguntó Jeremy sentándose bruscamente a un costado de la chica, aburrido de tanto esperar.

- Porque no tomas tú un taxi, yo lo pago-. Respondió ella.- Me quedaré esperando un poco más-.

- ¿Estás segura?, mira que puedo acompañarte-.

- No Jery. Debes estar cansado y no quiero aburrirte más. Vete que estaré bien-. El chico sonrió y se acercó a Emily dándole un dulce beso en la frente, tomó sus maletas, Emy le acercó algo de dinero y lo vio cruzar la última puerta de vidrio.

Estar en el sillón del departamento acostado con los pies doblados y con la cabeza algo chueca no era una buena idea de dormir, pero el único lugar agradable en donde podía reposar. La cama se le hacía inmensa y tampoco quería hacer mucho más desorden de que ya había dejado. No quería que la señora que hacía el aseo terminara enloquecida con tanto esparramo de cosas en el suelo.

Miró la hora en su pared. 12:34 de la tarde. Con algo más de ánimo se paró del sofá y caminó arrastras hacia el baño. Miró su cara por el espejo y se espantó un poco al ver aquel viejo, con la barba un poco más larga de lo habitual y unos ojos demacrados. Sonrió para ver si de algo le servía pero de la boca tan solo salía una mueca tosca.

Anteanoche había recibido un sobre desde Oakland, al principio se extrañó por aquél paquete, pero después de abrirlo y leer con detenimiento su contenido su cara se desfiguró en una mueca de pena. Sabía que ahora si era lo definitivo. Había recibido los papeles del divorcio definitivo con Addie… SU Eighty. Tomó el sobre y los papeles y con un solo arranque los rompió y estos fueron aparar al basurero. Alcanzó las llaves del departamento y de un golpe certero cerró la puerta detrás de sí.

Alcanzó su cepillo de dientes y con desgana se lavó la boca. Segundos después el sabor amargo había desaparecido pero el rostro seguía tan mal como hacia tres días.

Se quitó la poca ropa que tenía encima y se metió a la ducha. Con algo más de valentía dio el paso del agua fría y con uno que otro gritito por lo frío que estaba el agua se bañó y se afeitó la tosca barba que se había dejado crecer sin querer.

Cerró el paso del agua y se envolvió en una toalla. La cara de algo había cambiado de regreso al espejo, pero esas bolsas negras debajo de los ojos no habían cesado.

Caminó hacia la pieza y tomó lo primero que encontró para vestirse. No tenía panorama así que le dio poca importancia a como lucía. A lo mejor saldría a comprar algo de comida china y un pack de cervezas; a lo mejor llamaría a sus hijos para saber cómo están; a lo mejor sus amigos lo llamarían para saber si aún está vivo; a lo mejor tenía la oportunidad de ver hoy a Emily…

- ¡Emily!-. Espetó en un grito ahogado. Se le había olvidado que justo hoy regresaba desde Los Ángeles. Un temblor repentino le hicieron flaquear las piernas y cayó de sopetón a la cama de colchas blancas.

Segundos después el tono de su celular comenzó a hacer ruido. Con algo de presentimiento empezó a buscar el aparatito. “¡No cuelgues… no cuelgues!”, pensaba mientras deba vuelta el colchón de la cama y revisaba por debajo de la cama. Se tocó los bolsillos de la chaqueta y los del pantalón; “Que imbécil”, se regañó interiormente al sentir que el ruido provenía desde los pantalones. “La Sra. Smith me matará”, pensó mientras recordaba a la pobre viejita que día por medio amablemente le iba a hacer un poco de aseo.

- ¿A-alo?-. Dijo al contestar su celular, algo agitado.

- ¿Hola?... ¿Billie?-. Preguntaron desde la otra línea; con algo de decepción al notar que era la voz de un hombre se relajó un tanto.

- Si, ¿Matt?-.

- ¡Claro!, ¿Cómo estás?-. “Con un poco de dolor de cabeza por la tomatera de hace unos días pero bien”.

- Bien ¿y tú?... ¿Cómo están los chicos?-. Un extraño impulso lo obligó a preguntar por las criaturas.

- Verás, dentro de todo están bien pero Nick está con algo de fiebre y debo ir al hospital con él…-.

- Puedo ayudar si necesitar algún favor-. Lo interrumpió Billie Joe

- ¿Enserio?... ¿Estás ocupado?-. Espetó algo incomodo Matt

- Claro que no, estoy de vacaciones… lo que más tengo es tiempo-. Le respondió en cambio risueño.

