viernes, 15 de abril de 2011

Capítulo 2: Mente Traicionera.





La lluvia comenzaba a resonar al hacer contacto con el suelo y los techos de las casas. De pronto, un auto se detuvo lentamente al frontis de una de ellas, saliendo desde el interior de este. Con algo más que apuro abrió la puerta trasera, sacando de un modo cuidadoso a ambos niños, acomodándolos en su regazo para luego echar a correr bajo el techo del cobertizo frontal. Detrás de ellos salió la última integrante del auto. Con pasos lentos y descuidados comenzó a caminar hacia la casa, disfrutando de cómo la lluvia hacia contacto con su rostro.

Al ingresar por la puerta principal, Emmy se sacó su abrigo y lo colgó en el perchero, junto con los de Matt y sus hijos. Inhaló bocanadas de aire, sintiéndose por primera vez en el año en casa.

- Ven mami, vamos a ver mi casita-. Le dijo Chuck, tirando de su mano para que la siguiera.

Le sonrió amargamente… se parece tanto a Sophie

- Deja que mami descase un poco-. Espetó en cambio Matt hacia la pequeña, quien volvió la mirada hacia su madre.

- En un rato más voy-. Dijo agachándose hacia ella, peinándola luego con la mano despreocupadamente.

La niña le sonrió y se le acercó para darle u beso en la mejilla.

- ¡Nick!-. Gritó ya dándose media vuelta, en dirección a la escalera. Con más que entusiasmo la subió.

- ¿Quieres tomar algo?-. Preguntó Matt, abrazando a Emmy por detrás. Sintiendo el calor del otro.

- No, aún no-. Dijo despreocupada, sin dejar de mirar por las escaleras. En un movimiento lento giró sobre sus talones, quedando frente a frente de su novio.- Te extrañé-. Comento luego de darle un suave beso en los labios.

- Ya lo imagino-. Espetó este en cambio, con cierta picardía en su sonrisa.

Se quedaron escasos minutos mirándose uno al otro. Ella no podía dejar de ver lo azules y brillantes que podían estar los ojos de él… sus facciones de la cara simétricamente perfecta. Su sonrisa. Él e cambio, acariciaba su espalda cariñosamente, sin despegar los ojos de los de ella, es que no podía dejar de ser perfecta para él, su desordenado cabello color oro. Estaban hipnotizados. De ese mismo modo acortaron la distancia, besándose como hace mucho no lo hacían. Necesitándose.

Aún abrazados subieron las escaleras hasta llegar a su habitación, al fondo del corredor.

- ¿Qué tuviste que hacer ahora?-. Le preguntó Matt a Emmy, soltándose al ingresar a la habitación. Ella se sentó sobre la cama. Hacia días que no dormía del todo bien, siempre era en hoteles, pero de igual modo no era lo mismo.

- No mucho la verdad. Jeremy estuvo haciendo casi todo el trabajo… yo solo lo ayudaba con los detalles, ya sabes, como poner las luces o el fondo-. Respondió ella.- Igual aproveché de recorrer un poco-.

- ¿Algún cambio en Barcelona?-. Inquirió Matt, ya dentro del baño con algo así como un grito para que desde el otro lado de la puerta Emily pudiera escuchar.

- Todo igual como hace seis meses-. Dijo ella, al momento en que su mente viajaba hacia los recuerdos. (¿)

- Me imagino que ya terminaron con lo de la revista-. Dijo Mathew, más como comentario que no interrogación. Salió desde el baño, sentándose al lado de su novia y acurrucándola sobre su pecho.

- Solo hay que arreglar un par de cosas… pero eso lo veré cuando Jeremy me llame-. Espetó con un tono despreocupado mientras distraídamente pasaba sus dedos por sobre el pecho de Matt, dibujando círculos imaginarios.- ahora quiero descansar-.

- Pues deje comunicarle señorita que no podrá hacerlo-. Dijo él, con una sonrisa pícara en su rostro, al instante en que se acomodaba por sobre Emmy, abrazándola en un caluroso beso.

- Debo ir donde Chuck-. Comentaba entre besos Emily, tratando de volver a respirar normalmente. Matt entendió al instante a lo que se refería, por lo que lentamente levantó su rostro, quedando frente a frente al de ella.- No me mires así-. Decía ella, quitándole despreocupadamente uno que otro mechón rubio desde su frente.

- Bien-. A duras penas la safó de sus brazos, cayendo duramente contra su espalda y el colchón.

Emily quedó observando a Matt, quien no despegaba la vista desde el techo, mientras su pecho subía y bajaba rápidamente. No pudo aguantar las ganas de reír. Al notarlo, Matt fijó sus ojos por sobre ella, con el entrecejo fruncido, sabiendo aún así que no podía enojarse con ella. Nunca lo haría. Al hacérselo saber a Emmy; con una sonrisita en sus labios, ella pudo pararse y dirigirse hasta la pieza de sus hijos, sin antes escuchar un grito de burla por parte de su novio:

- ¡Los tienes muy consentidos!-. Ella rió a carcajadas.

