lunes, 25 de abril de 2011

Capítulo 8: Y es así como la verdad flota.


- Ya te dije que no iré, y es mi última palabra Jery-. Le decía con tono cansino Emily a quien estaba sentado en el sofá, con las piernas por sobre la mesita de café y los brazos abiertos por sobre el bordillo de éste.

- Y yo te digo que no te dejaré sola acá… vamos cariño, divirtámonos un poco-. Era la quinta o sexta vez que Jeremy repetía las mismas palabras. Comenzaba a aburrirse de hacerlo, pero no daría su brazo a torcer. No quería verla echada en la cama con algún pote de helado o palomitas de maíz –a lo película gringa-, esperando que algo pasase. –Solo media hora-.

Se incorporó de un salto y camino los pasos mínimos para estar en frente de Emily. Ella tenía la mirada baja, consciente de que como lo estaba tomando era un completo error, que Jeremy trataba de sacarla de su trance y de que tratara de mirarle el lado positivo; como cuando se pasaban horas sobre el balcón de la habitación de ella en Florencia, conversando de lo que fuera… de todo, solo para que no se sumiera en sus pensamientos.

- ¿Media hora?-. Inquirió con cierta flaqueza en la voz. Jeremy sonrió.

- Dejémoslo en cuarenta y cinco-. La chica lo miró con el ceño fruncido.

- Sabía que lo harías… -. Resopló con desgana.- deja llamar a los niños y voy-.

- ¡No!, ya tendrás tiempo para eso-. La detuvo antes de que avanzara hasta el teléfono.- Piensa en ti por un minuto, ¿ok?-.

- Pero…

- Pero nada. Ahora, tomas tus cosas y nos largamos de acá-. Dijo con seriedad.

Miró ceñudamente a su amigo, pero una vez que observo que no lo decía por decir bajo los hombros y se coloco a hacer lo que debía: Agarrar su bolso, las llaves de la habitación y salir junto con Jeremy.

Llevaban más de media hora caminando por entre la multitud. Desde la última confesión de Matt, Billie se había quedado callado… no se sentía cómodo, o mas bien, trataba de evitar algo que a las finales lo sorprendería… pero hasta entonces lo único que atinaba a hacer era mover sus pies y mirar de vez en cuando a Matt.

- ¿Y qué haces en Nueva York?-. Inquirió el menor de los dos, tratado de apaciguar el silencio. El eludido lo observo absorto por unos instantes, para luego sonreír amargamente.

- De… vacaciones-. Espetó tratando de sonar firme.- Los chicos se fueron con su madre a casa de su abuela y me di unas vacaciones-. Agregó al ver que Matt abría la boca para expresar otra pregunta.- ¿Y que ha sido de tu vida?... veo que por lo menos ocupado estás-.

- Se podría decir que si-. Espetó con entusiasmo.- Trato de estar el mayor tiempo posible en casa, ayudando a mi mujer… llevando por sobre los hombros a la banda-.

- ¿Tienes grupo?-. Le interrumpió con mero asombro Billie Joe. El chico asintió.- Me alegro por ti. Eso quiere decir que de algo te sirvió el conservatorio-.

- En gran parte si, pero en los estudios… nunca pude terminar la escuela-. Confesó encogiéndose de hombros Matt.- Tuve que trabajar para poder… poder mantenernos-. Apuntó con la cabeza hacia la dirección de lo pequeños.

Billie Joe cayó en la absurda realidad. ¿Cuántos años tendrían esos pequeños?, cuatro o cinco años, puede que un poco más. Miró en completo silencio hacia los niños, luego guió su rostro hacia Matt quien le sonrió escasamente. El menor de ambos ya tendría cumplido o por cumplir sus escasos 23 años. Tan mal no se sacar cálculos”, pensó dubitativo Billie Joe. ¿18 años y ya ser padre de dos creaturas?.

Sin pensarlo si quiera por una milésima de segundo, abrió la boca para expulsar un:

- ¡Who!-. Medio susurro, medio ahogo.- Ya veo…-.

- No me quejo de igual forma. Pero es TAN difícil cuando no se esta en compañía-. Comentó Mathew mirando hacia sus zapatos. Billie no entendía a que iba todas esas palabras.- Emily no estaba conmigo cuando paso todo esto… a ella la habían mandado a estudiar a Italia. Fueron días frustrantes, pero no sé como logré al fin poder sacar lo poco y nada que tenía y saber vivir con eso-.

La cabeza comenzaba a darle vueltas con tanta información que recibía. Trató de concentrarse en no caer y hacer el ridículo en frente de tanta multitud. “Y vamos con una Emily otra vez”, le regañó su subconsciente. Pero de nada servía escucharla. Aun rebotaba en su cerebro esas palabras. Exhaló una bocanada de aire inmenso –tratando, obviamente de que Matt no lo notara-.

- ¿Emily?-. Preguntó Billie Joe. Matt le sonrió ampliamente para luego afirmar con la cabeza.

- La misma que tu y yo solíamos conocer… ¿recuerdas?-.

El mundo para el se detuvo inmediatamente. Era SU Emily. Aquella chica que le traía problemas con facilidad en su vida pasada, aquella que por una sola sonrisa de sus labios pude hacer miles de idioteces. La misma a quien ahora aquel chico, inconsciente de todo el pasado de él y ella; orgullosamente nombraba como su “mujer”. ¡Rayos!.

- ¿Estas bien?-. Escuchó que le decían a un costado… un susurró para él. Matt lo sujetó por los hombros y lo observó con una mirada asustada.

- Claro… claro, solo… creo que el cigarrillo empieza a hacer sus efectos-. Mintió mostrando una sonrisa para poder demostrar que todo en el iba bien

- Me has dado un susto-. Dijo el menor, soltándolo de a poco.- Creo que deberías empezar a dejarlo-.

- ¿Tú crees que podrás convencer a este viejo tacaño?-.

- ¿Viejo?, por dios Billie Joe. Si estas joven todavía-. Rió entre dientes Matt, viendo como Billie se encogía débilmente de hombros.

Una gota cayó de improviso por sobre su hombro, segundos después millones de ella comenzaron a descender desde el cielo. Antes que nada, Matt comenzó a llamar a gritos a Chuck y a Nick para que se acercaran. La gente comenzó a esparcirse y a correr debajo de los arboles, otros… a correr despavoridos hacia sus automóviles, cargando entre sus brazos a sus hijos.