- No sé con quién dejar a Charlotte y además debí haber salido hace… quince minutos a por Emily al aeropuerto y no contesta el celular-. Escuchar el nombre de la chica hizo que su corazón comenzara a palpitar tormentosamente.- Que dices, ¿Puedes ir por Emily al aeropuerto con la niña?, te lo agradecería mucho-.

- No hay problema, salgo de inmediato-. Exclamó más que entusiasmado. Se despidió del chico y colgó el celular.

Era el momento que estaba esperando, después de ¿Cuánto?... ¿cinco o seis años?; ya no podía ni contar bien, solo pudo tomar la ropa de la cama que había tirado y la depositó sobre la cama, luego le daría una buena explicación a la Sra. Smith, tomó las llaves del departamento y las del auto –que hace poco se había arrendado porque no podía andar por la calle en taxi o simplemente caminando, cada media cuadra alguna jovencita lo hacía parar y le pedía una foto- y bajó hacia el estacionamiento.

En menos de lo esperado por Matt, Billie llegó a la dirección que le había señalado por teléfono antes de colgar. Le encargó a Chuck quien se sentó en los asientos de atrás con su peluche pegado al pecho, apenada por cómo había visto a su hermano gemelo y arrancó el auto dando vuelta en “U” para poder retomar la carretera y dirigirse ahora donde Emily.

- ¿Estará bien?-. Preguntó con la voz un tanto quebrada Charlotte. Billie la miró por el espejo retrovisor y la vio tan indefensa que algo dentro de sí le apretaba el corazón.

- Por supuesto que si… a muchos cuando están en su edad se enferman así como así-. Trató de tranquilizarla.- Ahora, tú debes estar tranquila porque por lo que sé tú y tu hermanito nacieron el mismo día-. La pequeña asintió efusivamente.- Bien, si estas relajada el estará igual… ¿Ok?-.

- Bien-. Espetó la pequeña entregándole una sonrisa semi perfecta por consecuencia de un dientecito que le faltaba.

Camino al aeropuerto y para que la pequeña se olvidara por un rato el estado de su hermano, Billie Joe le comentó sobre sus hijos y lo mucho que los extrañaba y comenzó a contarle anécdotas con ellos. Todo con la atenta mirada de la menor quien se maravillaba por las cosas que escuchaba.

Tardaron un poco en llegar ya que se había formado una cola de automóviles varados esperando poder pasar. Cuando ya lograron salir de ahí apretó el acelerador y en unos minutos estuvieron frente al aeropuerto. Desabrochó el cinturón a la pequeña y la cargó en sus brazos para no perder más tiempo con los pequeños pasitos que ella daba.

El aeropuerto estaba un poco congestionado de gente y se les hizo un poco difícil atravesar y buscar a la vez a Emily. Chuck, afirmada fuertemente del cuello de aquel señor que de a poco comenzaba a caerle bien y con su osito colgando del brazo estiraba fuertemente su delgado cuello para poder divisar a su madre. Hasta que, en uno de los asientos de al fondo creyó verla, con una chaqueta negra y un gorro de verde muy chillón que llamaba un tanto la atención.

- ¡Ahí esta!-. Le indicó Charlotte a Billie quien al momento de oírla giró rápidamente la cabeza hasta donde apuntaba la pequeña. Ahí estaba, tan perfectamente imperfecta y tal cual como lograba recordarla.

Respiró hondamente y apuró el paso hasta llegar a una distancia en donde bajó a la menor de sus brazos y le resguardó el peluche, mientras ella corría desesperada hacia su madre.

La vio lanzarse hacia ella y asustarla un tanto, vio como se abrazaron y de cómo la pequeña no la soltaba mientras Emily le tocaba su larga cabellera de rizos castaños. La vio preguntarle algo y de cómo la pequeña apuntaba donde él mismo estaba. Sintió que su corazón se había detenido por unos instantes y que sus pulmones no funcionaban en el momento en que Emily posó sus ojos en su persona. La observó con detenimiento mientras ella con unos sus ojos delineados entreabiertos a más no poder tomaba la manito de su hija y se quedaba estática.

Charlotte no entendía en ese entonces que era lo que pasaba entre aquellos adultos, no hasta que se enteró meses después de la historia de ellos.