**

Tomó la llave correcta, desde las pocas que en su poder llegaba su llavero y giró la chapa para que la puerta pudiera abrirse y así darle el paso de entrar hacia el departamento. No llevaba muchas cosas dentro de la maleta, solo la ropa suficiente para varios días, ya después ocuparía las mudas que aún conservaba en su armario. Todo menos acercarse a una lavadora.

Al instante de ingresar, el olor a encierro y a penuria humedad golpeó en la nariz de Billie Joe. Era más que evidente que nadie había estado ahí hacia ya mucho tiempo. A pasos lentos y después de dejar la maleta a un costado, cerrar la puerta de un suave golpecito con su pie y sacarse la húmeda chaqueta caminó hacia las ventanas, solo para abrir las cortinas y dejar que la escasa luz que él día otorgara invadiera la habitación. Afuera aún llovía y no era buena idea abrir las ventanas.

Recorrió con la vista el recibidor y el living –conectados ambos-. “Hay que asear”, pensó haciendo una mueca involuntaria con los labios. Dejó las llaves sobre uno de los frascos de adornos y caminó hacia la cocina. Ya después solucionaba lo del aseo.

Abrió en primera instancia la nevera casi vacía. Solo destacaba algo azul, colocado en un platillo y que desde el cual salía un olor de los mil demonios. “No más queso en la lista”, pensó Billie, tomando rápidamente la cosa fétida y tirándola en el tacho de basura. Lo último que se podía observar el un simple limón, arrugado a más no poder. Cerró la puerta malhumorado al no poder encontrar algo para comer o tomar. Y como no si el departamento solo lo ocupaba para escasas situaciones.

Se devolvió hacia el recibidor, y desde la maleta sacó un lápiz. Con él en la mano regreso a la cocina y en un trozo de papel – que estaba pegado e la puerta de la nevera, sujetado por imanes- escribiendo en el: “Mañana compras”. Lo volvió a colocar en su posición y satisfecho por su hazaña cruzó el living yendo directamente hacia la habitación principal.

Al ver la cama, un sueño incontrolable lo invadió. No pudo dormir en el avión que lo traía desde Los Ángeles (¿) ya que cada cierto tiempo alguna chica lo llamaba tímidamente para sacarse una foto con él, o para que simplemente estampara en un trozo de papel su autógrafo. Ser famoso tenía sus consecuencias… de igual modo, se sentía muy cansado. “Luego cambio cubrecama”, pensó al tiempo que se traba sobre ella, dando un suspiro sonoro.

No le costó mucho quedarse dormido completamente.

Quedé paralizado en la mesa cuando sentí que la puerta se cerraba detrás de ella. No lograba entender su cambio de humor. Al principio la atribuí que era por que yo muchas veces me comportaba como un verdadero pendejo con ella. No quería pensar en otra posibilidad.

Aún atónito por la situación, caminé escasos pasos hasta llegar a la ventana y ver como Emily cruzaba la calle, mirando minuciosamente por ambos lados en dirección al parque. Unas ganas horribles de correr detrás de ella me invadieron por completo… pero por algo que aún no loro entender es que simplemente no lo hice. Llámenle orgullo, o lo que quieran.

Me quedé inmóvil en la ventana, sintiendo una brisa repentina.

Una o dos horas después, ya más sumiso con mis pensamientos, decidí llamarla solo para saber si había llegado a su casa. De igual forma me preocupaba… y mucho.

El tono del celular no dejó de cesar. Debía de estar más que enojada. Eso me asustó un poco, o por el hecho de que lo estuviera conmigo, si o que… que no quería que nada entre nosotros cambiara. Ya saben a lo que trato de hablar, ¿no?.

Dejé de insistir y ya minutos después recaí una llamada inesperada de Mike. Se le oía endemoniadamente entusiasmado cuando me decía que debía ir a Oakland, disque que para oír algo que había compuesto. Sin pensarlo ni una, dos o tres veces tomé las llaves de mi auto, yendo hacia donde me correspondía hora.

Tarde más de lo provisto, unos cuatro días para ser más específicos.

- ¿Lo tienes realmente decidido?-. Me preguntaba Mike en relación a lo de mi divorcio, en uno de esos recesos en el estudio.

- Michael, querido. Deja de preguntarle tantas veces lo mismo-. Le reprochó Tré (el otro integrante de la banda) con tanta seriedad en su voz que me sorprendió, haciéndome reír escasamente.- Si quieres unirte al club de los solteros… ¡Bienvenido seas!-. Espetó luego con su ya característica alegría, tomándome por los hombros y meciéndome levemente.