- ¿Quieres que te lleve?-. Preguntó apuradamente Matt hacia donde estaba Billie Joe.

- No, gracias-. Le respondió éste, sin poder despegar los ojos de la pequeña niña que llegaba al lado de Matt y quien la alzaba por los aires.

- Fue un gusto volver a verte-.

- Para mi igual-. “Como no va a ser un gusto si justo cuando tratabas de mandar todo al mismísimo infierno, viene y te topas con la hija de Emily”.

Dio por última vez un vistazo a los pequeños y sin más, giró por sobre sus talones y camino con paso decidido hacia cualquier otro lado. Quizás algún árbol, quizás debajo de algún recibidor de hotel, quizás… quizás solo se quedaría sentado sobre una banca, tratando de procesar todo lo que había odio.

La brisa ya no era la misma después de que salió de la habitación en compañía de Jeremy. Se abrazaba a su abrigo tratando de contener el calor por sobre su cuerpo. Llevaban tan solo doce o más minutos paseando por las calles congestionadas de Los Ángeles. “Por eso es que siempre odié venir al centro”. Recordaba amargamente Emily mientras miraba a través de las vitrinas.

- ¿Sabes?, una de las cosas que más idolatro de esta ciudad es como la gente te respeta al caminar-. Comentaba Jery a un costado de la chica con u tono sarcástico que la hizo reír.

- De igual forma estás enamorado de ella-.

- Te tomo la palabra-. Dijo comenzando a caminar por la vereda, esquivando a la gente que venía en sentido contrario.- ¿Acaso no saben tomar su derecha?-. Reclamaba fastidiado.

- Te dije que nos quedáramos en el hotel-. Resoplo con un tono de ganadora, sabiendo que tenia la razón.- Podemos regresar, ¿si quieres?-.

- ¡Y perderme este momento!-. Exclamo Jeremy.- Déjame decirte querida, que tu intento por volver ya es inmune.

- No llegue… ni un poquito-. Espeto Emy, con la esperanza de haber conseguido algo.

- Nada-.

- Idiota-.

- ¿Gracias?-. Inquirió de un humor fantástico el chico.

Volvieron a retomar su curso, dando pasos lentos mientras escuchaban como la demás gente comentaba lo lindo que estaba tal cosa… o lo impresionante que era que en esos tiempos ya se pudiera hacer aquello. Era divertido.

Emily estaba muy atenta a lo que lograba ver por las vitrinas o por la misma calle. Pero algo la hizo llamar la atención.

Mirando por ambos lados de la calle para poder cruzar y con una mirada totalmente perdida. Recordó cuando… en un pasado no muy lejano, una pequeña niña de no más de cinco años trataba de cruzar la calle mirando por ambos lados y trayendo en sus brazos una bolsa de pasteles. La misma niña, ¿podría ser la misma?.

Emily se olvido del mundo entero y solo se giró para comprobar que si era ella. Su color de pelo de un rubio esplendoroso en su niñez –ahora un poco más oscuro- bailaba a su compas, mientras que sus piernas trataban de moverse rápidamente. Se veía que estaba apurada. “Aún con los ojos cerrados la podría reconocer”. Su corazón palpitaba a ritmo acelerado de tan solo pensar que aquella chica podría ser Sophie.

Ignoro lo que Jeremy le reclamaba a un costado y comenzó a seguirla, esquivando a la gente y haciendo odio sordo a las muchas ofensas que le llegaban por tirar a la gente detrás de ella.

La voz no le salía, no le quería salir. Al llegar a la distancia suficiente para tomarla, un miedo le recorrió la mano estirada, haciendo casi como si se convirtiera en espasmo. La chica comenzaba a alejársele otra vez, pero ella se quedó parada, mirando absorta la escena. “si mamá se llega a enterar que estoy acá”. Eso la hizo detener en su nuevo intento de correr. En cambio, giro sobre sí misma y trató de calmarse mientras llegaba al lado de Jeremy.

- ¿ Qué te pasa?. Estas blanca-. Comentó preocupado Jeremy al verla a su lado otra vez. Le tomo el rostro y se cercioró de que estuviera en lo correcto, bien.

- Regresemos al hotel… por favor-. Logro articular con las manos levemente apretadas.

El chico asintió de inmediato. La tomo por la cintura y la guio de vuelta hacia la habitación. Lo que Jeremy ni la misma Emily sabia era que dentro de muy poco, ya todas las mentiras serian sacadas a luz. Por ahora, solo sé que Emily llego extremadamente mal al hotel.

domingo, 24 de abril de 2011

Capítulo 7: Un rosal para una rosa.


Sus impulsos solían ser más poderosos, pero por alguna razón se controlo. La sorpresa de encontrarse después de tanto tiempo a Matt lo hizo recapacitar, además que estaban aquellos pequeños que nada tenían la culpa.

Los ojos él lo miraban curioso, tratando de ver alguna reacción por su parte. Respiró hondamente y reflexionó.

Cada término nervioso, cada centímetro de piel de su cuerpo se estremeció en una sola gran onda que se expandió por todo su cuerpo. Escuchar aquel nombre, luego de tantos años lo había tomado por sorpresa

- ¿Matt Begthom?-. Inquirió Billie Joe con un dejo de sorpresa en su voz. Su sonido si que salió a penas…. Más como susurro.

- Así es… ¿Cómo has estado?. ¿Te acuerdas de mí?-. Pregunto por segunda vez, al ver que la otra persona aun no reaccionaba con su nombre. Billie asintió frenéticamente

- Claro que sí. E-eras quien iba a participar en la obra de hace… seis años, creo-. Espeto tratando de contar los años que ya habían pasado.-¿Cómo has estado?-. Agrego luego, tratando de esquivar de su ser cognitivo el recuerdo de Emily.

- Bien, acá pasando la vacaciones con los niños-. Dijo tomando a ambos pequeños de los hombros. La mirada perdida y sin entendimiento de ambos le hizo sonreír

- Veo que ya haz formado una familia, felicidades-. Espetó Billie dándole una pequeña palmadita en la espalda.- ¿Y tu mujer?-.