Apretó la mano de su madre y la hizo avanzar mientras no dejaba de despegar la vista de aquel tipo algo más pasado en años, pero que aún guardaba su tan indiferente mirada que años antes la habían hecho caer. “¡Regresa Emily por todos los santos!”, escuchó desde su interior y en un par de segundos bajó la vista. Le sonrió a su hija y caminaron hacia Billie Joe.

Ninguno de los dos sabía qué hacer. Él por su parte sintió el deseo de abrazarla pero al momento de acercarse ella dio un paso hacia atrás agachando la mirada.

- ¿Por qué viniste tú?-. Interrogó Emily mirándolo con todo el odio del mundo. No podía controlarlo, no aún.

- Es… es algo complicado, deja que Matt te explique. ¿Sí?-. Se defendió él, mientras se pasaba la mano desocupada por la nuca.- Es-estas cambiada-. Añadió sumiso en sus pensamientos, tratando de encontrar aquella Emily de dieciocho años, de pelo liso y negro, risueña por cada tarugada de él mismo hacia y que siempre buscaba una escusa para poder abrazarlo. Ahora, se encontraba a otra… una mujer por todos lados, su corte de cabello era algo tosco y el color había cambiado a un rojizo oscuro, su mirada era de completo rechazo y alejada completamente.

- ¿Dónde están?-. Le preguntó Emily a su hija, viendo que Billie no tenía cabeza para responder.

- Nicholas esta enfermito-. Respondió Chuck.

- Matt lo llevó al hospital, pero…-.

- ¡AL HOSPITAL!... ¡QUE LE PASÓ!-. Exclamó horrorizada ahora mirando al tipo que estaba parado en frente de ella.

- No te preocupes, es solo fiebre… por eso Matt me llamó. No tenía a nadie más-. Espetó haciendo una morisqueta con la boca.

- ¿Cómo quieres que no me preocupe si es MI hijo?-. Preguntó sarcásticamente con obvia furia.

- ¿Cálmate si?, estas poniendo nerviosa a Chuck-. Le tranquilizo Billie acercándose unos pasos a la chica.- Toma-. Le acercó el celular y se lo colocó en las manos-.

- No gracias, tengo el mío-. Dijo fría Emily, sacando el propio aparato

- ¿A si?, deja informarte que tu novio estuvo llamándote y nada que contestabas-.

- No tengo señal-. Dijo ella mientras trataba de hacer algo con el celular algo incomoda por la situación. “Relaja un poco”.

- ¿Lo aceptas?-. Preguntó triunfante Billie mientras le acercaba otra vez su celular. A regañadientes tomó el aparato y marcó el número de Matt mientras se alejaba para poder conversar con él tranquila.

- Quédate aquí, ¿bien?-. Le aconsejó a su hija mientras se alejaba completamente.

- Ven-. Espetó Billie a la menor viendo como Emily se alejaba unos asientos más allá. Tomó por los aires a la menor y la acomodó en sus brazos.

- ¿Qué le pasó a mamá?-. Preguntó sin comprender la situación, con su vocecita chillona y con una inocencia propia de la edad.

- Es una reacción que todo adulto tiene cuando sabe que uno de sus hijos está enfermo, pero se le pasará… no te preocupes-. La pequeña asintió escasamente y volvió a apoyar su cabeza por sobre el hombro de Billie, con su peluche en una mano.

Observó cada movimiento de Emily al momento de poder hablar con Matt. Nunca se esperó poder verla con esa reacción, tan sobre protectora y apegada con sus hijos. Aquella frágil característica lo motivaba a estar a su lado y poder consolarla, pero era de suponer que no esperaría una reacción tan buena.

Sintió; por otro lado, que la pequeña Charlotte se acomodaba entre sus brazos y una sensación de esas que tenía cuando Joseph –a cierta edad- o Joey se sentían mal por algo y él cuando tenía la oportunidad de estar a su lado, los abrazaba hasta que se quedaban dormidos.

Pensó; en cierto grado de desconexión con el mundo, que aquella creatura que ahora estaba sujetada en su cuello podría tener algún parecido a él. Se imaginó que si todo hubiera sido al revés y que sea quien sea que fuera el padre de aquellos pequeños no existiera, los niños serían de él y de aquella mujer que estaba a una distancia que ni él podía escuchar la conversación telefónica.

Agitó vagamente la cabeza al tiempo en que Emily se paraba desde el asiento, con la cabeza semi agachada y con el aparato en una mano. Caminaba hacia ellos.

