lunes, 28 de noviembre de 2011

Capítulo 14: Derrumbe.



Era la sexta servilleta que moría en manos de Emily. Las ansias de que todo terminara rápido la hacía romper lo primero que tenía a su alrededor, por otro lado las cosas iban mal por casa y un tumulto de ideas la tenían estresada. Ya no iba a trabajar, mejor dijo; había pedido unas pequeñas vacaciones mientras contrataba a alguien para que se hiciera cargo de los pequeños. ¿Por qué?.

Aquella vez en que Nicholas tuvo que ser llevado al hospital para que le trataran una fiebre de alta temperatura y pasados los días ya en casa, Matt sentía que algo no iba bien con Emily. Nunca trataba de meterse en los asuntos de su trabajo – en un principio pensaba que esa era la causante de que estuviera tan alejada de él-, pero después de observarla y notar que mientras estaba pensando en el trabajo se veía mejor que cuando él trataba de estar unos minutos a solas, no pudo más.

- ¿Qué pasa?-. Interrogó Mathew ya arto de que Emily lo volviera a rechazar. La chica lo miró por sobre las gafas de lectura y con un pequeño movimiento posó el libro sobre la mesita de la esquina.
- ¿Sobre qué?, no te entiendo-. Respondió ella, posando por primera vez en casi dos semanas de evasiones.
- A eso me refiero-. Exclamó tratando de controlar un poco la impotencia.- ¿Hace cuanto que no me miras así, como lo haces ahora?-.
- Estas siendo paranoico-. Agregó Emily, mirándolo sorprendida. Nunca, ni en los años que llevaban juntos él le había refregado algo.
- ¿Eso es todo?... ¿tu crees que estoy siendo tan exagerado?-. Replicó Matt.- Las cosas no van bien, ¡Por dios!-.
- Hey… Hey, se que no he podido estar contigo, que me acuesto cansada que te he dejado solo con los niños, pero eso no quiere decirte que no te quiera… por favor, no compliques las cosas-. Dijo ella en cambio, tratando de terminar luego la escena.
- ¡TU ERES LA QUE COMPLICA LAS COSAS!-. Exclamó Matt, mirándola a los ojos, mientras la sujetaba por los hombros.- Te pasa algo y no me quieres decir, sé que hay algo-.
Emily agachó la mirada, tratando de ocultar sus ojos de los de él. No había querido decirlo, pero muy dentro de ella sabía que había algo, y ese algo era la verdad acerca de sus hijos.

Agradecía desde lo más profundo que Mathew nunca se hubiera metido en aquel tema tan privado para ella, y más aún… tratar a los pequeños con tanto amor. Poe un lado sabía que era un derecho de él el saber de aquel hombre, pero por otro, aquel en donde sus temores reflotaban le indicaban que no dijera nada, que así todo se podía acabar y lo que menos podía hacer ella en estos momentos era quedar sola.

Matt le levantó el rostro con delicadeza teniendo un escaso presentimiento de que lo que podía escuchar podía dañarlo y dañarla a ella.

- Prométeme que no me interrumpirás y que dejarás que te explique todo, ¿ok?-. Espetó ella con un nudo repentino en la garganta.
Mathew asintió con lentitud.

Los recuerdos comenzaron a renacer como si fuese una película repetida.
La primera vez que lo vio conversar con su pequeña hermana, el impacto que le provocó verlo a él en el colegio, la extraña amistad que comenzó a fluir entre ellos, las peleas y las risas de todos los días en aquel vago parque, esas tardes juntos y abrazados en su departamento, la llegada de sus extraños celos por la mujer de él, y así… la llegada de los mareos y las ansias de comer cosas.
Solo narró lo esencial, mientras contenía la mirada gacha, tratando de ocultarse de la mirada culpable de Matt. Mencionó una o dos veces el nombre de aquel hombre con aquel desagradable nudo en la garganta que le hacía cortar las palabras y respirar cada tres palabras.