- De viaje por trabajo-. Le infirmó Matt dejando escapar una pequeña mueca de disgusto. De pronto sintió que algo le removía la remera. Miró por debajo de sus hombros… encontrándose con la mirada inquietante de Chuck.

- ¿Quién es?-. Le preguntó la menor, una vez que Matt estuviera a su misma altura.

- Un amigo de mamá…-. Le respondió el.- ahora si quieres, puedes ir con tu hermano a jugar-. La menor le sonrió ampliamente.

- ¿Vamos Nick?-. Inquirió la chica hacia su hermano quien al igual que ella, no entendía mucho que estaba pasando con ambos adultos. El nombrado asintió una vez y se alejo con su hermana.

- ¿No es fácil… eh?-. Comentó dubitativo Armstrong sin poder despegar la vista de aquellos dos pequeños.

- ¿Qué cosa?-.

- Esto de ser padre. No es que sea el mejor ejemplo… pero de a poco se aprende-. Le aconsejó el mayor de los dos con cierta sonrisa animosa.

- Nadie nace sabiendo las cosas-. Respondió el otro, encogiéndose levemente de hombros.- No sabes lo que he pasado por querer tener las cosas que quiero-. Agrego luego.- Se arriesgan muchas cosas-.

Billie Joe le miró ceñudo, comenzando a caminar y a esquivar a la gente que se topaba

- No se si sea lo mejor hablarlo… primero debo hablarlo con Emmy-. El corazón de Billie se detuvo en seco al escuchar semejante nombre. ¿Podría ser tanta la suerte?, ¿sería aquella mujer… la misma que una vez tuvo a su lado?. Agitó vagamente la cabeza, tratando de no ser más paranoico con las simples palabras. “No te impacientes”.

- ¿Emmy?-. pregunto sorprendido, exaltándose al escuchar el tono de voz. Carraspeo

- Hay mucho que contar y poco tiempo, ¿eh?-. Fue el momento de Matt para tirar un sarcasmo. Billie sonrió vacíamente.

- Así parece-.

El avión comenzaba a descender y lo único que atinaba a hacer era sujetares del brazo de su amigo, quien estaba su costado entregándole confianza. Llevaban mas de dos o tres horas -ni si quiera se había tomado la molestia de tomar el tiempo- dentro del avión y lo único que deseaba era que todo saliera como ella planeaba al pisar suelo. Sacar las malditas fotos de George, esperar uno o dos días más y largarse de nuevo a su hogar. Sonaba tan perfecto que se lo creía. Se aferraba a eso.

Escucho que por los parlantes avisaban que podían deshacerse de sus cinturones y que en unos cuantos segundos la puerta se abriría. Resopló con gratitud mientras dejaba en completa libertad el brazo de Jeremy.

- ¿Estás mareada?-. Inquirió de inmediato él al verla un tanto pálida. Negó con la cabeza.

- No… solo… solo déjame respirar por un minuto, ¿sí?-. Dijo ella, levantando el rostro hacia su amigo, tratando de mostrarle una pequeña sonrisa. Este le miro ceñudo.

- Te espero abajo-. Discrepó Jeremy, revoloteando los ojos para luego acercarse a la chica y darle un sutil beso en la frente.

No se sentía de ese modo desde que había abandonado aquel lugar. Las piernas le tiritaban haciendo casi colisionar sus rodillas. Las manos le sudaban frío y por más que trataba de respirar bien, lo único que conseguía eran pequeños espasmos.

Se sentía una completa paranoica, pero era la realidad. No le gustaba estar ahí, otra vez.

Miró por la ventanilla del avión y divisó un pequeño paisaje, repleto de arboles y de un sol que iluminaba todo el cielo. Alejó la mirada del ventanal y con un movimiento algo torpe se cambio al asiendo contiguo para echar un vistazo al pasillo. No había nadie. Apesadumbrada, se levantó del asiento y recorrió el pasillo hasta las escaleras, descendiendo de ellas sujetándose fuertemente del barrote.

Cruzó la ventanilla de cristal y con la mirada semi levantada comenzó a buscar a su compañero. No le fue difícil hallarlo ya que en unos escasos segundos Jeremy estaba a su lado, con ambas manos ocupadas por las maletas.

- ¿Qué hacemos ahora?-. Preguntó inquietamente Jeremy. Emily esbozó una sonrisa cansina.

- No lo sé… creo que sería mejor ir a descansar al hotel-. Dijo encogiéndose de hombros.- Recuerda que vinimos a trabajar Jery-. Prosiguió ella con un tono de autoridad que hizo que él esbozara una carcajada.

- Sabes que no acataré tus órdenes, mi querida Emy-. Le advirtió él, comenzando a caminar arrastrando las maletas detrás de sí.- Pero si me lo permites, quiero salir por aun que sea una noche. Vamos muñeca que hay que disfrutar este viaje-.

- No te prometo nada-.

- Eso ya es un paso-.

- Dije que no lo sé-. Reafirmó ella, tratando de hacerle entender a Jeremy. Pero sabía que era imposible luchar contra la voluntad de él.

- No podrás contra mí-. Le advirtió él acercándose lo suficiente como para susurrarle.

Antes de escuchar algún otro reclamo de la chica, Jeremy avanzo a paso mas rápido dejándola por unos instantes sola, atrás.

Sentir el viento por sobre su rostro al salir, hizo que exhalara una gran bocanada de aire. Era como sentir que estaba en casa. No sabía el por que, pero es raro decir que el aire es distinto, que huele diferente que otro lugar. Eso le pasaba con frecuencia a Emily ya que cada vez que viajaba no lograba encontrarle el mismo aroma. Solo su hogar se lo proporcionaba. Y esta vez no fue la excepción.

Jeremy le abrió la puerta trasera de la camioneta que los había ido a recoger, se sentó en el asiento hacia la ventana y observó con un ímpeto cargado de emociones. La van comenzó a avanzar por el camino y el estómago de Emily se retorció en un solo gran apretón.

Entre el viaje, Jeremy trató de hacerla olvidar por completo en donde estaba conversándole de diferentes cosas, todas relacionadas al trabajo. Era la única forma de poder sacarla de su mundo. Pero no pudo sacarla de su mundo, las respuesta a todas sus preguntas eran meros monosílabos o sonidos guturales.