- ¿Po-podrías llevarme al hospital?-. Espetó al llegar hacia ellos, con algo de vergüenza por cómo había sido con él hacia tan poco tiempo.

- Claro, vamos-. Respondió él en cambio, parándose de un salto y aún sujetando a Chuck entre sus brazos.

No tardaron tanto en llegar al hospital que Matt le había indicado a Emily por teléfono. El tráfico ya se había arreglado por la carretera y la llegada a la ciudad no había sido tan caótica como cuando tuvieron que salir.

Bajaron del auto en completo silencio, siguiendo con la misma actitud hasta cuando tomaron el ascensor y Charlotte, perdida en su mundo comenzaba a preguntar o a comentar, cosa que tanto Emily como Billie Joe se lo celebraban con una tosca sonrisa. Llegaron hasta una sala de paredes blanca, en sus rincones unos sillones de azul que destacaban al momento de entrar y por otro, la recepción del pasillo, en donde Emily llegó a preguntar por su hijo.

- Ahí está Matt-. Indicó la menor, indicando por uno de los pasillos conectados con la recepción del piso. Se veía a alguien sentado en una silla plástica de azul igual al de los sofás, con la cabeza gacha y con algo entre las manos.

Al momento de poder reconocerlo, Emy corrió tras él. La escenita no fue nada agradable para quien no era de la “familia”. Billie Joe se hizo unos pasos más atrás, esperando que alguien pudiera tomar su atención, pero nada.

- ¿Cómo sigue?-. Interrogó Emily a su novio, después de poder soltarse ambos de un fuerte abrazo.

- Igual a como te conté por teléfono. Solo tiene fiebre alta y están tratando de bajarla-. Explicó sin mayor detalles.- Me dijeron que nos iban a llamar en caso de que algo pasara… cálmate-.

- Lo estaré hasta que pueda verlo-. Rugió ella en cambio, sin mayor cambio en el estado de ánimo.

- Bien, yo… creo que debo irme-. Interrumpió Billie Joe, un poco incomodo por la situación. Emily lo fulminó con la mirada. “Espero que no se acuerde que debo…”

- Muchas gracias Billie, de verdad… me salvaste la vida-. Exclamó agradecido Matt, ignorando por completo la mirada que su novia posaba en aquel hombre.

- No hay de qué-. Sonrió efusivamente a ambos y luego posó la mirada a la pequeña que no se separaba de su peluche.- Pórtate bien, ¿sí?-.

- Si-. Espetó ella sin despegar la boca del muñeco.

- Oh, se me olvidaba… me debes una charla-. Agregó antes de dar media vuelta, ignorando por completo la mirada furibunda que Emily le daba.

- Nos salvó hoy, ¿eh?-.

- Ni que me lo esperaba-.Espetó Emily, perdiendo por completo el paso de aquel tipo. Tan cerca y lejano a la vez de su vida.

Quien lo diría.

domingo, 9 de octubre de 2011

Capítulo 12: En Problemas.


-

“¿Qué te pasa?-. La pregunta había venido desde un costado de la banca. Una niña de mirada curiosa lo observaba sonriente. Llevaba el cabello recogido en una coleta y un vestido de verde llamativo la envolvía el diminuto cuerpecito abrazada a un oso de peluche. No paraba de sonreír.

- Na-nada-. Le respondió el hombre, tratando de enjuagarse una única lagrima que había caído desde sus ojos.

- ¿Por qué lloras?, no tienes que estar triste-. La voz cantadita de la pequeña le hizo sacar una sonrisa. Los ojos almendrados de la menor lo miraban con asombro.- Así está mejor-. Sin saber porque, rió.

- ¿Estas sola?-. Era tiempo de que él preguntara ahora.

Negó con la cabeza efusivamente.

- Emily fue por unos helados-. Dijo ella.- Es mi hermana-. Agregó luego con un susurro, haciendo reír por momentos a Billie Joe.- ¿Por qué estabas triste?-. Insistió la niña.

- No estaba triste-. Dijo con simpleza el hombre, cosa que no convenció a la menor ya que entrejuntó las cejas tratando de hacerse notar su enojo.- No vale la pena, de verdad… -.

- ¿No me mientes?-.

- Claro que no, ¿Por qué debía de hacerlo?-.

- No lo sé-. Explicó la menor, encogiéndose de hombros y abrazando más a su peluche.- ¿Cómo te llamas?-.