El silencio que se formó en la habitación fue tenso una vez que Emily terminó. Era la primera vez que hablaba de Billie Joe con Matt de aquella forma tan particular.

- ¿Quieres decirme que TODO este tiempo los chicos han estado con su padre y aún así, ninguno de los tres sabía?-. Fue lo primero que pudo articular el hombre, mas con mucha dificultad.- ¡En que piensas!-.
- No me trates así, tenía y tengo razones poderosas para hacerlo-. Comentó ella al ver el desprecio que recibía por parte de su novio.- Él tiene familia, tiene hijos legítimos y una esposa… ¿Cómo crees que nos hubieran tratado a mí y a mis hijos?-.
- No los conoces Emily, no sabes-.
- Y que si lo sé o no. No quiero que se acerque a ellos-. Matt largó una risa sarcástica.
- Es tarde-. Espetó él mientras se paraba de la cama y se encaminó al ropero en donde cogió un par de ropas.- Cuando arregles tus cosas con Armstrong, regresaré… hasta entonces, me jodo-. Y cerró la puerta de un solo golpe detrás de sí.

Desde aquella noche Emily perdió contacto alguno con Mathew y aún así no se atrevió a llamar a Billie Joe para que por ese medio su novio regresara y todo volviera a la normalidad, pero no, incluso llegó a mentirles a sus hijos sobre el paradero de él. Todo por tratar de ocultar más aún su “gran” secreto.

Eran las 20:28, según el reloj de la pared de la cafetería. Llevaba más de media hora esperando que llegara y las esperanzas de que pudiera llegar se agrandaros; claro, era un día más en que podía cubrir todo.

Pidió la cuenta del café que había pedido con anticipación y comenzaba a arreglar sus cosas cuando a no muy lejos de su mesita las campanitas que anunciaban la llegada o la salida de alguien replicó minúsculamente haciendo que vagamente Emily posara su mirada en la puerta “Oh mierda”. Con un paso ligero y sin sacarse las gafas negras por el simple hecho de que se sentía más seguro entró mirando por todos lados de la pequeña cafetería reconociendo al instante a aquella persona que buscaba, a la chica que estaba parada.
Le hizo un gesto de saludo con la mano y tomó paso hacia ella quien no tuvo otra opción que sentarse otra vez en la silla, juntarla contra la mesita y retomar el jueguito nervioso de las servilletas rotas.

- Perdón si te hice esperar, había una fila de carros por la 32 Avenue que me dejó estresado-. Comentó él con una risita nerviosa al final de la frase. Emily solo sonrió escasamente.

Hubo un silencio entre que Billie Joe hizo llamar a un mesero, traerle su café y que Emily arrancara al baño. Cuando regresó se topó delante de su puesto una tasita de otro café y la sonrisa imperfecta del tipo a quien había hecho llamar.

- ¿Cómo está Nicholas?-. Preguntó con amabilidad Billie Joe dándole luego un sorbo a su tasa. Emily lo miró sorprendida. -¿Qué, te molesta que pregunte por tu hijo?-.
- No, para nada. Y está bien, gracias por preguntar-. Comentó la chica haciéndose la desentendida por su reacción.
- Ha pasado mucho tiempo, ¿no?-. Emily entrecerró los ojos y lo miró.
- No son TANTOS años, Billie Joe… no seas exagerado-.
- Para mí si lo son-. Le rectificó él.- ¿Por qué nunca me avisaste?, acaso no confiabas en mi para decirme que era lo que te pasaba-. La chica no dijo nada, solo agachó la mirada hacia la pasa de café.- Al parecer no-.
- Estaba embarazada-. Susurró a penas Emily, pero no bastó para que Billie Joe no la oyera y notara que una pequeña lágrima caía en la taza de café.