“Todo estaba pasando tan rápido que me era imposible no comprenderlo. Jeremy se había quedado a mi lado, abandonando su vida en el circo, quedándose alojado en una pensión no muy alejada de la casa de Anna – ese era el nombre de la prima de mi madre-. Cada vez que debía ausentarse de casa o que… simplemente no tenía clases con aquel profesor tan paranoico que Anna me había contratado, invitaba a Jeremy a casa y le daba de comer – se veía que estaba casi en los huesos- ya que no tenía tiempo casi para eso. Las horas que le dedicaba a su trabajo y a un pequeño curso de fotografía que daban en el teatro lo dejaban casi sin aliento. Nunca supe bien cómo fue que el padre lo dejo irse así como así, y de cómo un día para otro había conseguido dinero suficiente como para pagarse aquel cuartito en la pensión. No era el momento tampoco de preguntar.

En cuanto a mi estado, no había cambiado mucho. Mi vientre era una bola gigantesca –y eso que me faltaba mes y medio- y el ombligo ya había cesado, dejando un pequeño botoncito en mí pansa. Era gracioso. Los mareos y demás cosas hacía ya tiempo que habían parado, pero los antojos eran algo fuerte. Había días en que llamaba a la madrugada a Jeremy para que me fuera a comprar algo –por no molestar a Anna- y el pobre iba con su cara de zombie. Una de las tantas cosa que le agradeceré de por vida.

Pero un día en que Anna debía ir al banco por su paga y en donde el Sr. Bouvier no se apareció por toda la mañana por la casa, tomé en auricular del teléfono en el recibidor y marqué a la pensión en donde Jeremy vivía.

Uno… dos pitidos.

- Pensión Hermanas Lovety, ¿en qué puedo ayudarla?-. La voz cansina pero de una amabilidad enorme de parte de Agatha hizo que me sonriera.

- Buenos días Srta. Lovety, soy Emily-. Dije, escuché una risita por el otro lado y luego un suspiró.

- ¿Cómo ha estado?-. Me interrogo, sin dejar de lado su amabilidad.- Me imagino que busca a Jeremy-.

- Muy bien, gracias. Y si, busco a Jery… ¿esta en su habitación?-.

Se escucharon unos ruidos de papeles y llaves removiéndose, para luego volver a escuchar un suspiro.

- No ha salido de su habitación… ¿le llamo?-.

- No, solo dígale que lo espero en la plaza-.

- Muy bien linda-. Espeto Agatha.- ¿algo más?-.

- Nada más… gracias-. Y colgué el teléfono.

Esperé unos minutos más antes de salir de la casa –solo para cerciorarme que el profesor no se apareciera-, tomé un abrigo y cerré la puerta detrás de mí.

El sol comenzaba a asomarse, pero no tan cálidamente como lo era en Los Ángeles. Si el sol salía, era porque pegaría con fuerza… y si no, si el día era nublado… te morías de frío. Una de las tantas cosas que extraño es el clima. Aun que el paisaje es algo indescriptible. Por ejemplo, a la semana de que Jeremy se fuera a vivir a la pensión de las Hermanas Lovety me había invitado a dar un pequeño paseo por una colina. Nunca había visto cielo más limpio o sentir aire más puro que aquel. Estuvimos desde muy temprano en la mañana hasta muy pasado en la noche. Incluso, al día siguiente agarre un resfriado que me tiro a la cama por dos días. Recibí retos de Anna y por primera vez en mucho tiempo escuché la voz de mi madre a través del auricular del teléfono, regañándome por hacer idioteces.

Llegué a la plaza a paso lento, pero me gustó ver que Jeremy ya me esperaba sentado en una de las bancas, entumido por el extremo frío –aun que… no hay que ser muy exagerado. De vez en cuando se colaba un vientecito frío-. Seguí caminando hasta llegar a su lado.

- ¿Tienes frío?-. Inquirí sentándome a su lado. Giró la cabeza hacia mi posición, con una sonrisita burlona.

- Para nada… el sol hoy pega muy fuerte-. Dijo burlonamente.

- No debes ser sarcástico conmigo-.

- Tú haces que yo lo sea-. Reclamó él.

- ¿Nos levantamos con el pie izquierdo hoy-. Capté de inmediato que algo no iba bien. Debajo de sus ojos se notaban unas sombras negras que me dieron terror. Sus ojos llegaban a cerrarse solos y la expresión completa de su rostro, ¡era todo un desastre!.- ¿Has estado comiendo?-. Agregué luego.

Se echó hacia atrás con las manos en el rostro y ahogó un grito.

- Eso es un no-. Dije respondiéndome a mi misma.- vamos a casa… te aré algo de comida y dormirás en mi cama-. Antes de que pudiera reclamar algo más le interrumpí.- No digas que no… sabes que de igual modo te convenceré-. Me paré como pude y le agarré el brazo para que me siguiera.

- Gracias-. Susurró apenado a un costado mío.

- No lo digas-.

Me devolvió una sonrisa tosca, de esas que te salen solo cuando estás cansado. Pasó su brazo por mi espalda y la dejo en mi cintura, la otra la dejó por sobre mi vientre y comenzamos a caminar de regreso a casa de Anna.

Esta vez trate de apurar el paso y llegamos lo más rápido posible a casa. Hasta en el caminar se le notaba lo cansado. En el camino soltó sus mínimos cinco bostezos enormes.

Abrí la puerta de la casa y lo hice ingresar. Lo primero que hice al pasar por el umbral luego de cerrar la puerta fue ver la hora. Anna se demoraría en llegar –siempre que recibía paga se iba con su grupito de amigas a tomar por quien sabe donde- por lo que se me hizo un alivio grande en el pecho.

Lo lleve hacia la cocina y lo senté en una de las sillas. Llevaba la capucha de su chaqueta por sobre la cabeza, lo que en una primera instancia se me hizo inmutable su estado. Rebusque en la nevera la cena que había quedado de anoche y la calenté en el microondas. En 10 minutos estaría mas que caliente.

Retiré una de las sillas y me senté al lado de Jeremy.

- ¿Por qué no le dices al Sr. Lourd que te baje las horas de trabajo?-. Comente suave y claramente para que me lograra entender. Esbozó una sonrisa torcida.

- Porque me bajará el sueldo-. Me explico.- además ya me estoy acostumbrando.

Eso me hizo hervir la sangre, ¿acaso no se veía al espejo?. Claro que no.