- Billie Joe… ¿tu?-. Con aquella pregunta a la menor le comenzaron a brillar los ojos. Si que se emocionaba con poco.

- Mi hermana me dice Sophie-. Explicó ella mirando hacia donde se había ido Emily.- Él es Chuck-. Estiró todo lo que pudo su peluche hacia delante para que Billie lo viera.

- Mucho gusto… Chuck-. Espetó ceremoniosamente él en cambio, tomando una de las manitas del peluche y estrechándola en un saludo.- ¿Cuántos años tienes, Sophie?-. Le era indescriptiblemente agradable conversar con aquella pequeña desconocida, había sido casi un angelito caído para que pudiera borrarse por unos instantes los problemas que lo acongojaban.

- Mm… seis-. Dijo detenidamente.-aun que me confundo porque Emily me dice que a veces parezco como una niña de diez años… pero no lo sé-. Su voz chillona era chistosísima a la hora de explicar algo.- No me gustaría tener diez-.

- ¿Por qué?, a mi me parecería muy divertido tener diez. Puedes hacer muchas más cosas que si tuvieras cinco o seis-. Explicó Billie… pero al parecer ella no había entendido ya que giró levemente la cabeza en una clara señal de desconocimiento.- Puedes jugar mucho más-.

- Yo juego mucho cuando estoy con Emily, pero cuando mamá llega no me deja divertir-.

- ¿Y eso?-.

- No lo sé… dice que me puedo hacer daño-.

- Eso es una consecuencia de jugar mucho… a que si-.

- ¡CLARO!, pero luego regañan a Emily y eso no me gusta-. Había hecho u gesto tan cómico con la boca que a Billie no le quedo otra que reír.- ¡MI HELADO!-. Gritó de pronto mientras seguía a alguien con la mirada… al parecer avanzándose hacia ellos.

Rápidamente Billie giró en su misma posición, topándose con una silueta femenina que sujetaba un cono de helado en su mano. No podía verle bien el rostro, la luz del sol molestaba un poco.”

Aun no podía creer en su actitud. Se lo llevaba imaginando tanto tiempo que en ninguna oportunidad pensó en poder perdonar a su padre.

Llevaba caminando no mucho. Había dejado a Sophie en la parada del microbús y desde ahí decidió caminar hasta el edificio en donde debía de estar trabajando Jeremy.

Podría llamar a Matt, necesito escuchar la voz de alguien”, pensaba mientras cruzaba una avenida. Sin pensarlo mas tomó su celular y marco el numero de su novio. “Uno, dos, tres, cuatro, se oye un Aló”.

- Hola amor-. Saludo con suma ternura Mathew desde la otra línea. Se podía oír risas y gritos de niños, a lo mejor estaba en alguna plaza.- ¿Cómo estas?

- Bi-bien y tu?, y los niños?-. Escucho como soltaba una pequeña risita. Eso la alivio aun más.

- Estamos bien, extrañándote un montón-. Fue el turno de Emily de soltar una risa. -¿Cómo está Jery?, ¿te a obligado a salir?-.

- Está bien. Un poco enojado conmigo aun por… porque aun no le he dicho nada de lo que me pasó, pero creo que ya debe saber. Hoy fue con el equipo a tomar otras fotografías así que, recibiré un gran reto-. Dijo torciendo la boca de solo haberse imaginado la reacción de su amigo.

Se oyó un largo suspiro.

- Fuiste-. Exclamó afirmativamente Matt

- Debía de hacerlo-.

- Claro que debías. ¿Cómo lo tomo tu padre?-.

- Fue un tanto sorpresivo la verdad-. Dijo ella.- pero quedamos bien-. No muy lejos de ella se encontraba una pequeña plazoleta en donde no hubo negación en parte de ella al ir ahí.

Silencio.

- ¿Quieres hablar con los chicos?-. Preguntó Matt a lo que Emy soltó un claro:

- Si, por favor-. No hablaba con ellos desde que había abordado el avión desde Nueva York, necesitaba escuchar sus voces.

- ¿Cómo te llamas?-. Le pregunto en completa curiosidad Chuck al hombre que hacia no muy poco la había encontrado perdida.

Billie Joe sabía que no debía estar ahí, recordando como si todo volviera a ser como antes. Que de pronto apareciera Emily y que todo el dolor que había sufrido desde la última vez que la había visto, desapareciera. No debía por que Matt podría sospechar y tratar de alejarlo de su familia, aun sabiendo que el nada podía hacer ahí. No debía por el simple hecho que estar con los hijos de la chica que alguna vez había amado.