Había una escasa posibilidad, pero la había. Desde aquel vago recuerdo de ver a Emily salir del condominio a paso firme y cruzar hacia la plaza y sentir una sensación pura de abandono dentro de sí que todo podía calcular bien. Nicholas y Charlotte tenían la justa edad y por qué no, algunos de sus rasgos. “Que imbécil”.

Su cabeza comenzó a girar progresivamente y la taza de café comenzaba a molestarle en las entrañas.

- E-entonces…-. Titubeó Billie con la garganta carrasposa.
- Sé que no es el momento justo porque estas tratando de arreglar las cosas con tu esposa, pero ya no puedo más-. Sollozó la chica.- Los chicos están grandes y algún día deben saber quién eres realmente-. Calló e inhaló algo más de aire.- Lo siento tanto-.
- ¿Qué lo sientes?. Emily, ¿lo sientes?. Son… ¡son mis hijos!-. Gritoneó exaltado, llamando poderosamente la atención de la gente que aún estaba en horas de colación.
- Habla más despacio, por favor-. Susurró con los dientes apretados Emily para hacer callar a Billie.
- Eres… eres tan despreciable-. Espetó de igual forma que lo había hecho la chica.- ¿Matt lo sabe?-.
Asintió con la mirada baja.
- Supo hace poco y por lo mismo fue quien me animó a contártelo-. El hombre soltó una carcajada irónica
- Ósea, si él no te dice que me lo cuentes, ¿seguirías con tu jueguito?-.
- Para con tu ironía-. Dijo la chica, mirándolo con las cejas entrejuntas.

El silencio invadió el ambiente de los dos. Emily, se sentía más libre por dentro ya que soltar uno de sus grandes secretos la dejaba libre de culpas. Por otro lado, Billie Joe comenzó a sentir cierta repulsión por aquella mujer que se encontraba en sus narices. No la reconocía en lo absoluto y por muy dentro la comenzaba a odiar.

- Si no necesitas nada más, me retiro-. Comentó Emily dejando un par de billetes verdes sobre la mesa y arrastrando su silla hacia atrás.
- Espera, necesito saber más-. La detuvo Armstrong, cogiéndola del brazo.
- Para que… ¿para que sigas con tus sarcasmos?. No, gracias-.
- Te lo pido por favor-. Le rogó.- Ok, paro mis sarcasmos-. Lo miró con desconfianza, pero al final se dejó llevar y tomó asiento.
- Solo lo hago por mis hijos-.
- Está bien… pero estaría bueno señalar que ya no son solo tus hijos…-.
- Ok, ok, ok-. Lo interrumpió.- Nuestros hijos-. Escuchar esa frase de dos palabras le hizo sonreír al unísono. “Y pensar que nunca se me pasó por la mente que pudiera suceder”.
- Prosigue-. Comentó Billie con cierta sonrisita sarcástica que él muy bien sabía que Emily odiaba, pero tan solo verla enojada se sentía triunfador. Colocó los brazos cruzados sobre su pecho y se reclinó en la silla.
- En resumen. Cuando supe que estaba embarazada no supe que hacer. Ni mis amigos, a quienes les deposité mi entera confianza supieron de lo que me pasaba, solo Matt que por casualidad estuvo conmigo en el hospital y que me ayudó a enfrentar a mis padres, sabía.
Las cosas en mi casa cambiaron completamente. Mamá me encerró en casa y no salí hasta cuando me llevaron al aeropuerto. Tomé un avión hacia Italia y no salí de ahí hasta que me mejoré y tuve a los pequeños.

“Aquella mañana me levanté con dificultad ya que la panza era una completa sandía y el ombligo parecía un puntito de flor. Aún así me quité las mantas de encima y busqué por entre la oscuridad las zapatillas de levantarse.

Hacia una semana que me había escapado de casa de mi tía junto con Matt. Más bien, el mismo día que él se me apareció frente a mí con aquel ramillete de flores tomé la decisión de irme de ahí. Vivíamos en la pensión en el cuarto junto al de Jeremy para más precaución en caso de que la panza ya se me reventara y tuviera que ir directo al hospital.