- Jery… pareces un verdadero muerto viviente. Te quedas dormido mientras trabajas para él (me lo han contado), en las mismas clases de fotografía pienso que das cabezazos de somnolencia… incluso ahora que te hablo no captas bien-. Su mandíbula se tensó y sus ojos me estudiaban con completo asombro. Suspiré cancinamente.- Ni por las noches te llamo para que vayas por mi helado de cereza-. Dije esbozando una sonrisa.- Prométeme que le pedirás al Sr. Lourd una rebaja de horas-.

Sus ojos me miraban con completa ternura. Sabía que yo tenía la razón y que por más que diera su ciento por ciento en las cosas que quería, no todo lo podía hacer a diestras y siniestras. Debía pensar en su salud.

- Lo prometo-.

- Muy bien-. Dije sonriéndole ampliamente, parándome luego sin antes pasar por su lado y revolverle el cabello –con la capucha puesta-.

Observé el reloj del microondas. Le faltaban segundo antes de que el timbre sonara. Abrí la puerta y con un guate de látex que alcancé, tomé el plato con la carne y el arroz y lo dejé en frente de Jeremy. Lo quedó observando con determinación, agarró un tenedor y pinchó la carne.

- Solo come-. Dije con la voz cansina.

Se llevó el tenedor a la boca y de ahí no paro de tragar –comer era poco por como devoraba la carne-. Volví a sentarme a su lado y coloqué ambos codos en la mesa, sin dejar de mirarlo. En menos de quince minutos se acabó el plato por completo. Me reí por como su rostro había cambiado, ya no tenía esa coloración blanquina y hasta podría decir que las orejeras ya no se le notaban.

- Ve a mi pieza y recuéstate en mi cama… yo me encargo de ésto-. Dije parándome y quitando el palto de la mesa.

- Está bien mami-. Dijo de mejor humor. Se paró de la silla y antes de abandonar la cocina se acercó y me beso la frente.- Eres la mejor-. Eso me produjo una carcajada.

Se alejó de la cocina y yo me metí a lavar la loza.

Era un completo chiste tratar con Jeremy, el pobre se mataba por salir adelante y por tratar de hacerlo, se dejaba de lado hasta el mismo. Desde que lo había conocido que siempre tuve que frenarlo en situaciones, como el también en las mías. Dejé las lozas secar sobre el lavaplatos y me sequé las manos. Busqué por los muebles un sobre de galletas y me las lleve al living. No quería molestar a Jeremy, por lo que me pasaría el día entero sentada viendo la televisión.

No estuve más de veinte minutos cambiándole al control y sentí el timbre vibrar. “A Anna se le quedaron las llaves”, pensé mientras caminaba al recibidor. Solo que no fue ella quien estaba parado en la puerta con un ramillete de rosas rojas. El corazón se me apretujó y me sentí desvanecer –gracias a quien sea estaba bien aferrada a la manilla de la puerta-. Me llevé la otra mano a la boca y ahogué un grito.

- Creo que me demoré un poco-. Dijo Matt con una completa sonrisa de oreja a oreja. La vista se me nubló por las lágrimas y tuve que recordarme de seguir respirando.-¿No me piensas recibir-.

- ¡MATT!-. Grité sin pensarlo, abalanzándome sobre sus brazos y colgándome de su cuello. Hundí mi rostro en el hueco de su cuello y me dejé llevar.

- Tranquila… tranquila-. Me susurraba al oído acariciándome el cabello con la mano libre.- Ya estoy acá-.

Retiré mi rostro de su cuello y lo observé. Estaba tal cual lo recordaba, incluso pude notar un poco de barba en su barbilla. Al igual que yo, Matt me observaba detenidamente pasando el dorso de su mano quitando los restos de lágrimas. Como si fuera lo último que pudiera hacer, me acerqué y junte mis labios con los de él.

Era todo completamente ilógico, incluso llegue a pensar que me había quedado dormida y que era uno de mis tantos sueños tortuosos. Pero no, el beso me lo corroboró. Nos quedamos un rato más mirándonos, hasta que una parte de mi cerebro me advirtió que estábamos a plena calle.

- Un rosal para una rosa-. Dijo extendiendo el ramillete de rosas. Se los recibí con gusto, dejándolos sobre la mesita de té del living. Ya estaba más controlada

- ¿Cómo diste conmigo?-. Pregunté primero que todo. ¿Cómo era que había podido conseguir la dirección?. Mary era la única que sabía. Mathew esbozó una sonrisa torcida.

- No sé cómo, pero tu padre luego de las muchas insistencias que di, me la ofreció. Tenía la dirección, pero no tenía dinero para viajar… por eso demoré un poco-. Me explicó excusándose. ¡Eso era lo de menos!, él había venido por mí.

- Mary sabe que…-.

- No… no sabe-. Me interrumpió. Silencio.

- Esto es un sueño-. Dije mordiéndome el labio inferior.- Pensé que nunca vendrías-. Agregue luego, reprimiendo un llanto.

- Te lo prometí… prometí que estaría contigo. Nunca más lo pienses, ¿ok?-. Dijo tomándome el mentón, haciendo que lo viera a los ojos. Las manos me tiritaban y me sudaban.

Sin despegar la mirada de mí, me sonrió y posó su mano libre hacia mi estomagó. Una sensación de alivio me recorrió el cuerpo, sintiéndome mucho mejor que ayer… mucho mejor que hacía meses atrás.”

- Llegamos-. Comentó Jeremy, quien estaba sentado en los asientos de frente desde donde Emily estaba. Esperó a que el auto frenara y abrió la puerta de la van con su bolso de manos.- Creo que lloverá-. Dijo en cuanto vio que Emmy sacaba la cabeza.

- Sería bueno que empezáramos mañana-. Espetó la chica cerrando la puerta detrás de sí.- Quiero descansar-.

Su compañero asintió quedadamente. Avanzaron a través de la alfombra roja que estaba ubicada en la puerta principal e ingresaron al hotel.

martes, 19 de abril de 2011

Capítulo 6: ¡Eres tú!



Explicarles a sus hijos que debía hacer un trabajo extra no fue problema, explicárselo claro está. La reacción fue otra cosa.