Aun así no se hacía caso.

- Billie Joe y tú?-. La pequeña le sonrió ampliamente.

- Yo me llamo Charlotte, pero Emy me dice Chuck. El es Nick-. Agrego apuntando hacia un costado a su hermano, quien jugaba con lo que parecía una rama.

- Así que Emily… sabes, yo era amigo de ella-. No sabía si golpearse contra el suelo o simplemente arrancar de ahí. – Bueno, hace mucho tiempo, no creo que logre recordarme-. Dijo luego, con una sonrisa amarga-.

- ¿Y qué pasó? .Mamá nunca habla de ti-. Por muy inocente que fuera la pregunta no pudo dejar de sentirse frustrado. “Es obvio que nunca habla de ti, tarado”

- If my memory serves me right, I’ll never turn back time… forgetting you but not the time-. Recitó luego de un suave suspiro. Se sentía mas liberado, aun que era de suponer que se encontraría con la cara de la pequeña quien lo miraría con extrañadísima.

- Eso sonó bonito. ¿Qué es?-.

Le sonrió escasamente y separo los labios para poder emitir algún sonido. Pero, ¿Qué le podría contar a alguien que no tenía la mínima idea de que era sufrir?.

- ¡MIRA CHUCK!-. Gritó hacia un costado Nicholas, al parecer había encontrado algo interesante. La chica se levantó de la banca y dejó sobre ella un sutil peluche.

Le fue imposible no despegar los ojos de aquel muñeco y como no, aquella pequeña le traía la extraña sensación de estar con Sophie.

- ¡CHICOS!-. Se oyó a lo lejos. Era una voz muy familiar para Billie Joe, no hacia mucho se había topado con aquella persona. De pronto la figura alta y corpulenta de Matt apareció por entre un caminito de tierra, al parecer buscaba a sus hijos. -¡Hey!-. Dijo agitando brevemente la mano en señal de saludo a Billie. Este le movió la cabeza.

- ¡Acá Matt!-. Espetó de la misma forma Charlotte.- Mira lo que Nick encontró-.

El pequeño retrocedió cuidadosamente, cubriendo algo por entre sus manos. Las abrió y desde su interior una hermosa mariposa de un color anaranjado estiraba sus alas.

Los demás sonrieron maravillados.

- ¿Por qué no la dejas ir?, tengo algo para ustedes-. Dijo Matt después de unos minutos, estirando un celular hacia los pequeños.

- ¿Es mamá? -. Espeto Chuck entusiasmada. El mayor afirmo con la cabeza. El otro chico, dejo libre al inofensivo insecto y se unió a su hermana para poder escuchar a su madre desde la otra línea.

Ninguno de los dos era capaz de emitir movimiento alguno. El por un lado, ya que sentía que la chica se sentiría incomoda. Ella por el otro, no quería ser consciente de que aun sabiendo que estaba mal se dejaba llevar por aquel jueguito divertido.

El agua comenzaba a enfriarse. El cuerpo de Emily comenzó entonces a convulsionar levemente por el frío.

- ¿Qué pasa?-. Exclamó en un susurro algo ronco él. La chica salió del trance en que se había sumergido y giro levemente la cabeza, sin despegar aun así, los ojos de la cortina de baño.

- Nada. ¿Debería pasarme algo?-. Respondió en cambio ella.

- No lo sé-. Expreso él, acomodándose más aun detrás de Emily apoyando su cabeza por sobre sus hombros.- ¿Crees que esto seguirá bien?, digo… éramos amigos-.

- ¿Éramos?-. Inquirió la chica girándose completamente hasta quedar en frente de él.- Yo aun creo que lo somos. ¿Tú no?... osea, se que… que lo que estamos haciendo está mal pero a mí no me acompleja. Yo estoy bien y creo saber que tu igual. ¿Debería cambiar eso en algo?-.

- No quiero que después…-.

- Que de la noche a la mañana, ¿pueda estar enamorada de ti?-. Le interrumpió Emily entre sarcástica y seria.- Por favor Billie, no podría llegar a tanto-.

El hombre esbozó una pequeña sonrisa de alivio. Por tan solo unos segundos había creído que ella, su más fiel “nueva amiga” podría caer.