Tanteé las cosas para no chocar con ellas y así llegué al interruptor de la luz. El cuartito era una pequeña habitación en donde entrabas por la puerta principal y te topabas con la cama, un mueble para dejar la ropa y una mesita con un florero vacío. En otra lugar más pequeño que el anterior estaba la cocina en donde no podía caer más de dos personas dentro de ella; tenía lo esencial: La cocinilla de dos platillos conectada a un galón de gas mugriento, un pequeño refrigerador del año en que las manifestaciones pacíficas en los EE.UU cobró vida propia, y una estantería blanca en donde no había mucha loza pero que la puerta había que sujetarla con un alambre para que no callera. Y el baño, que se encontraba al otro lado de la cama.
Todo sin puertas por lo que una vez que nos entregaron el cuarto Matt se encargó de colocar una cortinita en cada acceso de la habitación.

No recuerdo que horas serían pero era temprano porque aún la luz del sol no se colaba por la cortina de visillos.
Caminé con los pies arrastrados hacia la cocina y saqué desde la estantería una taza. No era de esas que les daba por comer cosas extravagantes, sino más bien era tan sencilla para mis gustos que más de algún reto de Jeremy recibí al no llamarlo por las noches y pedirle que me trajera algo. A veces me daba miedo su reacción, pero a las finales terminaba con un ataque de risa.

Abrí el refrigerador y saqué la caja de leche que aún existía en casa. Me serví un poco en la taza y el resto lo devolví al refrigerador para que en la mañana Mathew tuviera algo que comer antes de ir a trabajar con Don Giorgio en su puesto de diariero.
Absorbí con gusto aquel líquido hasta que me lo serví todo, pero algo dentro de mí comenzó a dolerme.

- Matt…-. Susurré sujetando firmemente mi vientre haciendo que la taza hiciera contacto con la cerámica rústica. No me había escuchado ni el golpe de los vidrios rotos.

Caminé con las piernas juntas cruzando con dificultad la cortinita que separaba la cocina de la habitación.
Matt ni se inmutaba en levantarse. Desde que había entrado a trabajar con Don Giorgio no tuvo descanso alguno y algo de pena me dio al tener que molestarlo con aquel estúpido dolor.

- Matt… ayuda-. Repetí más fuerte aún asiendo que esta vez si me escuchara.

Miró largamente frente suyo y cuando volvió en si posó su mirada en mí. Abrió los ojos como platos y de un solo salto se destapo y salió de la cama.

- ¿Qué pasó?-. Me preguntó alarmado mientras me ayudaba a sentar en la orilla de la cama.
- No lo sé. Me levanté a tomar algo de leche y de repente…-. No pude seguir hablando porque sentí un desgarro en mi interior que me forzó a expulsar un quejido agudo.
- Respira… llamaré a Jeremy. No te desmalles, ¿sí?-. Comentó asustadizo. Asentí efusivamente para que notara que tan mal no estaba. Se acercó rápidamente a mí y me besó la frente.

Los segundos se me pasaron como una eternidad de tortura entre que Matt había salido a buscar a Jery y que éste se pareciera por el cuarto.
Me miró fijamente a los ojos y me decía cosas que no entendía por ponerle más atención a los dolores y al deseo de que sacaran pronto a mis bebes.

La ambulancia no llegó nunca –según Matt- por lo que rápidamente me vistieron con la bata de dormir, los pantalones que exclusivamente había dejado para la ocasión y mis zapatillas de levantarse. Entre los dos me bajaron por la escalera de la pensión, sin dejar de pensar si algo no había echado en el único bolsito de bebé que había podido comprar con el dinero que mi papá me mandaba mensualmente.