A Nick le era indiferente si su madre estaba o no, con que Matt estuviera a su lado le sobraba, pero Chuck… a la pobre o hubo quien le cambiara el humor. Emily comprendía perfectamente la reacción de su hija, y como no si ella tuvo que pasar casi por lo mismo cuando su madre no le daba su total atención, comenzando a alejarse de a poco de ella.

A la mañana siguiente tanto Emily como Jeremy estaban listos para partir.

La secretaria de George les había enviado los boletos en el primer vuelo disponible para aquel día. Las maletas estaban a un costado de la escalera, esperando la hora de partir. Emily aún no salía del baño, llevaba más de media hora pegada frente al espejo… tratando de ver algún resto de calma y de razonamiento al viaje. Sintió unos leves golpes en la puerta, sobresaltándola de algún modo. Giró la llave de la cerradura y giró el picaporte.

- ¿Estas lista?, los niños están en el auto y Jeremy llamó hace diez minutos diciendo que ya estaba en el aeropuerto-. Le comunicó Matt, sin perder el aliento con tantas palabras. Emily le sonrió a penas.

- Muy bien… vamos-.

Se tomaron las manos y descendieron hacia el recibidor. Ella tenía muy bien marcado que era solo por el trabajo y nada más, nunca por su propia voluntad hubiera vuelto a aquella ciudad. Ni aun que así dependiera su propia vida.

Cerraron la puerta detrás de ellos, adelantándose sobre ella Matt, quien llevaba arrastrando la maleta, colocándola detrás del auto. Emily ingresó al auto, sin poder evitar echarles una mirada a sus hijos quienes estaban sentados, ambos con sus cinturones de seguridad cruzándole el cuerpo. Charlotte miraba distraídamente por la ventana de automóvil, tratando de evadir la mirada de su madre. “Orgullosa como su padre”, pensó con cierta agonía Emily.

- ¿Regresarás pronto?-. Preguntó el segundo de sus hijos. Agitó levemente la cabeza para despejar su idea anterior y le tomó atención.- ¿Te demoraras mucho?-.

Le dedicó una sonrisa.

- Es por solo una semana… luego verás que me quedaré cuanto tiempo quieran-.

- Eso dices siempre-. Habló Chuck desde el otro lado del asiento, sorprendiéndola, aún sin despegar los ojos de la ventana.

- Cállate Chuck-. Le cortó fríamente su hermano, mirándola con la frente arrugada.

- Sabes que tengo razón-. Seguía en cambio ella, con su posición de autodefensa. Emily los miraba con una mueca en los labios.

- ¡Basta los dos!-. Dijo con autoridad la mayor, antes de que su hijo volviera a reprochar algo más… tratando de controlar la situación.

- Perdón-.

La llegada al aeropuerto fue llevada a cabo en completo silencio. Emily tenía miedo que si volvía a abrir la boca, sus hijos comenzarían discutir otra vez, y lo menos que quería era llevarse una imagen de ellos así.

Matt se encargó de bajar a los niños, mientras que Emily de las maletas. No llevaba mucho, por lo que se le hizo menos dificultoso la maniobra. Arrastró la maleta detrás de sí, avanzando hacia la puerta de vidrio y cruzándola.

- ¿y esa carita?-. Preguntó Jeremy ya reunidos con los demás al notar la llegada de Emily.- Parecieras como si no nos fuéramos a Los Ángeles-. Siguió con su discurso, tratando de animarla.

- Es la única que tendré por un largo tiempo-. Espetó ella en cambio, apesadumbrada.- ¿A que hora sale el vuelo?-. Jeremy comenzó a revisarse los bolsillos, buscando los benditos boletos… encontrándolos debajo de su chaqueta. Les hecho una ojeada.

- Sale a las ocho cuarenta y cinco. Nos quedan exactamente… diez minutos-. Dijo chequeando su reloj.

Emily miró fijamente a Matt, tratando de encontrar algún rastro de alegría. Él le sonrió, teniendo sobre sus brazos a Charlotte.

- Creo que deberían subir-. Dijo Matt.- De igual modo, con los chicos tenemos planes apara hoy-. Posó sus azules ojos hacia Nick, quien lo miraba entusiasmado.- Si hay algún problema te llamaré… no te preocupes-. Agregó luego, guiando sus ojos hacia su novia.

Ella asintió mínimamente. Se hincó frente a su hijo y con algo más de calma en su voz le dijo:

- Cuida de tu hermana, ¿me lo prometes?-. Le susurró cariñosamente. Mientras le arreglaba la chaqueta, tratando de encontrar algo bueno en ello.- ¿Me lo prometes Nick?-.

- Si mami. Lo prometo-. Afirmó el menor, con un timbrecito de voz que le hizo sacar una sonrisa a Emily.

- Nada de peleas y no hagan rabear a Matt, ¿ok?-. El chico asintió animosamente para luego colgarse del cuello de su madre y acurrucarse sobre ella.

- Nick… deja que mamá se vaya, se hará tarde-. Dijo detrás del pequeño, Mathew aún con Chuck en sus brazos.- ¿No piensas despedirte de tu madre?-. Infirió él, a quien tenía en brazos. La pequeña hecho levemente su cuerpo hacia atrás y sin despegar la vista desde el suelo estiró sus brazos en dirección de Emily.

- No pelees con Nick, por favor ¿si?-. Inquirió la mayor ya una vez con su pequeña en brazos. Ella asintió frenéticamente.

- Regresa luego…-. Espetó Charlotte, con una hilo de voz casi inaudible APRA quienes que observaban absortos la escena.

- Lo aré-.

Con la poca fuerza de voluntad que le quedaba, bajó a la menor de sus brazos dejándola sobre el piso. Tomó la manilla de la maleta que aún sostenía Jeremy y se acercó a Matt para despedirse. Un sutil y pequeño beso de despedida.

- Trata de disfrutar-. Le susurró él a poca distancia.

- Trataré-.

Se alejó del grupo y con Jeremy a su lado comenzaron el trayecto hacia el portaequipaje para dejar sus pertenencias. No quería mirar hacia, mejor dicho… no debía mirar detrás de sus hombros por que tenía muy bien claro que si llegaba a hacerlo, no tomaría el avión. Ni siquiera se había dado cuenta que ya estaban cruzando la puerta del avión. Se sujetó firmemente de la chaqueta de su amigo y buscaron sus asientos. Una vez ubicada y con su cuerpo sobre el asiento, resopló un sonoro suspiro. Un suspiro que le hizo recordar cuando… en una pequeña oportunidad abandonaba la ciudad que en tan solo unas horas volvería a pisar. Con o sin agrado, ya todo se había hecho.