- Eso me deja más tranquilo… pero hablando seriamente Emily-. Le tomo el mentón y la hizo que clavara su mirada en la de él.- Si alguna vez llegara a pasar algo… algo así, dímelo. ¿Ok?-.

La chica asintió afirmativamente con la cabeza.

- ¿Cómo esta todo por allá?-. Preguntó Emily a su hijo luego de que este la saludara con entusiasmo.

- Bien… ¿Te dijo Matt que estamos en el parque?. ¡ENCONTRE UNA MARISOPA!-. La joven lanzo una risa al escuchar tamaña equivocación.

- Amor, es mariposa-. Le corrigió con ternura.-¿Esta tu hermana por ahí?-.

- Está al lado mío burlándose de mí-. Dijo con molestia mientras la miraba con los ojos entrecerrados.-Te la paso. Te quiero… Adiós-.

La culpa por estar perdiéndose una etapa tan linda con sus hijos la carcomía. Pero aun así, se relajaba un tanto porque al saber que teniendo a alguien como Matt a su lado y que este cuidaba tan bien a sus hijos la dejaba más tranquila.

Se escucho una pasada de teléfono de mano en mano y una sutil respiración por el teléfono.

- Hola amor-. Saludo primero Emily con entusiasmo.- ¿Chuck?-. Preguntó al no escuchar respuesta a su saludo.- ¿Hay alguien ahí?-.

- ¿E-Emily?-. “Esa voz… he oído esa voz antes. Me es tan conocida”.- Ho-hola… Soy Billie Joe-. “Como no”.

El corazón de la joven comenzó a bombardear más sangre, dejándole hasta un pequeño dolor en el pecho. Hacia tanto que no escuchaba su voz que era casi un fuerte dolor de jaqueca volverla a escuchar. Cayó de sopetón al sofá del departamento.

- Dame a Matt-. Espeto ella con una voz ronca de furia.

- Espera por favor… son, son muchos años sin saber de ti. No me hagas esto, solo…-.

- ¿Qué no te haga qué?, perdóname Billie pero no estoy de humor para escucharte-.

- ¿Ni por los buenos tiempos?... vamos bonita, sabes que estas tan sorprendida que yo-.

- ¡NO ME LLAMES ASI!-. Exigió ella temiendo que Matt estuviera cerca de ellos.- ¿Dónde está Matt?-.

- Está lejos de acá, jugando con tus hijos. ¿Cuándo me ibas a decir que habías tenido hijos?. De verdad que debemos hablar… son, son tantas…-.

- Pues perdóname por no avisar, de seguro estarías muy ocupado con tus giras y con tu familia. ¿Crees que sería tan estúpida para llamarte?-.

- ¿Por qué esa rabia bonita?, Que te hice. Vamos, dímelo-.

- No tiene caso-. Tenía el impulso de querer cortar, pero algo la hacía querer seguir en el teléfono.

Se escucho una risita.

- ¿De qué te ríes?-. Preguntó a la defensiva Emily.

- Sabes… Al ver a tu hija me es imposible no compararla con Sophie-. El cuerpo de la chica se tenso por completo, dejando que la mano apretara mas a un el auricular del aparato. “Como se atreve”.

- De-debo irme-. Respondió ella en cambio, evadiendo cualquier cosa.

- No, por favor. Debemos hablar, necesito saber cosas… hazlo por los buenos tiempos-. Le importaba una mierda si sonaba tan rogativo. Debía tratar de convencerla.

- No… no lo se-. Respondió indecisa.-No se cuanto me lleve estar acá-.

- Por favor…-.

- Es-está bien, yo le aviso a Matt-. Dijo ya cansada de tanta suplica.- Adiós-.

Comenzó a bajar lentamente el teléfono desde su oreja. Había hablado con Emily, eso ya era un gran logro… aun que lo hubiera mandado al mismísimo infierno había podido escuchar su voz. Sabía que nada mas podía conseguir, la chica estaba muy rara con él pero era lo que se merecía, ¿no?.

Regreso a paso firme donde los demás. Toco el hombro de Matt para que este se diera vuelta y con una extraña sonrisa en el rostro le hizo entrega del aparato.

- Gracias-. Dijo esbozando una sonrisa enorme. Sin más, sin siquiera escuchar lo que el otro chico le respondía, giro sobre sus talones y se encamino hacia cualquier lugar.

¿Todo empezaba a cambiar o tan solo era una forma de meterse en problemas?, ¿problemas?.