Tomamos un taxi hacia la calle principal. Jeremy trataba de orientar en perfecto italiano al chofer del taxi mientras que Matt me susurra al oído que respirara, que después que pasase esto no volveríamos a vivir en aquella pensión porque no habría espacio para los pequeños, que me quería y que no dejara de pensar así no me desmallaría del dolor. Los últimos minutos antes de llegar al pabellón son confusos. Sé que cuando llegamos me recibieron rápidamente, me colocaron en una silla de ruedas y me trasladaron a una habitación en donde me acostaron y esperé hasta que una anciana enfermera vestida de blanco completo me hizo girar de costado y me clavó algo en la espalda. Era tanto el dolor que sentía dentro de mí que no sentí el pinchazo.

- Mi… mis bebes-. Susurraba con lágrimas en la garganta, rogando de que alguien ya los sacara y que parara el dolor que cada vez eran más fuertes.

La entrada al pabellón es un recuerdo confuso. Las luces me pegaban justo al rostro y no pude ver nada, además el desgarró por dentro me cegaba de dolor. Sentí un par de pinchazos en mi mano y la voz ronca de un hombre con la boca tapada por una mascarilla.

- Debemos hacer cesárea, son gemelos-. Escuché que decía la voz de una mujer.
- Es muy joven-. Le oí decir a otro en completo italiano.
- No importa, se recuperará-.

Después la cabeza me giró y caí en un completo sueño.


- Vamos amor, abre los ojos-. Escuché que susurraban dulcemente en mi oído. Abrí minuciosamente los ojos y me topé con la cara de Matt envuelta en una sonrisa extensa y los ojos brillantes.
- ¿Do-dónde estoy?-. Dije a penas con la garganta apretada y seca.
- Estas en el hospital-. Me respondió con la misma dulzura anterior mientras me acariciaba los cabellos que tenía sobre la cara.- Los pequeños están bien, no te preocupes-. Dijo antes de que pudiera abrir la boca para preguntar por ellos.
- ¿Y Jeremy?-. Matt me hizo un gesto con la cabeza indicando hacia mis espaldas. Lo vi echado en el sofá del cuarto con las manos cruzadas en su pecho y con una pasividad en su rostro.
- Dormiste casi ocho horas. Ya nos tenías preocupados-. Dijo con buen humor.- Son hermosos-.

Me sonreí al escuchar que había podido verlos. Las ganas de salir de aquella cama y verlos por mis propios ojos me hicieron carcomer las ansias.

Se demoraron un poco en entregármelos porque aún no habían avisado que por fin había despertado de la anestesia. Matt estuvo calmándome cada cinco minutos y cuando Jeremy despertó de su larga siesta fue el encargado de distraerme, olvidándome por un instante de las ansias que tenía de tener a mis bebes en brazos.

Escuché abrir la puerta y el llanto de uno de los bebes. El corazón se me apretó y una que otra lágrima resbaló por mis mejillas mientras la misma enfermera que se encargó de prepararme para el pabellón entraba con dos cunas con ruedas. Llevaban la ropita que había podido comprar con algo de dinero que ahorré mientras vivía con mi Tía; La niña –la reconocí por su gorrita rosa- llevaba un pijama amarillo y aún dormía plácidamente mientras que su hermano –no tenía gorrita- era quien entraba llorando y dando manotazos al aire.

- ¿Cómo está la mami?-. Le entendí a la viejecita quien me sonreía con entusiasmo.
- Bien, gracias-. Le respondí yo sin despegar los ojos de las criaturas que ingresaban a la habitación.

Me senté en la cama y me preparé para recibir a la pequeña quien aún no despertaba y que su pecho subía y bajaba progresivamente, tratando de mandar aire a los pulmones nuevos. Era blanca como la nieve y sus pequeños cabellos rubios no se distinguían tanto en su piel tersa. La acomodé en mi brazo derecho y la dejé descansar mientras recibía al varón que no paraba de llorar y dar manotazos con sus minúsculas manitas. El llanto me desesperó un poco pero en unos segundos tomó la misma actitud de su hermana, solo que trataba de abrir sus pequeños ojos. Era igual a la pequeña, solo el detalle de la gorrita los hacía diferente.