Los tres miraban en dirección por donde Emily junto a Jeremy avanzaban. Nadie movía un músculo, nadie despegaba la vista desde aquel lugar. “Debimos haberla acompañado”, se reprochaba disgustado Matt mentalmente. “De igual forma va con Jery”, recapacitó tratando de encontrarle algo de lógica a lo que pasaba.

Despejó su mirada y observó donde estaban los dos pequeños quienes miraban en la dirección en la que él antes estaba observando. Carraspeó un poco la garganta e inhaló una gran bocanada de aire.

- Y que dicen… ¿vamos a alguna parte?-. Inquirió animadamente, llamando la atención de los dos chicos. El primero le sonrío ampliamente, mientras que la niña solo hizo una morisqueta con la boca.- ¿Qué quieren hacer?-.

- ¿Es un poco temprano para ir a comer?-. Preguntó un tanto cohibido Nick.

- Me temo que sí-. Le respondió Matt, comenzando a avanzar hacia la salida del aeropuerto.- que les parece… ir un rato al Central Park-.

- Hace tiempo que quiero ir-. Comentó Chuck ya más tranquila. Hablando por primera vez de un modo más amigable.- ¿Te acuerdas del libro que mamá nos leyó?-. Dijo hacia su hermano, ubicado a su derecha. El la miró con el ceño fruncido.- Ese del chico que echaban de la escuela-.

- Holden Caulfield-. Aportó Matt

- ¡Oh si!-.

- Quiero ver si los patos siguen debajo del puente-.

- Pero cariño… eso esta del otro lado del Central Park-. Inquirió el mayor, ya abriendo el auto y depositando a los chicos arriba de este.- queda en el Central Park South-.

- No importa-. Seguía insistiendo la menor. Matt dio un resoplido sonoro, nunca podía conseguir que Charlotte dejara sus ideas a un lado. Era igual que Emily en ese sentido.

- Te prometo que mañana vamos-. Dijo con voz cansina, dando paso al deseo que la menor.- ¿conforme?-. La chica asintió con entusiasmo.- Ahora, siéntate para colocarte esto-.

- Esta bien-. Accedió ella, sentándose y acomodándose sobre el asiento, dejando que Matt le colocara el cinturón cruzado.

Escuchar la conversación espontánea entre ambos chicos, hizo que Matt se sintiera medianamente orgulloso. De alguna forma el tenía muy bien claro que aquellas dos personitas no eran de su misma genética, pero aún así los quería como si así lo fueran.

Había sido capaz de apoyar a Emily, y de eso no se arrepentía, lo que si lo hacía agobiarse era que si todo hubiera sido como él pensaba, no tendría que estar con ese agobio profundo. A quien había sido capaz de robarle el corazón de su Emily – por que tenía claro que nunca podría borrar el recuerdo de él, por sobre los pensamientos de Emily-, a aquella persona… no sería capaz de verla, au que así fuera que ella se lo pidiera.

Llegar a la parte Norte del Central Park le llevó no menos que media hora. El tránsito aquel día era medianamente menor, mediano por que la multitud mayoritariamente se concentraba en la fiesta que se llevaba a cabo, alguna celebración sobre algo que Matt no entendía… de igual modo estacionó lo más cerca posible de la entrada y una vez ubicado bajó él para luego decender a los menores.

Al instante de ver y oír la música y los distintos juegos que sus jóvenes ojos lograban divisar, a Chuck se le formó una gran sonrisa. Esperó impaciente a que Matt bajara a su hermano, para que, una vez los tres juntos agarrar la muñeca de su hermano y tirar de ella para que avanzara a su paso.

Todo lo que veía le parecía esplendoroso. No paraba de indicarle a Nicholas que mirara sobra algún sector.

- ¡Mira!, ¿nos subimos en el?-. Decía animosa, apuntado con su índice hacia el pequeño carrusel rústico, instalado en la parte central de la disque “fiesta”.

- ¿Podemos Matt?-. Dijo en cambio el menor, mirando a su padrastro con una súplica sobre su rostro. El mayor sonrió ampliamente.

- Haber cuantos boletos pueden sacar con esto-. De su bolsillo sacó un billete de un dólar y se lo extendió al pequeño.- No se demoren mucho-.

Tomó la mano de su hermana y juntos sacaron los boletos que le alcanzaban para poder subirse.

Gran parte del día lo disfrutaron en aquel lugar. Almorzaron en un restaurante y luego volvieron al parque, en donde los pequeños disfrutaron de los juegos, todo bajo la atenta mirada de Matt, vigilante ante todo.

Tanto andar de un lado a otro, en un solo instante Charlotte perdió de vista la presencia de Matt. En ese lapsus de tiempo, una loca idea se le cruzó en mente. ¿Por qué esperar hasta mañana, si estaba ahí mismo para ver si aquellos patos que tanta curiosidad le daban, estaban a escasos metros?. Miró por ambos lados, y una vez que estuvo segura de que nadie la miraba, corrió hacia la parte sur del parque.

No sabía hacia donde iba, ni tampoco hacia donde exactamente estaba el lugar que buscaba. No quería levantar sospechas y que algún adulto con una compasión tremenda la tomara y la llevara hacia un guardia, por lo que trató de escabullirse lo más cerca posible de los matorrales.

Llevaba más de dos horas recostado sobre el sofá, con la vista perdida hacia el techo contando vagamente las manchas de pintura granuladas. Cuarenta y cinco, cuarenta y seis, cuarenta y siete, cuarenta y ocho…¡Esa se parece a un hombre gordo!... cuarenta y nueve, cincuenta, cincuenta y dos… ¿o cincuenta y uno?.

Se sentía tan patético que se solo imaginarse viéndose recostado sobre el sofá, con una lata de cerveza a un costado le provocaba una depresión tan horrorosa. I don't have fun and I hate everything. The world owes me, so fuck you. Glory days don't mean shit to me, i drank a six pack of apathy... life's a bitch and so am I, the world owes me, so fuck YOU!. Le sentaba tan bien aquella canción que de vez en cuando la comenzaba a tararear. Patético.