- ¿Gracias Tré?-. Inquirí sarcásticamente, tragándome la risa. El eludido sonrió complacido.- Lo he pensado mucho… incluso acepté la propuesta de Addie de esperar un poco más-. Dije en alusión a la pregunta de Mike.

- ¿Tanto tiempo fuera de casa y aún no sabes?-. Espetó este en cambio, con cierto regaño en su voz. Sabía que tenia razón… ya había pasado mucho tiempo. Pero no tenía resuelto aún lo que iba a ser mi vida, la de Addie y por sobre todo la de mis hijos.- Te conozco y a ti algo te pasó el Los Ángeles-. Inquirió luego, mirándome minuciosamente con ambos ojos semi cerrados. Si que me puse incomodo.

- No me pasó nada-. Mentí tratando de sonar lo más convincente posible, pero engañar a Mike era casi imposible… seguía mirándome con duda.

- ¡Te tirita una ceja!, ¡te tirita una ceja!, mientes Billie-. Me acusó Tré, apuntándome con un dedo mientras seguía repitiendo lo mismo en un tono cantadito.

- Deja de hacer eso-. Dije malhumorado, tratado de que cesara de su jueguito.- No miento-. Y otra vez miré a Mike tratando de ser convincente.

No dijo nada, solo miró su botella que tenía entre las manos. Aún seguía sin creerme, lo conocía tanto como él a mí.

Ya después de eso nos dedicamos al disco. No había mucho todavía, solo una de las muchas ideas en mi cabeza, de las cuales pudimos unir con la parte que Mike había escrito y otras más… gracias a la ayuda de Emmy.

Al día siguiente retomé el camino hacia Los Ángeles, un presentimiento repentino me invadió al entrar al edificio. Prácticamente corriendo subí las escaleras, necesitando ocupar mis piernas. Con algo más que ansiedad logré abrir la puerta, encontrándome en el pasillo algo blanco que indicaba que era para mí (tenía mi nombre) con una letra fina. Recogí lo que debía de ser una carta, cerré la puerta y dejé la pequeña maleta a un costado. Atónito por lo que debía contener, me senté e el sofá y la abrí desesperado.”

Un sonido acompañado por un movimiento vibratorio hizo que Billie despertara al instante. Su celular sonaba dentro de uno de sus bolsillos.

Aún espasmado por el sueño y la que se podría llamar “pesadilla”, busco dentro de sus bolsillos lo que lo había hecho despertar.

- ¿Diga?-. Dijo con la voz pastosa, haciendo carraspear la garganta para que pudiera sonar normal.

- ¿Billie?, ¡donde m.erda te metiste!-. Escuchó la voz de Mike desde la otra línea. No se le oía muy alegre.

- Yo también te quiero-. Dijo en cambio el nombrado con una sonrisa. Se escuchó un suspiro.

- ¿Dónde estas?-. Volvió a preguntar el otro, ya más calmado.

- En Nueva York. Decidí tomarme….-.

- Addie me lo dijo todo Billie -. Le interrumpió Mike con cierta desilusión en la voz.- ¿Qué hiciste ahora?-.

- ¿Qué hice?-. Repitió de mala gana.- discúlpame Mike, pero no estoy para tus sermones... estoy bien-.

- Me alegro que estés bien, pero todo el mundo te esta buscando. Addie llamó preocupada, pensando que algo que había pasado y nos asustamos. Tú nunca sales sin avisar… no que yo sepa-.

- Mira Mike-. Dijo tratando de sonar razonable.- Necesito que no le digas a nadie en donde estoy... no por ahora-.

- ¿Por qué?-.

- Porque… porque necesito descansar un poco, ya sabes-. Espetó al termino de la frase con la voz frustrada.- ¿podrías ayudarme?-.

- Y que les digo si me preguntan… algún paradero debo dar Billie-. Se le escuchaba afligido, no le gustaba mentir, pero si era por su amigo…

- Di que me fui a Washington, a Florida… a donde se te ocurra, pero por favor no les digas que estoy acá-.

Silencio mutuo.

- Esta bien-. Dijo derrotado por los ruegos de Billie Joe.- Pero me la deberás-.

- Lo que usted diga Michael, querido-. Dijo de mejor humor Armstrong.

- Debo irme… Britt debe de estar llegando y no quiero que me pille hablando contigo, si es que quieres no ser descubierto.

- Como si estuvieras hablando con tu amante-. Comentó Billie, no pudiendo dejar de rotar los ojos, aun que su amigo no lo viera.

- Idiota-. Dijo al último Mike, antes de colgar el teléfono.

Al cortarla comunicación Billie, se estiró nuevamente sobre la cama. No tenía necesidad alguna por levantarse. De pronto el extraño sueño volvía a invadirle en la mente. ¿Por qué diablos lo había soñado?, no lo sabía… Como si me importara, pensó resentido ya dándose vuelta para poder volver a dormir. No consiguiéndolo tan rápidamente como lo había hecho hacia pocos minutos.


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