Levanté la mirada hacia Mathew quien no despegaba los ojos desde mis brazos, contemplando a los pequeños con miedo y con amor.

- ¿Cómo se llamaran?-. Oí que decía la enfermera, interrumpiendo mi escaso análisis de la actitud de Matt. Volví la mirada hacia los bultitos que estaban en mis brazos y me sonreí.
- Charlotte y Nicholas-. Dije decidida”


Ambos se quedaron callados por largos minutos. Emily volvió a su extraño tic y comenzaba a destrozar las servilletas de papel. Sabía que había hablado lo que por tantos años se había guardado.
Billie en cambio, no era capaz de levantar la mirada y verla a los ojos. De tan solo verla la mirada de aquella Emily que conoció hacía cinco años se perdía profundamente en la mirada que hoy tenía la chica que estaba frente de él.

El café de ambos se había enfriado y las galletas estaban aún sin tocar, intactas y tal cual como lo había dejado la mesera.

El silencio le carcomía la impaciencia. Ya había dicho todo, no tenía por qué quedarse ni un minuto más sentada frente a aquel tipo que no era capaz de articular palabra alguna.
Tomó su bolso con cuidado y arrastró la silla dejando el espacio suficiente para poder pasar su cuerpo e irse de la cafetería. No se inmutó en mirar por sus hombros ni cuando apretó la palanca y empujó la puerta para salir.

Pasó por la mesa que antes había estado sentada desde el otro lado de la vitrina por y de reojo observó a Billie Joe con ambas manos sobre la cabeza y sus cabellos tirantes entre sus dedos. Negó escasamente y siguió caminando por las calles, que a esa hora ya estaban deshabitadas.



No recuerdo bien cuanto tiempo estuve de más en la cafetería. A lo mejor me había ido cuando los empleados del lugar habían terminado su turno. Han pasado tantos años ya que es poco lo que puedo recordar, pero haré el esfuerzo.

Llegué al departamento que por gracia no quedaba tan lejos de la cafetería donde me había reunido con Emily aquella oportunidad. Me fui caminando y recuerdo que las calles estaban escasamente iluminadas pero yo no me daba cuenta, caminaba como un hombre sin alma… Nunca había recibido tamaña noticia, ni cuando supe que iba a ser padre por primera vez me había puesto tan pálido y libido. Así mismo recuerdo haber pasado a un bar de esos que solo encuentras por mera casualidad y perdí mi conciencia plenamente.

A la mañana siguiente desperté como nunca antes lo había hecho. La boca me sabía a completa basura y la cabeza no dejaba de doler y darme punzadas que me impedían volver a cerrar los ojos. El sonido del teléfono agravó más aun mi estado obligándome a parar rápidamente y coger en tubo para que cesara el maldito ruido.

Había sido Mike quien insistentemente había estado llamando a mi celular y luego al departamento. Se oía preocupado, pero una vez que logre decir algo se pudo calmar un tanto.

La conversación no fue muy larga, pero me sirvió para recordar que la noche anterior y con todas esas copas de más en mi sangre me había puesto a llamar a los chicos y colocarme a llorar como nena por teléfono contándoles lo que me había pasado no solo aquel día sino el porqué, luego de cinco años una chica había renacido de la tierra, trayendo consigo unos bebes que hasta ese entonces no tenía idea.

Las cosas se estaban complicando más de lo que esperaba y con la llegada de los pequeños a mi vida, la cosa giraba completamente y se trasmutaba a ellos.

3 comentarios:

  1. Nota: No se que onda Blog pero no puedo poner cursivas... traten de entender así nu mas :/

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  2. Por qué mierda fue a tomar en vez de seguirla? T.T
    Ya sabe, ya sabe :D!
    I NEED MORE !

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  3. Ya sabee, ya sabee (8) Al fin, ya me estaba preocupando que no se de cuenta :3
    Sube mas :B

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