¡Vamos Armstrong, no te quedarás echado estos cuatro meses que te quedan antes de salir de gira, hombre!. En ese lapsus de tiempo, recordó las giras y como ansiaba llegar de ella a su casa, con su familia. Tres horas atrás había llamado para saber de sus hijos… eso era algo pero ¿era lo correcto?. Bufó con enfado. Giró su cabeza hacia u costado y vio el reloj de la pared. En un último intento de distracción. Dio un brinco desde el sofá hacia el suelo, tomó las llaves del departamento, se registró los bolsillos para cerciorarse que llevaba la billetera, los cigarrillos y el celular y sin más que hacer salió del departamento con la chaqueta en el antebrazo.

A la salida del departamento se colocó los anteojos negros y tomó rumbo a cualquier lugar, necesitaba librarse un poco de sus presiones. Bien… caminar podría ser la solución. Cruzó la calle hacia la vereda continua y caminó sin rumbo hacia el centro de Nueva York.

A la otra me tomaré el tiempo de averiguar que alguno de los chicos no estén en vacaciones”, se dijo a si mismo mentalmente, sacándose una pequeña sonrisa de los labios. El día era de un completo nublado, hacía un poco de frío y de vez en cuando un viento los abrazaba, haciendo que por inercia se contrajera mas en si mismo.

De pronto, doblando una esquina comenzó a escuchar una música alegre. “Fiesta”, pensó de inmediato. De alguna forma no era malo que estuviera ahí… de algún modo debía distraerse y dejar que sus problemas dejaran de existir por unos minúsculos segundos. Ingresó por uno de los accesos secundarios del Central Park y se dio el lujo de observar que tanto era. “Fiesta familiar”, pensó malhumorado. Avanzó unos metros más y se sentó en uno de los bancos. De su bolsillo extrajo la cajetilla de cigarros y con pesadumbre sacó uno, prendiéndolo luego. Se sentía tan incomodo en aquel lugar, pero de alguna forma no quería regresar a su departamento, deprimiéndose más aún. Era un tipo de nuevo respiro… “¿Nueva vida?”, algo parecido.

De vez en cuando miraba a las parejas con sus hijos, riendo y disfrutando de lo que los juegos le entregaban. Solo que algo muy particular le llamó la atención. Dio una última pitada al cigarrillo y lo dejó caer al suelo, pisándolo.

Una pequeña de no más de cinco años, con un cabello que le llegaba más abajo de la cintura, se veía perdida. La observaba con detenimiento, mientras recordaba que hacia no mucho tiempo había conocido a una pequeña que le había robado el corazón con su dulzura.

- Sophie-. Susurró, esbozando una tosca sonrisa.

Miró hacia ambos lados y se paró, comenzando a caminar hacia ella. “No se que m.erda hago”, pensaba mientras llegaba a su lado. La pequeña dio un respingo de susto y levantó la vista hacia él. Sus brillantes ojos verdes lo miraron con detenimiento y con una expresión en el rostro parecida al fastidio. “La depresión me tiene mal”, volvió a pensar antes de hablar.

- ¿Estas perdida, pequeña?-. Preguntó con un hilo de voz, agachándose a su misma altura. La niña abrió sorprendentemente los ojos.

- N-no-. Respondió ella, con un temblorcito en la voz que le hizo que el corazón se le apretujara.

- ¿Donde están tus padres?-.

- Emm… papá dijo que lo esperara acá-. Se mostraba evasiva y queriendo que se fuera.

- Si quieres te ayudo a buscarlo-. Se ofreció con amabilidad Billie Joe, estirándole la mano para que ella la recibiera.- No te aré daño, vamos-.

- ¿Puedo hacerle una pregunta?-. Espetó la menor, tímida.- ¿Usted sabe donde esta el lago del… del Central Park South?-.

Billie la miro ceñudo

- Si, si se… ¿Por qué?-.

- ¿Me puede llevar hacia allá?-. Dijo la pequeña, con un ruego en su voz.

- Primero debes esperar a que tu papi llegue-. Le aconsejó Armstrong. No encontraba razón alguna a lo que estaba haciendo… en cualquier momento podría aparecer su madre o alguien más y hacer un escándalo por lo que “podría” estar haciendo mal. La niña agachó la cabeza enojadísima.- Vamos, súbete a mis hombros y me dices donde esta tu papá-. Agregó luego.

La pequeña dudó un poco, pero de alguna forma se rindió, sonriéndole apenas.

No sabía que exactamente estaba haciendo, pero se estaba distrayendo y eso lo hizo sentirse mejor. Tomó a la chica por la espalda y como si fuera lo más liviano del mundo la elevó y la acomodó sobre sus hombros. Se sentía acompañado por recuerdos viejos, recuerdos que aún abrazaba y que no quería dejarlos ir.

Caminó con la pequeña sobre sus hombros unos cuantos minutos, antes de que la pequeña diera un gritó chillón, haciéndole doler un poco los oídos.

- ¡NICK!-. gritó alegre, agitando una mano al aire. “Prepárate para los golpes”, pensó Billie Joe

Bajó a la niña desde sus hombros y la vio correr hacia un pequeño, de igual edad que ella. Parecía retarla y eso se veía gracioso. Segundos después un adulto de rubia cabellera se aparecía detrás de ellos. Parecía aliviando, pero a la vez asustado por lo que acababa de pasar. Vio como la pequeña les explicaba algo y que de cómo lo apuntaba a él. La chica le hizo una seña para que se acercara.

- El me ayudo-. Dijo la menor tomándole la mano y haciendo que se acercara más. Billie Joe sonrió.

- ¡Eres tu!-. Comentó con cierta sorpresa en la voz del mayor.- ¿Billie Joe?-.

El nombrado palideció. Por una parte se sintió aliviado que el padre de la menor no le hubiera hecho nada, pero tener que lidiar con que alguien lo había reconocido…

- Soy Matt… Matt Begthom-.

Todos y cada uno de los nervios de Billie Joe colapsaron al escuchar aquel nombre tan particular. ¿Cómo no olvidarlo, si él había sido quien le había arrebatado a su Emily?. Su corazón comenzó a dar pálpitos acelerados, comenzando a dolerle el pecho.

Todo lo del pasado regresa… y eso solo era el comienzo.